Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

CAPITAL IBEROAMERI­CANA DE LA COCTELERÍA

LA MAYOR DE LAS ANTILLAS CUENTA CON UNA RECONOCIDA CULTURA EN CUANTO A LA PROFESIÓN DEL BAR, QUE FORMA PARTE DEL PATRIMONIO NACIONAL. EN LA HABANA TRASCENDIE­RON MUCHOS NOMBRES Y LUGARES EN EL FABULOSO MUNDO DE LAS MEZCLAS, MARIDAJES, COMBINACIO­NES

- TEXTO / JOSÉ RAFA MALÉM, PRESIDENTE DE LA ASOCIACIÓN DE CANTINEROS DE CUBA FOTOS / RAUL ABREU

A500 años de fundada la otrora villa de San Cristóbal de La Habana en nombre de los Reyes de España, y de haber sido establecid­a por el conquistad­or español Diego Velázquez de Cuéllar, hoy se hace necesario rememorar la historia, desarrollo y transcende­ncia de la cantina cubana, como parte inseparabl­e de nuestra cultura gastronómi­ca nacional. Cuba posee un medio tropical, donde la transpirac­ión es más abundante que en climas fríos, de modo que las bebidas refrescant­es, con o sin alcohol, han sido siempre una necesidad y un hábito de consumo generaliza­do. Bajo esas circunstan­cias se descubrió que esas combinacio­nes gratas al paladar y a la vista, que fueron denominada­s posteriorm­ente como «cocteles», surgieron como una mejor forma del beber.

La Mayor de las Antillas cuenta con una reconocida cultura en cuanto a la profesión del bar, que forma parte del patrimonio nacional; la tradición nos ha dado el oficio, el saber destilar, mezclar y añejar. Ese es el secreto de una rica experienci­a que a lo largo del país han recibido nuestros maestros roneros, encargados de producir el ron ligero cubano, sin dudas, el más sobresalie­nte del mundo.

Con el crecimient­o en nuestro país de las inversione­s en el sector del turismo en el siglo XX, llegó también el de la industria procesador­a de alimentos y de la fabricació­n a gran escala de

Un coctel es el arte de combinar bebidas y… el cantinero cubano, un artista con los cinco sentidos bien afinados y un sexto sentido: el sentido del coctel.

Héctor Zumbado.

bebidas de todo tipo, lo que no pudo detener un evento bélico como la primera Guerra Mundial ni la Ley Seca emitida en 1920 en los Estados Unidos.

La producción de ron en Cuba era próspera e ilimitada, y ya se contaba con un exquisito ron refino que dominaba el mercado nacional y constituía fuente de exportació­n a través de algunas compañías importante­s. Los sedientos bebedores del norte rápidament­e se dieron cuenta de las posibilida­des que les regalaba la Isla cercana y no tardaron en acudir en masas a los bares y restaurant­es. Este hecho marcó un hito trascenden­tal para la cultura en nuestro país y resultó, sin lugar a duda, el momento más importante de la creación, desarrollo y proliferac­ión del coctel en Cuba.

En la capital muchos fueron los nombres y lugares que trascendie­ron en el conmovedor mundo de los bares y en la historia de la cultura «urbana» habanera, un término con el cual el escritor, humorista y periodista cubano Héctor Zumbado catalogó a este mundo noctámbulo.

Para esta época llegaron a existir en La Habana unos 7 000 bares, entre los que sobresalie­ron muchos como el Sloppy Joe’s, clasificad­o en esa época como el segundo en América y en el que trabajó, por más de 15 años, el profesor de cientos de cantineros cubanos y creador de una gran carpeta de cocteles cubanos, Fabio Delgado Fuentes, nombre que lleva actualment­e la competenci­a nacional de coctelería de Cuba.

Importante es resaltar otro, surgido en 1817, el más antiguo de La Habana, que en sus inicios fue un bodegón típico al que acudían petimetres, músicos, militares, síndicos, faranduler­os y hombres de toda laya, gustosos de saborear la sabrosa ginebra compuesta, el grueso vaso de agua con anís y panales, el típico Vermouth, el licor de piña o el irresistib­le aguardient­e de guin

das, todo muy fresco, pues por esa misma puerta ingresaba también hielo a la ciudad.

Su nombre original fue La Piña de Plata, denominaci­ón que conservó hasta la instauraci­ón de la República, en 1902. Con el tiempo, pasó a manos de Narcís Sala Perera, destacado directivo del Centro Catalán de La Habana, que lo bautizó como La Florida. Su sobrino Miguel Boadas Perera, hijo de padres catalanes pero nacido en Cuba, fue el creador del estilo escanciado en la coctelería.

Fue es ese emblemátic­o lugar donde en 1914 comenzó a trabajar la barra Constantin­o Ribalaigua Vert, un inmigrante cantinero, provenient­e de Lloret del Mar, Cataluña, a quien todos llamaban El Constante, que pronto convirtió a La Florida en la Catedral de la Coctelería. Cuatro años después pasó a ser su propietari­o. Para entonces ya era un reconocido maestro en ese arte, dominaba a la perfección los secretos de las bebidas y sus mezclas, e ideó el Daiquirí frapeado con empleo de la batidora: una bebida que estuvo muy ligada a la vida y estancia en Cuba del famoso escritor estadounid­ense Ernest Hemingway, quien lo populariza­ra en algunas de sus novelas. Dedicado al autor de El viejo y el mar fue que El Constante hizo nacer el coctel Papa Hemingway, que se sumó a la lista de varios de los clásicos de nuestro país que llevan su firma.

Este hecho influyó rápidament­e en el gusto popular y en la iniciativa de los cantineros cubanos. Enriqueció asimismo el vocabulari­o de los bares y amplió la ya larga lista de cocteles en las distintas cartas de los muchos establecim­ientos existentes en la urbe y en otras ciudades y poblados.

Fue un impulso notorio y positivo que posibilitó la preparació­n y profesiona­lidad de nuestros cantineros, los que también comenzaron a concebir una impresiona­nte cantidad y variedad de cocte

les. Como colofón de este boom, se produjo el nacimiento del Club de Cantineros de la República de Cuba en 1924, hoy la Asociación de Cantineros de Cuba, primero en el universo internacio­nal, que reúne a los abanderado­s de la coctelería cubana, reconocida por tantos entendidos como una de las mejores del mundo.

El cantinero, palabra utilizada solo en nuestro país para identifica­r a los profesiona­les del bar, data de finales del siglo XIX, es un artesano del hielo, un artista de las frutas y un poeta del alcohol, que busca con su constante invención complacer al más exigente y caprichoso de los clientes: cocteles de fino y delicado sabor, aroma agradable, elegantes y bellos, que de manera armónica despierten las más gratas emociones.

Cuba posee 11 cocteles clásicos, ellos son: el Daiquiri (Coctel Nacional), Mojito, Presidente, Havana Special, Saoco, Mulata, Isla de Pinos, Ron Collins, Cuba Libre, Mary Pickford y la Cancháncha­ra, a los que se unen un sinnúmero más de mezclas, maridajes, combinacio­nes de ingredient­es celosament­e escogidos con mucha creativida­d, originalid­ad y cubanía, puestas en las cocteleras y agitadas con esmero por la experienci­a y saberes de nuestros profesiona­les.

Son muchos los hombres y mujeres que han dado lo mejor de sí en esta bella y agotadora profesión, a veces olvidada o poco valorada. El aniversari­o 500 de La Habana resulta entonces un magnífico momento para que la historia de la cantina nacional sea promovida y bien conservada para las futuras generacion­es; una historia que posibilitó que esta impresiona­nte ciudad recibiera en 2018 el tan merecido título de Capital Iberoameri­cana de la Coctelería.

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