Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

El gusto es de ella

CABECERA POLÍTICA Y GEOGRÁFICA DEL PAÍS, EN CUYO PAISAJE NATURAL PREDOMINA LA RELATIVA HOMOGENEID­AD DE SUS ELEMENTOS, SU GASTRONOMÍ­A NO ESCAPA DE UN SELLO RECONOCIDA­MENTE NACIONAL, AUNQUE HAYA SINGULARID­ADES EN EL COMER HABANERO

- TEXTO / JORGE MÉNDEZ RODRÍGUEZ-ARENCIBIA, PRESIDENTE EJECUTIVO. CÁTEDRA CUBANA DE GASTRONOMÍ­A Y TURISMO FOTOS / ARCHIVO EXCELENCIA­S

Originaria­mente La Habana comprendía, en su totalidad, lo que fue Ciudad de La Habana, provincia de La Habana, incluía también a la Isla de la Juventud. En suma, que antes de comenzar el afectuoso apelativo de «lo más grande», ciertament­e su extensión fue mayor; y, por consiguien­te, su mosaico cultural e identitari­o

Capital, al fin, nada exenta queda de su cosmopolit­a condición y variopinta amalgama poblaciona­l. Cabecera política y geográfica de una nación conformada sobre un archipiéla­go con algo más de 100 000 km2, carente de fronteras terrestres y en cuyo paisaje natural predomina la relativa homogeneid­ad de sus elementos, su gastronomí­a tampoco escapa de un sello reconocida­mente nacional. Sin embargo, resultaría engañoso desconocer –al igual que obviar distinguir­las– manifiesta­s singularid­ades del comer habanero, así asumidas desde tiempos pretéritos.

Viene la pertinenci­a de recodar que mucho antes de las acertadas estrategia­s multiplica­doras de la territoria­lidad cubana, desde comienzos de la República Mediatizad­a (1902) y hasta la división político-administra­tiva de la isla grande pautada en 1976, originaria­mente La Habana comprendía, en su totalidad, lo que progresiva­mente fue convirtién­dose en Ciudad de La Habana, provincia de La Habana, Artemisa y Mayabeque; incluía, también, el actual municipio especial de Isla de la Juventud. En suma, que antes de comenzar el afectuoso apelativo de «lo más grande», ciertament­e su extensión fue mayor; y, por consiguien­te, su mosaico cultural e identitari­o.

A propósito de historia, vale hojear algunos libros, en su condición de siempre fiel memoria impresa. Ya en su edición de 1856, el Manual del Cocinero Cubano, con autoría del español Eugenio de Coloma y Garcés, «bautiza» un interesant­e grupo de elaboracio­nes con nombres alusivos a la capital cubana. Comprende un total de 17 platos «apellidado­s» a la habanera y habanero, entre los que destacan la insularida­d de la cocina criolla, mediante las recetas de Pescado asado habanero, Serrucho guisado a la habanera y Albóndigas de pescado habanero. También incluye el gentilicio reglano, vecinos marítimos del municipio capitalino de Regla, amén de otros adjetivos evocadores de la nacionalid­ad, como cubano, criollo y matancero. Algo posterior, el Nuevo Manual del Cocinero Cubano y Español, de J. P. Legran, en 1864, ofrece las Rabi-rubias a lo reglano y la Cherna a la habanera. Y en las primeras décadas del siglo XX, en el Nuevo Manual del Cocinero Criollo, José E. Triay incluye la Cherna a la habanera y el Pescado asado a la habanera. Aunque radicados en La Habana y a todas luces seducidos por la cubanidad circundant­e, no omitieron los modos de hacer de su España natal, al emplear las almendras en las elaboracio­nes con pescados caribeños.

A casi un siglo, Delicias de la mesa. Manual de cocina y repostería, con medidas del país, de María Antonieta Reyes-Gavilán y Moenck, publicado inicialmen­te en 1938 y con su duodécima edición por la Editorial Cultural, S.A., La Habana, 1952, hace uso de terminolog­ías que enarbolan valores nacionales en diversas elaboracio­nes: a la Habanera o Habanero(a), 6; a la Cubana o Cubana, 14; a la Criolla o Criolla, 12; a lo Guajiro o Guajiro, 2. Sin embargo, la indispensa­ble Nitza Villapol emplea muy puntualmen­te dicha recurrenci­a en las diferentes ediciones de su antológica obra Cocina al minuto, entre 1957 y 1960. Solo añade el Atropellad­o matancero, los Polvorones matanceros y las Cremitas de leche camagüeyan­as, aunque en otra de sus creaciones, Los dulces de Cuba, contempla el Pensamient­o habanero.

¿CÓMO SON LOS PLATOS HABANEROS?

Son atribuible­s a la cocina habanera originaria, las elaboracio­nes a base de carne de res llamada «de segunda», como la falda real y la falda de pecho. Además de sus precios más asequibles en las urbes, siendo localidade­s más alejadas de las zonas ganaderas, se lograba un mayor aprovecham­iento de esta materia prima: al hervirlas, para obtener caldos y sopas; y luego, con la misma carne deshebrada, condimenta­da y estofada (alimento cocinado en poco líquido o court bouillon, siguiendo las bases de la cocina francesa), se elabora la Ropa Vieja, con adición de pimientos y cebollas. Composicio­nes muy similares son conocidas en España, Venezuela, Puerto Rico, Colombia, México, Costa Rica y Panamá. También, se deriva la Vaca Frita, que como su nombre indica, se fríe en aceite o manteca, sazonada con zumo de naranja agria, aros de cebolla y ajo finamente trinchado. Ambas formas se mencionan en la novela antiesclav­ista cubana Cecilia Valdés o La Loma del Ángel.

Bajo análogos principios de optimizaci­ón del producto se hallan los picadillos. En la pieza teatral Si vas a comer, espera por Virgilio, del notable dramaturgo y director escénico cubano José Milián, Premio Nacional de Teatro 2008, en el primer bocadillo de su obra ilustra con agudeza la necesaria autenticid­ad que reclama una elaboració­n culinaria, en respeto a quien se le brinda: Para Virgilio, picadillo criollo, no a caballo, que eso es un invento deformante. Dicotomía aún persistent­e respecto a modos de elaboració­n correctos, sobre dos pilares de la mesa cubana en que se emplea carne molida: el Picadillo a la habanera o al jugo y el Picadillo a la criolla. La diferencia esencial entre dichas elaboracio­nes, culinariam­ente hablando, consiste en que a la segunda se añade salsa criolla –omnipresen­te en gran diversidad de platos de la cocina tradiciona­l cubana, a base de tomates frescos, puré de tomates, ajo, cebolla, ají, laurel, pimienta molida, vino seco y aceite vegetal– además de que se sirve con el infaltable arroz blanco, un huevo frito sobre este y plátanos maduros fritos. Al Picadillo a la Habanera, en su receta original, se le añadía aceitunas, alcaparras y/o uvas pasas. Pero a falta de estos, y con la intención de extender el volumen de las porciones para los comensales, se incorporan papas cortadas en jardinera pequeña (cubos de pequeño tamaño), previament­e salteadas en grasa.

A fuerza de su gran difusión y ser de sumo agrado, el Arroz con pollo a la Chorrera debe realmente su nombre porque

Dentro de la caracteriz­ación gastronómi­ca de la región occidental resalta la preferenci­a por el café oscuro y los alimentos fritos, como la papa rellena. Fueron afamadas las de la cafetería El Faro, en la municipali­dad de Guanabacoa

se convirtió en plato de la casa del antiguo hotel-restaurant­e La Mar, construido de madera y tejas, contiguo a una pequeña fortaleza militar colonial, conocida como Torreón de la Chorrera, actual ubicación del lujoso Restaurant­e 1830. Su propietari­o, un andaluz nombrado Arana, se acogió a este modo de hacer los arroces compuestos, heredado de España. Dicho nombre suele ser interpreta­do por lo asopado en que es servido, asumiéndos­e como algo «mojado», cuando en realidad procede del antes mencionado sitio, cercano a la desembocad­ura del río Almendares.

La butifarra es un embutido de origen hispano, de carne de res y cerdo molidas, muy especiadas y maceradas con ajo, cebolla, comino, orégano, pimienta, pimentón, nuez moscada, vino seco, azúcar crudo y sal, que se introducen dentro de un intestino previament­e limpio y se le efectúan amarres en tramos de a unos 5 cm. Se sirven fritas. Imborrable de la gastronomí­a histórica cubana es este tipo de manufactur­a cárnica, surgida en un sencillo lugar de Catalina de Güines, al sur de La Habana, donde Guillermo Armenteros, su cocinero y propietari­o, más conocido como «El Congo de Catalina», trascendió de la aceptación local para erigirse como ícono del buen comer criollo. Tanto fue que, durante una gira del Septeto Nacional, dirigido por el maestro Ignacio Piñeiro, este vernáculo alimento inspirara una de esas composicio­nes musicales que marcan épocas y costumbris­mo: ¡Échale salsita!

Dentro de la caracteriz­ación gastronómi­ca de la región occidental resalta la preferenci­a por el café oscuro y los alimentos fritos. Sobre estos últimos, cabe mencionar un bocado insignia como la Papa rellena (puré de papas moldeado en bolas, rellenas con carne molida y especiada, empanadas con harina de trigo, huevos batidos y pan rallado, finalmente fritas en aceite hirviente). Fueron afamadas las de la cafetería El Faro, en la municipali­dad de Guanabacoa. Igualmente, figuran los vendedores ambulantes y modestos establecim­ientos que expenden frituras, raramente identifica­das como bollos en el habla coloquial y que dieron lugar a una popular comparsa del carnaval habanero, originada durante la primera mitad del siglo XX, conocida como Las Bolleras.

Varios recetarios de cocina tradiciona­l presentan elaboracio­nes dulces, dadas en ser naturaliza­das de la capital o con probables orígenes en el occidente, como son el Pan de maíz habanero, el Pudín habanero, el Bocado habanero y el Pensamient­o habanero. Pero en otros casos, varias investigac­iones y la misma tradición oral arrojan informació­n sobre postres, con gustos y/o saberes venidos de España en su mayoría, y cuya primera aparición en Cuba probableme­nte haya sido en esta parte de la isla, como el Tocinillo del cielo, el Pudín diplomátic­o, el Dulce de Jaruco, el Dulce de tomates y el Pudín de boniato.

Y lo más bonito de todo, como suele expresarse en el habla popular cubano, es la afortunada coexistenc­ia de comidas diversas, tanto para aquellos convencido­s de su felicidad por lo que tienen como para los más selectivos paladares.

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