Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

El perfume del Nuevo Mundo

The Perfume of the New World

- TEXTO / TEXT: ENRIQUE MILANÉS FOTOS / PHOTOS: ROLANDO PUJOL

Tal vez si el cansancio, el estrés del largo viaje, el deslumbram­iento ante tanta desmesura y el recelo natural se lo hubiesen permitido, Cristóbal Colón se hubiera dado cuenta en su arribo a Cuba en 1492 de que los indios taínos que le recibieron no solo acostumbra­ban a prender canutos de hojas «cohiba», sino que por fuerza llevaban, en la piel, su olor.

Más observador, el padre Bartolomé de las Casas describió luego cómo los indígenas cubanos «chupan o sorben o reciben con el resuello para adentro aquel humo: con el cual se adormecen las carnes y casi emborracha, y así dicen que no sienten el cansancio», pero al parecer tampoco el buen fraile dominico se detuvo en el «fijador» de una hoja que 500 y tantos años después no pierde la fragancia de aquellos días.

El Almirante de la Mar Océana —que estampó en la historia una frase que los cubanos adoran— muy bien hubiera podido afirmar que llegaba a «la tierra más olorosa que narices humanas han olido», porque la fortuna, que al principio le fue tan esquiva, lo había hecho desembarca­r en la mismísima cuna del tabaco.

En efecto, suelo, clima, calidad de la hoja y centenario­s saberes para sembrar y torcer han hecho de esta Isla —larga y estrecha cual Habano— el emblema familiar de fumadores del mundo entero, sin embargo los aromas de la planta no dejan de conquistar terrícolas desde otro flanco: la perfumería.

Grandes firmas de la cosmética mundial apostaron en seguida por este filón de la solanácea. El Belle d'Opium y el Cuero noble, de Yves Saint Laurent; el Gucci by Gucci pour homme, de Gucci y el Lueur d'Issey homme, de Issey Miyake —preparados todos a partir de la mezcla del tabaco con hierbas, fragancias y especias que, unidas a él, seducen por igual a hombres y mujeres—, perfuman pieles muy sensibles con el espíritu del tabaco.

Si bien cada Habano se considera a sí mismo un «hijo único» que, del surco a la tabaquería, exige centenares de procederes manuales, el perfume que inspiran sus hojas no queda a la saga porque demanda —y luego devuelve a quien lo compra— «arrullos» muy particular­es.

Ciudad Maravilla, como fue declarada, también La Habana sabe prodigar esas atenciones. En la zona más vieja de su centro histórico urbano, justo en la esquina de las calles Mercaderes y Obrapía, un pequeño establecim­iento dedicado a la producción artesanal de perfumes enriquece su catálogo con aroma de tabaco.

En Habana 1791, que así se llama el lugar, producen desde hace tiempo una colonia

clásica llamada Tabaco, pero a raíz de las fiestas por el medio milenio de la urbe, celebrado el pasado 16 de noviembre, comenzaron a elaborar el perfume Maravilla, también con el sello de las vegas de Vuelta Abajo.

La especialis­ta Yanelda Mendoza López cuenta a Excelencia­s cómo escogen las mejores hojas para triturarla­s en un mortero antiguo y macerarlas por unos dos meses, con alcohol y agua destilada. Le siguen cuidadosam­ente su traza de olor hasta que esté lista la base de perfumes y colonias.

Antes analista química de la prestigios­a firma de perfumería y cosmética Suchel, Yanelda combina saberes académicos con otros naturales que le permitiero­n comenzar esta línea de perfume de tabaco en Habana 1791. «El olor del tabaco cubano siempre distinguió a La Habana colonial. Por eso lo rescaté», refiere la especialis­ta.

A partir de un estudio sobre los olores de La Habana colonial, Habana 1791 ofrece 12 productos principale­s que recrean esos días en que en la ciudad solo se hablaba de Cuba y España. Después vinieron perfumes con nombres locales como Noche Habanera, Dulce Habana, Caballero de París y Habana colonial… que aluden a sitios y personajes típicos de la ciudad.

Habana 1791 hace y vende además los perfumes Flor de amor, La mariposa cubana y Habana blues, pero —como a Excelencia­s— esas dos fragancias de tabaco interesan a muchos. Los turistas pasan, huelen las muestras en exposición y escogen qué llevarán: violeta, chocolate…

A menudo dicen: «¡Uh, tabaco…!» y toman un frasco para llevar a su país. Como se atiende personalme­nte, muchos optan por algo más fuerte, que realce el aroma del cubano que más labios «besa» en el mundo. Son tantos, que ni en la propia tienda saben a cuántos países ha llegado el líquido mágico que ellos preparan.

En esa esquina de la Habana Vieja, de la Habana Bella, se fabrican igualmente pequeños jabones con olor de tabaco y, para los prestigios­os festivales del Habano, disponen a pedido bolsitas de popurrí, con hojas perfumadas.

El arraigo de esta hoja, desde la extensa vega hasta la fabriquita en la ciudad, puede entenderse con un solo pase de nariz porque, pasajera común en ciertas fragancias masculinas, exalta por igual algunos perfumes de mujer. Tanto lo hace que, si aquel domingo 28 de octubre en que pisó «…la tierra más hermosa…» el Almirante de la Mar Océana se hubiera fijado mejor en aquellos seres nuevos para él, probableme­nte se percataría de que el aroma natural era otro de los atributos descubiert­os en el Nuevo Mundo: el del tabaco.

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