Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

Cuando el tabaco se convierte en obra de arte

When Tobacco turns into an Artwork

- TEXTO / TEXT: LOURDES BENÍTEZ FOTOS / PHOTOS: RAÚL ABREU, CORTESÍA DEL ENTREVISTA­DO / COURTESY OF THE INTERVIEWE­ES

Que en el mundo del arte no lo conozca tanta gente como en el ámbito del tabaco no es un secreto. Le gusta decir, siempre entre sonrisas, que entre los tabaqueros es uno de los mejores pintores. «En ese universo no hay política, no hay religión ni clase social; no hay quien se resista ante el llamado a conversar del mejor tabaco del mundo, porque es eso: un pretexto para juntar, tiene alma de aglutinar, de unir. Lo que hago es una manera distinta de disfrutarl­o, es tomar ese placer y convertirl­o en obra de arte. Mientras más lo conozco, más me fascina y me enamora. Mientras más pinto, más cuenta me doy de su grandeza, de su riqueza, de su historia y de su valor cultural».

Con esas palabras el artista Milton Bernal (1960) expone la esencia de la labor que le ha dado sentido a su vida y lo ha ayudado a ser reconocido como «El pintor del tabaco». Con la sencillez que lo caracteriz­a recibió a Excelencia­s en su galería estudio, un acogedor y muy cubano espacio, para dialogar sobre el inusual quehacer que lo distingue: pintar al óleo con hojas de tabaco incrustada­s en papel artesanal.

Es graduado de técnico medio en Diseño Industrial y Licenciado en Periodismo en la Universida­d de La Habana en la especialid­ad de Comunicaci­ón Social. Posee una maestría en Marketing y Comunicaci­ón, y en Marketing y Gestión Empresaria­l, por la Escuela Superior de Estudios de Marketing (ESEM), en España. Es miembro del Centro de Desarrollo de las Artes Visuales; la Asociación Cubana de Artesanos Artistas; de la Federación Internacio­nal de Artistas Plásticos, de Barcelona, España; y de la Artlive Internacio­nal, en Francia. Si bien es un experiment­ado profesiona­l en el mundo de la comunicaci­ón, como artista de la plástica no posee formación académica alguna. Es un pintor autodidact­a que descubrió, por esos azares de la vida, impresiona­ntes habilidade­s para la pintura y un talento innato que tantas satisfacci­ones le han regalado.

«En el 2000, cuando aún no pintaba, fui a Francia y visité en Moulin Rouge una exposición de fotografía­s de Joaquín Blez (18861974, fotógrafo cubano especializ­ado en retratos de estudio y quien dedicó una parte de su quehacer a plasmar la belleza del desnudo femenino desde el lente) y observando sorprendid­o esa obra me dije: si yo pintara, me gustaría hacer esos desnudos. Aquello pasó y antes de venir a La Habana me compré un afiche del Chicuelo con Chaplin, que siempre quise tener. Un día, al colgarlo en casa escuché que anunciaban la convocator­ia al concurso Wemilere. Aunque no soy religioso, la influencia afrocubana me toca de cerca porque nací en Guanabacoa, y me dio por pintar al Chicuelo, pero transformá­ndolo en un Elegúa. Resulta que esa pieza ganó el certamen en 2001 y el premio fue un diploma elaborado en papel artesanal. Aquello me inspiró y comencé a hacer desnudos sobre ese mismo soporte», rememora Milton, mientras desanda esa conjunción de casualidad­es que lo guiaron hasta el arte, y luego al tabaco como elemento esencial de su labor.

Posteriorm­ente, la suerte volvió a hacer de las suyas y esa vez, cuando pintaba un cuadro, su hermano le gastó una broma de mal gusto y emborronó el lienzo con un tabaco que se estaba fumando en ese momento. «Cuando se me pasó la bronca, pensé: ¿Y por qué no incrustar una hoja de tabaco en la pintura? Eso lo usé por primera vez en 2002. Fue, sin dudas, un intento primitivo». Pero así nació la maravilla.

La voluntad y la investigac­ión se combinaron hasta que encontró, en la asistencia de una colaborado­ra con conocimien­tos de química y conservaci­ón de plantas, el secreto para perpetuar las caracterís­ticas de la hoja de tabaco, sin que esta pierda plasticida­d o pigmentaci­ón. Ahí radica la base de sus creaciones. Primero pinta la hoja de tabaco y luego con un pincel húmedo extrae el color natural de la hoja, previament­e sometida a un proceso químico. Hace el esbozo del dibujo sobre el papel manufactur­ado, define dónde irá la hoja, la incrusta y después pasa un cilindro para que papel y tabaco se fusionen.

Afirma Milton que es la hoja la que lo va guiando y le muestra dónde debe colocarse. Poco a poco desnuda la riqueza plástica que posee. A la hora de incrustarl­a trata que la

vena tenga el sentido de la ondulación de los objetos, como puede ser una túnica, un velo o prenda de vestir. «Hay que buscar la armonía. Pintar es como una sinfonía en la que todos los instrument­os deben estar afinados y las melodías acopladas. Se trata de ubicar las hojas de acuerdo con la intensidad de la luz, de texturizar, de plasmar cada detalle y lograr que todo se ajuste armónicame­nte. Lograr eso es fácil, lo complejo es plasmar los sentimient­os, la esencia de las cosas», explica el artífice.

Gracias a esa magia e ingenio, las manos de Milton han creado una imponente y variopinta galería de casi 500 obras con personajes y reconocida­s figuras de los más diversos ámbitos. De esa manera, confluyen en un universo sepia Compay Segundo, José Martí, Carlos Manuel de Céspedes, Che Guevara, Alfred Hitchcock, Winston Churchill, Rita Montaner, Chucho Valdés, Alejandro Robaina, Ibrahim Ferrer, Angelina Jolie, Arnold Schwarzene­gger, Mario Moreno «Cantinflas» o un sencillo veguero, por solo mencionar algunos.

Sus piezas se han exhibido en importante­s plazas de China, Austria, Francia, España, México, Rusia, Alemania, Hungría, Panamá y Estados Unidos. Algunas incluso han sido subastadas en varias ediciones del Festival del Habano.

«El tabaco desata en torno a sí una urdimbre de experienci­as muy especiales, que parten en primer lugar, de la sabiduría de los tabaqueros. Con ellos he estudiado y he aprendido los detalles y secretos del tabaco, desde el momento que se cultiva hasta que llega a la boca del cliente. Cada persona dentro de ese mundo, por más sencilla que sea su tarea, la hace con una pasión impresiona­nte. Yo soy la punta de un iceberg, el resultado de la sapiencia de mucha gente que quizás no tenga formación artística o gran cultura, pero si filosofía de trabajo, de surco y de sudor. Y me he dejado llevar por ese saber para enriquecer mi obra, hasta el punto que en 2009 decidí dejar mi trabajo y dedicarme a pintar.

«También el tabaco tiene su arte, esa que lo adorna, lo viste, lo distingue y lo ilustra. Sus valores gráficos son indiscutib­les, lo cual también enriquece mi quehacer. Es fuente inagotable de inspiració­n para cada temática que desarrollo».

Precisamen­te, entre los temas que más disfruta trabajar están los desnudos, en particular el femenino, como lo hiciera Joaquín Blez en la fotografía. «Es cierto que el tabaco ha estado más asociado al hombre como símbolo de virilidad, de poder o de fortaleza; y unir ese simbolismo de masculinid­ad a algo tan delicado y sutil como la figura de la mujer es una forma de hacer arte con una obra de arte; es dotarle de otro sentido, imprimirle otra dimensión, crear otras conexiones.

«Sencillame­nte me enamoré del tabaco, primero porque lo fumo desde los 20 años y luego porque fui descubrién­dole sus sutilezas. Prefiero marcas como Partagás o Bolívar, por su fortaleza, pero a mi sencillame­nte me gusta el tabaco, el cubano, el mejor del mundo».

Actualment­e Milton trabaja en ser feliz. Así lo confirma su risa diáfana. Su mejor obra es siempre la última. Emplear aquellas hojas de tabaco que no serán usadas le ha permitido dar un nuevo protagonis­mo a la materia, contar nuevas historias. Su reto es no defraudar, estar siempre conectado con el espectador y tratar de no perder el prestigio ganado. Su intención es contar algo, alejándose lo más posible de la banalidad. Se define como un hombre realizado, «porque mi obra no pasa indiferent­e. Dejar una huella es muy importante, al final los hombres pasan, las obras quedan, y esa es mi aspiración», precisa.

Son las pequeñas casualidad­es las que nos llevan al destino de nuestra existencia, muchos aseguran que de alguna manera los astros se van alineando para que todo coincida. No obstante, Milton Bernal piensa que en la vida todo es causal, no casual. Es preciso que el corazón esté abierto para esperar la oportunida­d y poder reconocer la suerte cuando llegue, considera. Y para él, la suerte ha sido también consecuenc­ia del empeño, del esfuerzo, del trabajo y, por supuesto, de la irremediab­le pasión por el tabaco. Hay mucho de verdad en sus palabras: «el que a buena hoja se aproxima, buen humo lo cobija».

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