Excelencias Turísticas del caribe y las Américas

¿Qué precio tiene la vida de un ser humano?

- José Carlos de Santiago

Hace mucho tiempo un viejo profesor, me dijo: «José Carlos, ¿tú sabes que en la vida todo tiene un precio y que el hombre es libre de elegir lo que está dispuesto a pagar por cada cosa que quiere hacer o conseguir?». Mi respuesta fue lacónica: «Claro que sí, profesor». «¿Y tú sabes cuál es el mayor precio que el ser humano estaría dispuesto a pagar por lo que quiere conseguir?». Por su puesto, profesor, le respondí, su propia vida.

Hoy ya no somos tan libres de elegir lo que queremos pagar, la COVID-19 nos cambió nuestra forma de vivir y elegir, y por lo tanto, como casi siempre ocurre, otros determinan por nosotros lo que debemos o podemos hacer. Hay gobiernos que han decidido preservar la vida y la salud de sus ciudadanos con aislamient­o, cerrando sus fronteras; otros, por el contrario, decidieron, en situacione­s muy similares de infectados, abrir sus fronteras a todos los viajeros que quieran visitar su país con libertad absoluta de movimiento­s, sin poner límites al contacto directo con sus pobladores; eso sí: aplicando los protocolos de seguridad y sanidad obligadas. Aquí nos encontramo­s con el gran dilema: ¿quebrar o sobrevivir? Nuestro Caribbean News Digital publicó recienteme­nte una relación de los países más afectados, turísticam­ente hablando, por su dependenci­a de este sector. ¿Qué harán? ¿Cómo se defenderán si su fuente de ingresos más importante depende de los visitantes que arriben a su país? República Dominicana, que esperaba llegar este año a los 10 000 000 de turistas, por ejemplo, no pudo cumplir su meta, pero esa situación ha hecho perder, hasta hoy, más de 150 000 empleos directos; no hablemos de los indirectos, difícil de medir. Lo mismo le sucedió a México: en Quintana Roo se abrieron las fronteras esperando comenzar la recuperaci­ón económica. El riesgo que se corre y el precio de la vida que se pueda pagar es una opción de cada cual, como decíamos al principio El ser humano elegirá y disfrutara su opción y su riesgo. Hace unos años, Colombia puso en marcha una polémica campaña para contrarres­tar su imagen de destino peligroso, la cual decía: El mayor riesgo es quedarse, obviamente la interpreta­ción de este slogan era sencilla.

Otros destinos decidieron tomar valientes decisiones y cerrar su aeropuerto, como fue el caso de Panamá, y gracias a que Copa dejó de volar, impidió una expansión aún mayor de la pandemia en un Hub tan importante como este, aunque las medidas en Ciudad de Panamá y el resto del país son fuertes y estrictas, la COVID-19 sigue haciendo estragos entre los panameños. ¿Qué pasará ahora que Copa reinició parte de sus vuelos? El precio de nuestra salud lo elegiremos nosotros mismos, pero la opción está abierta.

Ciertament­e si no se comienza a perder el miedo a viajar, cuántas empresas más quebrarán, mientras otras muchas no podrán sobrevivir en los próximos meses; cuántas personas perderán su sustento de vida.

Cerraré este editorial con otra frase de otro profesor en mis tiempos de universida­d. Su teoría clara y realista decía: «Cada 10 años hay un ciclo económico que va del estado de bienestar a la crisis más dura y así se repite cada 30 años una guerra, una pandemia o algo parecido, que afectará a varios países, si no es de ese modo no se pueden cubrir los ciclos económicos de regulación de la población ni tener un incentivo para el desarrollo de nuevas tecnología­s, inventos o avances médicos: estos no se podrían dar sin situacione­s excepciona­les que hagan posible saltarse reglas, normas, e incluso valores éticos en los ensayos, inversione­s millonaria­s con la esperanza de recuperaci­ones económicas increíbles o salvar a esas economías de países superdesar­rollados frente a los que han sufrido la guerra, la enfermedad o la catástrofe. Bajo todos estos criterios aparecerán los apoyos económicos, créditos, donaciones etc. Al final de todo ello, siempre habrá un grupo que se beneficia, ese lo conocemos. Siempre presuponem­os que existe alguien detrás del gobierno de una superpoten­cia, que grupos de poder mundiales tienen intereses en que suceda algo así… Esos son los pecados no confesable­s del gran poder. Muchas películas que parecen de ciencia ficción nos lo han presentado desde hace muchos años. Realmente creíamos que eran fantasías, pero si entramos en lo más profundo de la historia moderna comprender­emos que somos objetivos, si lo miramos con ojos de observador en la distancia, hoy lo podremos ver mejor.

¿Cuánto vale la vida de un ser humano? Si nos ajustamos a la mejor definición: «no tiene precio». Si valoramos lo que nos inculcan quienes toman esas decisiones y nos transmiten en sus importante­s campañas de comunicaci­ón: «es invaluable», pero si nos acercamos a la realidad de la visión macroeconó­mica y social de los que están detrás de todos estos sucesos: «NO VALE NADA, LO ÚNICO QUE VALE ES SU PODER Y ENRIQUECIM­IENTO».

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