Excelencias Turísticas del caribe y las Américas
Hombre de alma cubana y universal
EUSEBIO LEAL FUE ADMIRADO SIEMPRE O, AL MENOS CON DEVOCIÓN, DESDE QUE SE CONVIRTIERA EN HISTORIADOR
DE LA CIUDAD DE LA HABANA EN 1967. A LO LARGO DE SU FECUNDA OBRA CREATIVA, LO ELOGIARON DESDE
LOS MÁS HUMILDES HASTA LAS MÁS ENCUMBRADAS FIGURAS DE SU PATRIA QUERIDA. PARTIÓ A UN MES DE CUMPLIR
SUS 78 AÑOS, PERO SE SABE QUE DESPUÉS DE MUERTO, COMO ESCRIBIERA LA GRAN POETA FINA GARCÍA MARRUZ, «CUANDO LO OLVIDEN LOS HOMBRES, TODAVÍA LO RECORDARÁN LAS PIEDRAS»
Martiano, fidelista y cristiano devoto, Eusebio no tolera los dogmas. Tampoco acepta la vulgaridad «popular». Cree en el pueblo real, no en sus caricaturas folclóricas, y el pueblo lo reciproca con admiración y afecto. Cree en el valor de la honestidad, que aprendió junto a su madre; cree en la pedagogía humilde, desencartonada y tierna, practicada por sus primeros maestros; cree en la Revolución que nació en 1868, triunfó en 1959 y sigue viva y vigente hoy; cree con pasión en el trabajo creador y en la perseverancia; cree en el amor, en la belleza, en la fuerza transformadora de la cultura, en la utopía; cree que la juventud puede y debe ser eterna; cree que la salvación del patrimonio y la memoria es el único modo de construir el presente y el futuro. Como Martí, no cree que la muerte sea el final. Y cree con fervor en la amistad.
No puedo describir qué es Eusebio para mí, porque Eusebio es indescriptible. Como indescriptible también lo que produce en cualquiera de nosotros, los cubanos, que no solo lo amamos, sino que aspiramos a seguir su cauce. (...) Es una personalidad excepcional, no solo por lo que como ser humano nos dice su presencia; no solo por la calidad de su obra escrita y oral, sino por la obra total, esa que nos acompaña y nos deleita por su valor, su sinceridad, su genialidad..., y que no podemos comparar con ninguna otra.
La sencillez y el ejercicio de la virtud cotidiana lo engalanan. Debemos mucho a su amor a Cuba, al sacerdocio con que asumió la recuperación del centro histórico de la capital y la generosidad y delicadeza que siempre ha tenido para sus amigos, así como el silencio y la displicencia hacia quienes no lo han valorado.
Declaro que para amar a un ser como Eusebio Leal, no es necesario irrumpir en su mundo íntimo. Basta conocer cuáles son sus desvelos, escucharlo hablar de sus maestros, de los grandes hombres que han calado en sus huesos y en la historia de nuestra nación, de José María Heredia, Félix Varela, José Martí y de tantos otros. Basta saberlo entre la gente de un barrio habanero, adentrándose en sus mundos tan disímiles, verlo caminar por una Habana bendecida por su devoción...
Respetuoso, simpático, muy honesto y bueno como ser humano, Eusebio Leal es delicioso como un cake de chocolate. Es un caballero de todos los siglos, alguien que aunque no lo vea en mucho tiempo, siempre está conmigo.
Hombres patriotas y revolucionarios que no sienten ni actúan por esquemas prefabricados, hombres y mujeres de caracteres disímiles, aunque de humanidades coherentes, en quienes las ideas no son pretexto de penitencia (propia y ajena) sino de emancipación y conocimiento. Lamentablemente cada vez son menos. Conforman una estirpe de la que todas las ortodoxias desconfían. Son vidas que no están signadas por el afán de supremacía sino por el ecumenismo y la inclusión. Haydee, Aida y Adita, Alfredo, Armando, Eusebio y muchos nombres propios que en sus a veces ignorados frentes no vieron el mundo en blanco y negro sino en tonalidades capaces de nutrir la infinita paleta de la gran causa humana. Debiéramos pensar en la falta que nos hacen personas como Eusebio. Debiéramos pensar en si estamos formando mujeres y hombres que den continuidad a su trabajo y al trabajo de otros colosos que se nos han ido. Debiéramos pensar si estamos alentando espíritus rebeldes, indagadores, que peleen su derecho a crear y a servir a su prójimo, como lo hizo Eusebio. Pensar en eso y actuar en consecuencia es la única forma de hacer en algo reparable una pérdida tan grande. Pensar en eso y actuar en consecuencia es lo único que nos hace dignos de nombrarlo.
Mi acercamiento a Eusebio data desde 1968, cuando comencé a estudiar la carrera de Arquitectura, y seguimos desde entonces, unidos por siempre. Su ejemplo personal, perseverancia y entrega lo convirtieron en mi guía espiritual de mi accionar patrimonial, siempre desde Cienfuegos; recordando en cada contacto su huella familiar, así como la validación que siempre hizo de la alta estimación que siente la comunidad sureña por su patrimonio. Lo acompañamos en la constitución aquella tarde en el hotel Ambos Mundo de la Red de Oficinas del Historiador y Conservador de la Ciudades Patrimoniales cubanas; bajo su presidencia, nos convocó y unió a todas las ciudades con valores patrimoniales y caracterizados por el trabajo desarrollado y el liderazgo de colegas de gran reconocimiento. Su autoridad y acción nos prestigió a todos y al patrimonio cubano, tanto dentro como fuera del país. Lo recibimos en esta hermosa ciudad en múltiples ocasiones, su presencia ya era toda una festividad y el pueblo lo esperaba con los brazos abiertos; disfrutaba mucho caminar, entrar a sus inmuebles y conversar con todos, fue feliz en Cienfuegos, donde se le reconoció por derecho propio como Hijo Ilustre de la Ciudad y La Perla. Lo recuerdo en la Asamblea Nacional del Poder Popular, como diputado, donde su compañía e intercambios, así como sus intervenciones valientes y certeras, nos hacía sentir muy orgulloso de estar a su lado, y sentirnos su amigo.
La grandeza de un hombre como Eusebio Leal hay que verla desde la aguda mirada al ser humano que caracterizó su modo de actuar, con una pasión por lo que creía justo y su preocupación por los demás, con un pensamiento de nuestros tiempos y una mirada de futuro. Ese profundo amor que profesó al patrimonio de la nación cubana y su praxis por su conservación, demostró por vez primera en Cuba, que los centros históricos podían ser epicentro del desarrollo de nuestras ciudades. El proceso de
rehabilitación promovido desde el ejemplo de Leal, no fue, precisamente, el de las edificaciones, sino el de los hombres que lo habitaban, sobre la base de que solo la cultura podía sostener la obra rehabilitadora, sin dejar de ver la dimensión económica que le permitiría materializar sus sueños. Esta ha sido la mayor enseñanza recibida de quien siempre será mi mejor maestro. Pensar siempre en la patria como lo supremo y en la colectividad de la obra del patrimonio cultural, lo llevó a crear la Red de Ciudades Patrimoniales de Cuba, institución que ha acompañado a los historiadores y conservadores de las ciudades patrimoniales de la Isla y se ha convertido en uno de sus principales aportes a la salvaguarda del valioso tesoro cultural cubano.
El erudito historiador, Dr. Eusebio Leal Splengler, amó profundamente a Bayamo y los bayameses. Su fallecimiento ocurre cuando se está fortaleciendo el trabajo de restauración y conservación del patrimonio material e inmaterial con la implementación de la Red de Oficinas del Historiador y Conservador de las Ciudades Patrimoniales de Cuba. Leal lega no solamente una vía económica, sostenible, para la restauración, elaborada de conjunto con el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, sino también una enseñanza, un magisterio de cómo hacerlo. Estuvo por vez primera en Bayamo en 1991, en el marco de la celebraciones por el Día de la Cultura Cubana, cuando se le entregó en la Plaza del Himno Nacional, frente a la tarja que recuerda el nombre de las doce bayamesas que protagonizaron el hecho, la Orden Félix Varela, momento que recordaba, según sus palabras, como uno de los más emotivos en su vida. Quiso que la primera edición cubana del Diario perdido del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes, se presentara aquí, en 1992. En la segunda villa pronunció discursos memorables. Con su partida física, la nación cubana pierde a uno de sus hijos más lúcidos. Nunca escondió su pensamiento y lo dijo donde debía. Amó a su patria. Leal se preocupó por las esencias sociales, cuántas personas desvalidas encontraron un asidero en sus palabras o en las obras que se materializaron en La Habana Vieja. La historia de la cultura cubana de los últimos 50 años no se puede escribir sin mencionar al Historiador de la Habana, Dr. Eusebio Leal Splengler.
Conocí a Eusebio Leal en septiembre de 1973 en la CUJAE al efectuarse la defensa de mi Diploma como arquitecto y precisamente relacionado con el valor histórico-cultural de la ciudad espirituana. Hombre dotado de una visión meridiana de lo que respecta al concepto del patrimonio histórico-cultural para los cubanos. Fue capaz de hacer ver que, al hablar de La Habana, hablaba de cada pedazo de Cuba culturalmente en su dimensión más abarcadora. Aglutinó en la Red de Ciudades Patrimoniales de Cuba a todas las ciudades iniciadoras y vinculadas históricamente en la formación de nuestra identidad cultural. Hoy no está con nosotros en los combates cotidianos, pero nos deja sembrado bajo nuestra piel, su férrea voluntad de conservar y rescatar a nuestro país culturalmente; lo aprendido con él tiene continuidad en cada una de nuestras ciudades patrimoniales, su poder de comunicación, enseñanza tenaz e inclaudicable y fe en el futuro, estarán siempre con nosotros.
Pocos en Cuba imaginaron el destino del patrimonio cubano, con tan grande ambición y tal vehemente esperanza como Eusebio Leal Spengler, durante la presente generación no se ha llevado a cabo otra empresa patrimonial de tal magnitud en Cuba, que, además, abarque los más diversos lugares de nuestra isla donde siempre ha estado su mano, su acertado juicio y su apoyo espiritual. Su ejecutoria sabia y precisa, los logros alcanzados por el «hombre de la noble Habana», iban transformando la cansada faz de la capital de todos los cubanos, en una hermosa y fresca «Ciudad Maravilla». Los años han pasado inexorablemente y nos han llevado su física figura, pero su vida ejemplar ha crecido y se ha hecho gigante, las sombras a las que se enfrentó nos hacen ver el valor de la luz que irradió en todas los confines del pensamiento y la acción donde puso su mano inquieta y siempre guiada por el corazón. ¡Cuba!, se ha ido el más grande intelectual revolucionario de nuestros tiempos, el hombre que subió de empleado de una bodega a paradigma de sapiencia y humanismo universal. Un día sus contemporáneos podrán decir a sus desdientes con inmenso orgullo, yo estuve allí, yo lo vi, yo conocí «Al Joven que logró lo que quería».
El medio de comunicación natural que he dominado en mi vida ha sido la danza. Me sentiría más segura si pudiera revelar mis sentimientos hacia este gran personaje, dedicándole una secuencia coreográfica. Pero, ¿qué debería mostrar en ese inusual ballet por Eusebio? He recibido de él los más puros sentimientos de admiración, amistad, solidaridad y amoroso apoyo. Hay en su palabra, su gesto y su acción una acendrada raíz patriótica. Que no solo se muestra espontánea y nítida, sino también arraigada en lo más profundo de nuestras esencias nacionales, de nuestra tradición ética. Hombre de cultura, está presente en él la sensibilidad artística, la inteligencia política y un poderoso sentido humanista. Si mi danza pudiera expresar estas razones y argumentos, con todo amor le otorgaría esa ofrenda creativa al amigo y al compatriota que nos honra.
Magda Resik, periodista, Directora de Comunicación de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana
Un hombre que es la diferencia, la singularidad, la excepcionalidad. Leal fue un hombre excepcional para Cuba y todo el universo pues nunca estuvo animado por vanidades y sabía otorgarle valor a sus orígenes humildes: A la vez de haber sido uno de los hombres más grandes de Cuba, ha sido uno de los hombros más sencillos que he conocido, un hombre despojado de todas esas vanidades propias de quien conquistó tantas glorias. La Habana fue una ofrenda de Leal a la nación, a Cuba, nos hizo sentir orgullosos de lo que poseemos, de lo que somos, de lo que representamos en el mundo.
Me ha acompañado en decisivos momentos de mi trabajo creativo con poéticas reflexiones, análisis reveladores y solidaria asistencia. Siento que es un privilegio vivir el mismo tiempo que Eusebio, un hombre de alma cubana y universal, de una estirpe cada vez más rara, y que me una a él la causa común por la belleza. Vivo agradecido de su amistad.
Aunque no poseo el don de la oratoria y la escritura, podría pasar horas elogiando a quien con perseverancia y pasión ha empleado toda su vida a levantar de las ruinas espacios que parecían insalvables, y hoy devienen majestuosos monumentos de la historia, la cultura y la vida de la nación cubana.
Dolor por este hombre íntegro, honrado y dedicado, de los que no hablaban de lo hecho o por hacer, solo de lo que estaba haciendo. Honrémoslo continuando su obra.
Mi compromiso hacia él es el mayor desafío que tengo. El ejemplo, la honestidad y la integridad de él es lo que me inspira a seguir adelante, su compromiso para con la protección del patrimonio es casi enfermizo, pero si no se ama así no se obtiene todo lo que él ha logrado, y digo él, pero también un excelente grupo de trabajo que con su inspiración y ejemplo logra resultados impresionantes. Si soy mejor persona es por Leal, si algo he aprendido del patrimonio cultural es por la oportunidad que me brinda y sigue brindando Leal para conocer nuestro patrimonio y el del Mundo.
Más que un jefe era un padre. El mío me dio alas, Leal me enseñó a volar, y justo por esa vocación y por su propia experiencia como niño se crearon muchos de los proyectos para la infancia en el Centro Histórico. Fue un restaurador, un arquitecto y un proyectista, quien abogó no solo por la preservación de la piedra, sino por el rescate de espacios habitados por jóvenes, madres, ancianos.
Cuando imagino a Martí hablar, por alguna misteriosa razón, me imagino que su verbo se hizo carne en la figura de Leal. Pasión convertida en acción y una obra humana, que está ahí, en la ciudad toda, que es y será testigo de la utilidad de sus pasos sobre el camino. Cuba está de luto: perdemos a un caballero, a un maestro, a un Quijote.
Murió un hijo, un extraordinario hijo de Dios y de la Patria. Con ella y con Él, con el corazón a flor de labios, vivió leal Eusebio; en el vórtice de la obra, en el huracán de la Revolución. Murió sobre el camino, andando, un predicador, un sacerdote, un pastor, un alfarero, un hermano, un amigo. Labró sobre las piedras de su Galilea habanera, sobre el alma de sus más humildes vecinos y en nuestros corazones, su propia resurrección.
La etimología de la palabra Eusebio, un nombre griego, quiere decir: el bueno y piadoso, el que trae la bondad y la virtud. Creo que pocas veces se ha visto en una persona que tenga puesto el nombre que lo define de una manera tan meridiana, tan transparente como Eusebio. Si a eso le sumamos el apellido Leal, ya tenemos concentrado las principales virtudes de este hombre. Siempre comprendió el momento histórico que estaba viviendo y en ese sentido fue un hombre no solo de su tiempo, sino también del futuro. Hombre de grandes pasiones, la más grande era Cuba y dentro de Cuba su historia, que conoció como pocos y explicó mejor que nadie.
No existe un rincón de la capital de Cuba que no tenga la impronta de Eusebio Leal, reconocido, entre muchas otras distinciones, con el Premio Excelencias por su extraordinaria obra. Desde 1967 en que fue designado Historiador de la Ciudad de La Habana, hasta su muerte que ha llenado de dolor a todo un pueblo, Eusebio Leal fue un batallador incansable, de alguien que jamás se da por vencido…
«Creo que lo más arduo fue la lucha por hacer prender una conciencia. Recuerdo cuando todo comenzó,
los años en que éramos tenidos por dementes. “Está loco, pero es trabajador”, decían, como consuelo piadoso, mientras yo comprendía que ese apelativo, ¡loco!, encarnaba un atributo para bautizar lo que
poco a poco pudimos ir acumulando. Y desde esa época acepté como parte mía tan noble dictado»
«Me duele cuando se desconoce el valor del patrimonio como activo moral. Otros atesoraron y ahorraron para nosotros hasta ayer. A nosotros nos corresponde hacerlo ahora para los que han de venir mañana. Ese concepto de acumulación ha creado a la ciudad, que es una invención de las personas cuyas referencias y razones afectivas deciden
plasmarlas en piedras, en espacios, en ambientes y en la vida cotidiana, en sus relaciones de amistad, en los lugares que
frecuentan» «He sido partidario de restituir los símbolos, porque creo firmemente en ellos; en su valor exclusivo y en cuánto puedan allanar el camino para una menos imperfecta comprensión de la verdad: esa que reside en la conciencia de cada individuo. Y todavía soy capaz de poner mi mano sobre tales vibraciones…»
«Debemos conmemorar La Habana de lo pequeño y de
lo grande, la de la cultura del detalle, la de la belleza que subyuga en lo aparente
y en lo que no lo es tanto; La Habana monumental que se entrelaza con los parques
y los jardines floridos; La Habana que danza al compás del tiempo, sin perder el equilibrio y la fuerza…»
«En lo personal, me duele cada calle o avenida que haya padecido la indolencia, el paso inexorable de los años o el deterioro, la falta de mantenimiento, el irrespeto a las regulaciones urbanísticas y, para rematar, la acción depredadora de vándalos e inescrupulosos. Muchas edificaciones elegantes, con techos de viga y losa, ya no existen en el Cerro, por ejemplo. Pero no podemos desmayar en nuestro empeño de restaurar la ciudad, palmo a palmo, y mirar con luz larga hacia el futuro» «Existe un momento en que la ciudad adquiere un valor simbólico, político. Es justo que se vean en ella los agravios del bloqueo y las condiciones terribles en las que se ha desarrollado la economía cubana en estos años. Todo ello ha dejado huellas evidentes. Hemos tenido primero que pensar qué comer, qué vestir, cómo transportarnos, cómo mantener nuestros centros de trabajo, la escuela, la salud. Pero no cabe la menor duda de que la ciudad tiene que ocupar una prioridad, porque es un símbolo mundial de la resistencia de Cuba. Y esa resistencia no puede verse como una bandera colocada sobre una montaña de ruinas. A eso llegaríamos si fuese necesario, pero no ha llegado el momento».
«Esta ciudad debe mirarse con los del amor. ¡Cómo no admirar, con ojos deslumbrados, aquello que por derecho nos pertenece, que es sagrado y ha de permanecer intocable!» «Muchos se preguntarán si es primero la industria o la poesía, el pan o la historia. Pero la realidad objetiva es que lo uno es tan necesario como lo otro. Sin ese pan de espíritu, sin esas raíces, sin esa preservación de la memoria social, nada seríamos, más que criaturas
consumistas»
«Tengo la sincera impresión de no haber hecho más que cumplir con el deber y el compromiso de la juventud de mi tiempo. En el bregar cotidiano he puesto, sí, toda la fuerza, todos los recursos a mi alcance e incluso los que parecían inalcanzables. Pero no pierdo de vista que esta obra necesita de los esfuerzos y los sacrificios de todos, principalmente de esa legión casi anónima de colaboradores sin los cuales sería otra esta historia»