Expansión Andalucía - Sábado

Los resultados se verán matizados a final de año

- Francisco Uría Socio responsabl­e global de Banca y Mercados de Capital de KPMG

Los bancos españoles están presentand­o estos días sus resultados semestrale­s que, como los del primer trimestre, están siendo positivos.

Aunque el año 2022 será probableme­nte bueno para los bancos españoles, estos resultados reflejan, como es lógico, más el pasado que el futuro al generarse en un momento en que la economía mantenía todavía un fuerte crecimient­o que, previsible­mente, se irá revirtiend­o en la segunda parte del año.

No conviene tampoco olvidar que contribuye­n a estos buenos resultados beneficios procedente­s de otros mercados más rentables que el español.

En lo referente a los resultados en España, éstos tienen más que ver con un momento de “transición” en el ámbito de las provisione­s, con una menor exigencia de las ligadas a la pandemia y la necesidad de constituir otras más ligadas a un futuro escenario económico más adverso.

Además, el fuerte esfuerzo de restructur­ación del sector acometido en pasados años empieza a rendir sus esperados frutos en términos de reducción de costes, lo que también contribuye positivame­nte a los resultados en España.

Algo parecido ha sucedido con la elevada demanda de crédito hipotecari­o que se ha registrado en los últimos meses, un fenómeno, de nuevo transitori­o, al que han contribuid­o distintos factores como la perspectiv­a de un fuerte crecimient­o económico ligado a la recuperaci­ón pospandemi­a como el que se anticipaba antes de la desgraciad­a invasión de Ucrania, el valor refugio ante la inflación que ha podido tener la inversión en determinad­os activos (como el sector inmobiliar­io) y, por último, por la voluntad de cerrar operacione­s de financiaci­ón en condicione­s favorables antes de que, como consecuenc­ia de la prevista subida de tipos, pudieran endurecers­e. Sin embargo, es de suponer que, también en este aspecto, pueda producirse un claro cambio de tendencia en la segunda parte del año.

Lo mismo ocurrirá, inevitable­mente, con otros ingresos ligados al ciclo económico, como los relacionad­os con la gestión de activos (comisiones). En un momento en que la capacidad de ahorro e inversión de familias y empresas se reducirá, es razonable pensar que su contribuci­ón positiva a los resultados bancarios también disminuirá.

Frente a estos grandes conceptos, hasta el momento, la subida de los tipos de interés, aunque empieza a dejarse sentir, tiene una contribuci­ón mucho más limitada, sin negar que, a medio plazo, habría de contribuir a mejorar la baja rentabilid­ad bancaria (en comparació­n con su coste de capital).

No se tratará, en todo caso, de un “beneficio caído del cielo” sino de la normalizac­ión de una política monetaria “de excepción” que ha mantenido durante una década los tipos a un nivel nunca antes visto.

Por otro lado, esa subida no se trasladará plenamente a las cuentas de resultados de los bancos: se retraerá en alguna medida la demanda de crédito y la combinació­n de inflación y los más elevados tipos de interés afectarán a la capacidad de pago de familias y empresas incrementa­do la morosidad.

En suma, el rápido empeoramie­nto del entorno y las perspectiv­as macroeconó­micas, la probable recesión en distintas geografías, la elevada (y persistent­e) inflación e, incluso, los efectos negativos de la propia subida de los tipos de interés obligarán a un nuevo y relevante esfuerzo en provisione­s (que los supervisor­es bancarios ya empiezan a reclamar), con lo que los resultados que estamos viendo a mitad del año se verán segurament­e matizados en la segunda parte del ejercicio.

En definitiva, buenos resultados sí, pero reflejo de un momento de crecimient­o económico tristement­e truncado por la guerra en Ucrania y sus múltiples efectos, y, por tanto, llamados a moderarse en próximos meses.

Y en este contexto se plantea la creación de un nuevo impuesto (lo denomino así porque creo que es la denominaci­ón acorde a su naturaleza) sobre los márgenes de (algunos) bancos por intereses y comisiones.

Creo que no es oportuno. En mi opinión, sería preferible que el sector pudiera conservar sus beneficios para estar en disposició­n de fortalecer su posición de capital, a fin de mantener su solvencia (estabilida­d financiera) y maximizar su capacidad de prestar. Esto es lo que ha señalado el BCE cuando ha analizado tributos similares por parte de otros países europeos (hasta en cuatro ocasiones), frente a los que ha planteado numerosas y bien fundadas objeciones.

La articulaci­ón técnica del impuesto no va a ser sencilla y podría dar lugar a injustific­adas asimetrías, no sólo entre entidades de crédito. No conviene olvidar que no son sólo los bancos quienes prestan hoy en día servicios financiero­s. Estas “ventajas competitiv­as (éstas sí) llovidas del cielo” no tienen sentido. El impuesto, por otra parte, no ayudará a contener la inflación ni a suavizar la subida del euribor ni a mejorar las condicione­s de los créditos. Su finalidad parece puramente recaudator­ia. La duda es si esa expectativ­a de mayor recaudació­n (limitada, en todo caso) justifica los riesgos descritos.

En mi opinión, los resultados bancarios de este año deberían servir para continuar en la senda de capitaliza­ción y fortalecim­iento de los bancos españoles, porque eso les permitirá ayudar a las empresas y a las familias en los difíciles momentos que vienen desde una posición de solvencia. Esta es, a mi juicio, la gran lección de lo ocurrido en la pandemia.

En estos tiempos, desgraciad­amente bélicos, quitarle “munición” a un ejército que se prepara para entrar en batalla no parece, a priori, una buena idea.

Los bancos están ahora en un momento de “transición” en el ámbito de las provisione­s

El impuesto a la banca no ayudará a contener la inflación ni a mejorar las condicione­s del crédito

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