La inflación se acelera y escala hasta el 10,8%, el nivel más alto desde 1984
Los precios se aceleran seis décimas en julio, debido al incremento la factura de la luz y la subida de la alimentación y la ropa. La inflación subyacente también se eleva otras seis décimas, hasta el 6,1%.
Nueva vuelta de tuerca a los precios en julio, con una inflación que cada vez afecta a un mayor número de productos y, especialmente, el vestido y el calzado, donde las rebajas apenas se han notado este año. El índice de precios de consumo (IPC) se disparó al 10,8% en el séptimo mes del año, en comparación con el mismo periodo del año anterior, de acuerdo con los datos que publicó ayer el Instituto Nacional de Estadística, seis décimas por encima del dato de junio y ya un punto por encima de la cifra de marzo, cuando el Gobierno aprobó el paquete de medidas para contener la inflación. Con ello, los precios alcanzan su máximo ritmo desde septiembre de 1984, lo que significa que los consumidores están tirando de ahorros para mantener un nivel de consumo creciente (ver información en la página 22).
En concreto, la nota de prensa del INE destaca que el incremento se debe fundamentalmente “a la subida de los precios de los alimentos y bebidas no alcohólicas, de la electricidad y al comportamiento del vestido y calzado, cuyos precios bajan menos que el año pasado”. Dicho de otra forma: aquellos consumidores que, ante la fuerte subida de los precios de que viene observándose desde hace un tiempo decidieran esperar a la temporada de rebajas de verano para renovar su armario, habrán quedado bastante decepcionados por la escasa magnitud de los descuentos. De hecho, aunque el INE todavía no ha publicado el desglose de los precios, si en los años anteriores se observaba un recorte medio del IPC en julio de ocho décimas respecto a junio, este año el ajuste es mucho menor, de apenas dos décimas. Y, además, la inflación subyacente, la que excluye los productos energéticos y la alimentación por considerarlos más volátiles, también se eleva otras seis décimas, hasta el 6,1% anual, lo que también apunta a la propagación de estas subidas de precios por un número cada vez mayor de bienes y servicios.
Más extendida
Con todo ello, la inflación está cada vez más extendida por todo tipo de productos, ya que el incremento de los costes de la electricidad y de los carburantes (que, si bien es mas atenuado que en los meses anteriores, sigue siendo muy significativo) se está repercutiendo a numerosos bienes de consumo, como es el caso de la cesta de la compra. Hay que tener en cuenta que la industria alimentaria ha sufrido una fuerte subida de costes, dado que al incremento de los precios del transporte hay que sumar también los pesticidas y abonos, entre otros. Además, los establecimientos ligados al turismo (hoteles, restaurantes, determinadas tiendas...) también están incrementando precios, ante rápida recuperación de los visitantes, especialmente los internacionales, que empieza a desbordar a la oferta. Y esto se extiende también en el mes de julio a la moda, tanto por la subida de los costes de fabricación como por las compras de los turistas y las de los españoles, que se habían mantenido en los últimos meses a la espera de las rebajas, como sugiere la atonía del Comercio Minorista en los meses previos.
Sin embargo, este dato que queda por encima de las expectativas de los analistas (Funcas apostaba por un 10,4%, cuatro décimas menos) no ha impedido que el Ejecutivo mantenga sus promesas de actualizar las pensiones con el IPC medio anual, pese a que eso se pueda llevar por delante 14.000 millones de los Presupuestos Generales del Estado. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, confirmó ayer que las pensiones subirán conforme a los precios y quedarán fuera del pacto de rentas que el Gobierno está pidiendo a agentes sociales para hacer frente a la escalada inflacionista. “No hay objeto de negociación, se tiene que cumplir la ley”, remarcó el presidente Sánchez, que sí contempla una pérdida de poder adquisitivo para los empleados públicos, por ejemplo. Asimismo, el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, también reconoció la “complicada” situación inflacionista, pero insistió en la revalorización de las prestaciones. “Los pensionistas tienen que estar tranquilos de que su poder adquisitivo se mantiene porque, precisamente en situa
ciones como ésta, la acción protectora de la Seguridad Social se despliega”, defendió.
Espiral
Sin embargo, esto no significa que la inflación no sea uno de los grandes motivos de preocupación para el Ejecutivo, principalmente porque lo que en un principio parecía algo pasajero se ha ido enquistando, y “los factores que hacen que este proceso se extienda más en el tiempo se van prolongando”, señaló Escrivá, si bien el ministro también añadió que espera una moderación de la tendencia una vez que se pongan en marcha las restricciones a la política monetaria por parte del Banco Central Europeo. Sin embargo, lo cierto es que esta moderación se ha ido posponiendo de forma constante desde la primera vez que el Gobierno señalara que la subida de precios era transitoria, en noviembre del año pasado. Desde entonces, el IPC se ha duplicado y, si se tiene en cuenta que el incremento en julio de 2021 ya era muy sustancial, el incremento acumulado en los últmos dos años roza el 14%.
Todo ello tiene efectos muy lesivos para la economía. El primero y más evidente es el el impacto en el consumo que, si sigue creciendo, lo hace a costa del ahorro acumulado por las familias durante el confinamiento. El segundo es la competitividad de las empresas, dado que, al estar las expectativas de los agentes económicos ancladas en cifras de inflación más elevadas, también se elevan las exigencias salariales por parte de los sindicatos. Y, como la mayor parte de la inflación viene por el lado de los costes, esto no repercute en un mayor margen de beneficios. Ademas, a esto hay que sumar el hecho de que la inflación es más elevada que en otros países de Europa, lo que aumenta la pérdida de competitividad internacional (ver información abajo). Y este menor margen de beneficios, además, drena recursos que podrían ir a la inversión.
Las mayores expectativas de precios estimulan las reivindicaciones salariales