Criptomonedas: nuevo activo, viejo problema
Si la quiebra de FTX y el posterior colapso de todo lo relacionado con las criptomonedas nos han demostrado algo es que esta vez tampoco ha sido diferente en lo que se refiere al sector financiero y el riesgo. Puede que el producto que está en el centro del actual colapso del mercado sea de alta tecnología, pero los detalles de cómo hemos llegado hasta aquí reflejan muchos aspectos de la crisis financiera de 2008, y de otros períodos de especulación financiera como la burbuja tecnológica, o incluso la fase previa al colapso del mercado bursátil en 1929.
Empecemos por el catalizador de la crisis. FTX no es “demasiado grande como para impedir su caída”, pero como ocurrió con los bancos en la crisis de las hipotecas subprime, fue un negocio de trading, Alameda Research, creado por el fundador de FTX, el que realizó las operaciones opacas que provocaron el colapso. Los simples préstamos o la creación de mercados se vuelven aburridos; la tentación de obtener mayores beneficios y riesgos a través del trading es grande.
Que Alameda pudiera realizar sus operaciones con criptomonedas en la plataforma FTX, beneficiándose potencialmente de información que otros operadores de la misma no tenían, también recuerda de qué formas pueden negociar los grandes bancos, por ejemplo, activos de materias primas, pero también comprar los bienes físicos que se negocian, lo que en esencia les da información preferente.
Este tipo de conflicto de intereses saltó al primer plano hace varios años con el escándalo de acaparamiento de aluminio de Goldman Sachs en 2013. También está omnipresente en el ámbito tecnológico, donde empresas como Amazon actúan a la vez como plataformas de comercio y proveedores de sus propios productos. Pero es aún más problemático con las fintech, que combinan todo el riesgo de complejas transacciones financieras con la opacidad de los algoritmos de las grandes tecnologías.
Es el caso en especial del mercado de criptomonedas, donde los bienes que se negocian están totalmente desconectados de la economía real. ¿Qué esperanza puede albergar un inversor de entender semejante caja negra? Aunque FTX operaba en el entorno digital, su desaparición fue totalmente analógica. Cuando se hizo evidente que tenía problemas, se produjo la clásica retirada masiva de depósitos. Los inversores querían retirar 5.000 millones de dólares, pero la plataforma sólo tenía 900 millones en activos vendibles, frente a 9.000 millones de pasivos. Es inexcusable. Dado que FTX es una plataforma de trading, en teoría no había ninguna razón (aparte del mal juicio) para que no hubiese reservado sumas suficientes para reembolsar el 100% del dinero a sus clientes en cualquier momento.
Pero la industria de las criptomonedas no es la única parte del sector financiero a la que le gusta mantener el menor capital posible frente a los riesgos del día a día. Los grandes bancos de EEUU tienen un 13% de capital contra sus activos (es decir, los préstamos), frente al 8% de 2008, pero ejercen fuertes presiones para que se relajen los requisitos. Algunos reguladores se inclinan por dejar que los bancos se salgan con la suya, con la esperanza de que puedan dar un mayor respaldo al mercado estadounidense de bonos del Tesoro, que precisa compradores en una época de desvinculación comercial y monetaria. No importa que EEUU probablemente se dirija a una recesión, y que inversores como Paul Singer adviertan de un entorno de mercado en ciernes diferente a todo lo visto desde la Gran Depresión.
Bucle cerrado
Todo ello sugiere una pregunta más amplia: ¿para qué sirve realmente todo este trading especulativo, ya sea de criptos o de derivados? ¿Tiene alguna relación con el papel tradicional de la industria financiera, que es la canalización del ahorro productivo hacia la inversión productiva? ¿O se trata principalmente de mover los activos existentes (reales o virtuales) en un bucle cerrado de financierización que beneficia en gran medida a un pequeño puñado de ricos operadores? Y si esto es así, ¿por qué seguimos permitiéndolo? Parece que tiene poca utilidad social.
Esta es una pregunta especialmente relevante para los mercados privados de criptomonedas. Apoyo los esfuerzos de los bancos centrales para crear monedas digitales soberanas, que en última instancia crearán un sistema financiero más eficiente y productivo. Pero la idea, defendida por muchos de sus partidarios, de que las monedas digitales privadas ofrecen de alguna forma gran cobertura para un mundo posterior a la expansión cuantitativa en que la política monetaria flexible y los estímulos fiscales crearán una inflación aún más gigantesca siempre me ha parecido algo ingenua. ¿Habría operado alguien con estos productos si no estuviéramos al final de un largo ciclo de dinero fácil? La respuesta parece ser no, dado el efecto dominó sobre los criptoactivos, desde los Winklevoss, que se han visto obligados a suspender las retiradas de su programa de criptopréstamos, a los problemas de otras grandes entidades de préstamos como BlockFi y numerosos otros brókeres y hedge fund de criptos.
En otro paralelismo con las crisis financieras del pasado, incluso las auditoras que debían examinar las cuentas de dichas instituciones parecen cuestionables, lo que no es una sorpresa dado que las normas contables para las criptomonedas son, en el mejor de los casos, exiguas. Al igual que en 2008, tanto la regulación como la responsabilidad del sector privado eran deficientes. El sector bancario formal, y aún más los bancos en la sombra, han conseguido convencer a los reguladores durante décadas de que son un sector “especial” capaz de gestionar el riesgo que otros no pueden.
¿Por qué seguimos permitiendo que crezcan y exploten burbujas tan evidentemente especulativas? Tal vez porque los alquimistas financieros son muy buenos vendiendo su giro a los políticos. Antes de que FTX implosionara, su fundador Sam Bankman-Fried, era un gran donante de los demócratas y estaba llevando a cabo una importante ofensiva en Washington para legitimar el sector cripto. Como siempre, el dinero y el poder son dos caras de la misma moneda.