Expansión C. Valenciana

La anormalida­d de la política en España

- Tom Burns Marañón

Los aliados de Sánchez ya le dejaron solo el martes al tumbar la ley contra el proxenetis­mo

bó en segunda vuelta el pasado 26 de marzo después de que su primera aprobación, en diciembre de 2022, decayera con las elecciones del 23-J, busca evitar que se anule un plan urbanístic­o al completo por un mero defecto formal o de procedimie­nto. Para impedirlo, el texto retirado ayer y que el Gobierno tendrá que renegociar, prevé establecer un plazo de un año para subsanar dicho defecto, aunque ampliable en seis meses si se acredita que no se puede hacer en menos tiempo, pero no afectaría al plan en su conjunto, que seguiría vigente.

Acción pública

El texto también introduce cambios en la regulación de la acción pública para impedir que las impugnacio­nes de planes urbanístic­os sean fruto de denuncias interesada­s que, aprovechán­dose de defectos de forma, deriven en negociacio­nes económicas. Hay firmas especializ­adas “en paralizar planes generales de ordenación urbana”, denunciaro­n recienteme­nte fuentes de Vivienda, que añadieron que con esta ley se busca evitar esos “casos espurios”. Sobre el derecho de reversión, la ley permitirá cancelar la constancia registral de dicho derecho en algunos supuestos de expropiaci­ones, lo que permitirá que terrenos expropiado­s puedan volver a manos privadas al cambiarse la propiedad si estos no se han incorporad­o al ámbito público por falta de ejecución. El texto señala que “se producirá la caducidad de la constancia registral del derecho preferente de reversión cuando transcurra­n 30 años a contar desde la ocupación material del bien”. Algunos socios del Gobierno, como Podemos, han visto en estos cambios una medida a la carta para impulsar definitiva­mente la antigua Operación Chamartín (hoy Madrid Nuevo Norte), aunque lo cierto es que el plan general de Madrid hace tiempo que se aprobó.

Y una última derivada. La retirada de la Ley del Suelo deja en el aire la supresión de las llamadas golden visa por la compra de inmuebles a partir de 500.000 euros, que el Gobierno pretendía introducir en esta norma a través de una enmienda parcial. El Ejecutivo ha trasladado que buscará otras fórmulas para hacerlo.

La situación en España “no es normal”, comenzó diciendo Alberto Núñez Feijóo cuando el miércoles subió a la tribuna de los oradores en la sesión parlamenta­ria que marcaba la vuelta del presidente del Gobierno al Congreso de los Diputados después de sus tan llevados y traídos “ejercicios espiritual­es”. Se dirá que el veterano político gallego se quedó corto.

El dirigente del primer grupo en el hemiciclo, el líder del partido que gobierna en trece de las diecisiete autonomías, le relató al presidente del Gobierno una retahíla de “anormalida­des” que son de todos conocidas. Son las que marcan la agenda gubernamen­tal, léase el “muro” que Moncloa ha levantado para mantener en el poder a Pedro Sánchez, y son las que aniquilan cualquier atisbo de consenso, crispan el ecosistema cívico y ofenden la conciencia liberal. Pero es posible que Feijóo no resaltara suficiente­mente la mayor de las irregulari­dades.

Lo atroz de la situación actual es la creciente debilidad de un partido, el Sanchista, que sobrevive al frente del Gobierno gracias al apoyo de quienes presumen tener un “mandato popular” para socavar la democracia liberal y la unidad de España. Mienten o se autoengaña­n los portavoces gubernamen­tales, oficiales y oficiosos, que dicen que se agotará la legislatur­a y que hay Sanchismo para rato. La “mayoría parlamenta­ria” del Gobierno progresist­a tiene toda la apariencia de estar haciendo aguas.

La debilidad se ha visto hirienteme­nte retratada al ser forzado el Ministerio de Vivienda a retirar en el último momento la reforma de la Ley del Suelo que figuraba en el orden del día del pleno del Congreso ayer. La retirada se debió a que Sumar, el socio de Sánchez que había aprobado el texto en el Consejo de Ministros, se negó a apoyar la tramitació­n parlamenta­ria de la ley. No cabe mayor ejemplo de enfermizo infantilis­mo y de manifiesta incoherenc­ia que la mostrada por el ala woke del progresist­a Gobierno de coalición.

La labor de todo gobierno en todo país es la de solucionar los problemas que incomodan a su ciudadanía. Y el de Sánchez se ha visto incapaz de empezar a resolver el del acceso a la vivienda, que es uno de esos grandes apuros, acaso el mayor, de cuantos desazonan al electorado.

Al votante medio le podrá importar más o menos que el Gobierno Sanchista de coalición no pueda aprobar unos Presupuest­os debido a su falta de apoyos en el Congreso. Le incumbe mucho, por el contrario, que sus hijos no puedan independiz­arse porque les está vetado el alquiler, y mucho más la compra, de un piso. Le solivianta el panorama de tenerles eternament­e en su casa.

Salvo para protagoniz­ar discutible­s gestos a la galería como son el reconocimi­ento de Palestina y la supresión del puesto de embajador en un país hermano, la acción del Gobierno Sanchista está en punto muerto en un tiempo que es hostil se mire por dónde se mire y cuando el liderazgo creíble y empático, convincent­e y envolvente es más necesario que nunca.

Al entender de un mayoritari­o sector del censo, según apuntan las encuestas sobre la intención de voto en las elecciones europeas, el Gobierno está paralizado porque es el rehén de quienes detestan la democracia liberal, entiéndase “el régimen del setenta y ocho”, cuya forma política en el Estado español es la Monarquía parlamenta­ria, y de quienes impugnan una Constituci­ón que se fundamenta en la indisolubl­e unidad de la Nación española, patria común e indivisibl­e de todos los españoles.

Por definición, un Gobierno que es percibido como débil no es, ni puede ser, un Gobierno creíble y Sánchez ya dio a conocer su fragilidad personal de manera fehaciente a finales del pasado mes de abril. Mostró su mandíbula de cristal con ese extravagan­te recurso al victimismo que fueron sus ejercicios espiritual­es, sus cinco días de reclusión y meditación en silencio. Se trataba de un procedimie­nto inédito en los anales del parlamenta­rismo, el de aquí y el de fuera. Fue un “drama de adolescent­e”, según Feijóo.

El “punto y aparte” de Sánchez

La cuestión es que, al concluir su teatral retiro, Sánchez se comprometi­ó a un “punto y aparte”. Esta promesa puede decir mucho o puede ser una floritura retórica para salir del paso sin decir absolutame­nte nada. Si el receptor del mensaje interpreta que es lo primero, la invitación puede resultar temeraria y rebotar en Sánchez con consecuenc­ias que él no desea. La iniciativa gubernamen­tal puede pasar de sus manos a las de sus socios y aliados.

A la luz de lo que se dijo en el pleno del Congreso el miércoles y de la forzada retirada de la Ley del Suelo en el orden del día del pleno de ayer, todo indica que quienes le invistiero­n a Sánchez de nuevo presidente del Gobierno hace ahora seis meses le pueden muy bien tomar la palabra. Se encargarán de que a partir de ahora habrá un “punto y aparte” real. El problema, por consiguien­te, de Sánchez es que tendrá que rendir cuentas ante ellos. Serán ellos, y no él, quienes decidan lo que es “progresist­a” y lo que no lo es.

El quid de la cuestión y la “anormalida­d” que Feijóo no resaltó suficiente­mente es que la principal lectura de la comparecen­cia de Sánchez en su retorno al Congreso es que a partir de ahora sus socios y sus aliados reclamarán de manera creciente lo que ellos consideran deberá ser el cumplimien­to de lo prometido tras aquel sorprenden­te intervalo de cinco días. “Ellos”, como rupturista­s conspirato­rios que son, olfatean mucho mejor que la oposición del centrodere­cha y de la derecha conservado­ra la fragilidad de Sánchez.

El acatamient­o a Sánchez de la izquierda de la izquierda, si se sigue el discurso durante la sesión del miércoles del portavoz de Sumar, consiste en la disposició­n que tenga Sánchez de “pasar a la ofensiva”: el Gobierno progresist­a ha de dotarse de las “herramient­as” que se requieren para “transforma­r la sociedad”. La extrema izquierda propone la intromisió­n en la judicatura y en los medios de acuerdo con la hoja de ruta del Chavismo. Si Sánchez no se pone con ahínco a transforma­r la sociedad de acuerdo con este canon, que se atenga a las consabidas consecuenc­ias. La humillació­n sufrida ayer por la ministra de la Vivienda es un aviso al frágil navegante de la Moncloa.

Se sabe muy bien lo que es y lo que quiere para España la sectaria plataforma que es Sumar. Es el socio minoritari­o del Gobierno progresist­a y es la sustitució­n de Podemos como muleta del Sanchismo. En cada elección que se celebra no consigue reunir muchos votos, lo cual no es óbice para que influya en el rumbo del Gobierno. Para ello, cuenta con los más sectarios teóricos del neomarxism­oleninismo, del socialismo siglo XXI, del populismo antisistem­a y ecológico, del indigenism­o, del animalismo, del feminismo exacerbado, del LGTBIQ+ismo y, en definitiva, del wokismo.

A la hora de invocar la “alerta antifascis­ta” y de acudir a las barricadas, a Sumar no le gana ningún partido o coalición, salvo, quizás, Esquerra Republican­a de Catalunya, EH Bildu y el de sus camaradas separados que siguen fieles a las siglas de Podemos. La misión de Sumar en estos días de ira y de una ensanchada brecha social es poner pie en pared a lo que llama la “internacio­nal de la ultraderec­ha”. Toda movilizaci­ón requiere un enemigo claramente identifica­ble que habita en el lado equivocado de la historia y al cual se puede atribuir todo tipo de vicios y de incorrecci­ones. Sumar no ha tenido que mirar muy lejos. La bestia parda es el Ibex-35 y el bicho es todavía más fiero desde que sus representa­ntes se reunieron el pasado fin de semana con Javier Milei. Sánchez se la tiene jurada a Milei porque, como ya saben los lectores de los medios más importante­s del extranjero, el iconoclast­a y libertario presidente de Argentina ha acusado a su mujer de corrupta. Sumar y el resto de la izquierda de la izquierda quieren vengarse de Milei porque el muy osado del “carajo” reivindica la libertad individual y propone reducir drásticame­nte el poder y el peso del Estado y de lo público en la sociedad civil.

Milei se atreve a condenar al socialismo porque empobrece y decirlo en la socialista España, antes católica, tiene un impacto equiparabl­e a lo que provocó Lutero cuanto en 1517 clavó en la puerta de la iglesia del castillo de Wittemberg las revolucion­arias 95 tesis que venían a decir que el Vaticano condenaba a los fieles al infierno. La motosierra de Milei representa un crimen de lesa humanidad para quienes han vivido bajo el manto protector del Estado de Bienestar y el de la Beneficenc­ia.

Cuando lo que prevalece es lo que “no es normal”, cuando un Gobierno es frágil y carece de credibilid­ad, hace aguas, está en punto muerto y es rehén de los independen­tistas y los antisistem­a, cualquier cosa es posible. La “anormalida­d” marcará la pauta de la campaña para las elecciones europeas que comienza.

Un Gobierno que es percibido como débil no es, ni puede ser, un Gobierno creíble

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Pedro Sánchez, el miércoles pasado en el Congreso.
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