Las alianzas peligrosas

Yolanda Díaz ha optado finalmente por agarrarse a un clavo incandescente para intentar salvar su ocurrencia de topar los precios de los alimentos de primera necesidad en mercados que están plenamente liberalizados y sujetos a competencia. Se sospecha, con indicios más que sobrados, de que cuando lanzó la propuesta ella pensaba en una medida intervencionista al más puro estilo de cualquier economía planificada pero, ante la avalancha de críticas y descalificaciones vertidas incluso desde el propio Gobierno al que pertenece, decidió hacer un escorzo en el aire para intentar maquillar su error. Para hacer creer a todos los que ponían el grito en el cielo por su iniciativa, tachándola como poco de insensata, que todo era un malentendido y que lo que ella pretendía ya lo habían hecho antes dos tipos de derechas como Nicolas Sarkozy o Richard Nixon. La idea inicial de Yolanda, tal y como se anunció, se parecía como un huevo a una castaña a la iniciativa que hace más de diez años tomó Sarkozy para establecer lo que se llamó “la cesta de los básicos”. Por aquel entonces Sarkozy, acuciado también por un problema de precios, se reunió con las grandes cadenas de alimentación para animarlas –en ningún caso obligarlas– a ofrecer unos cuantos productos de primera necesidad y de calidad a precios atractivos. El experimento no salió bien ni para Sarkozy, que buscaba apuntarse un tanto, ni para las empresas, porque se crearon unas expectativas que luego fueron defraudadas. Ni los productos se rebajaron sustancialmente –en una economía competitiva y en un sector como el de la alimentación los márgenes están ya muy ajustados–, ni la calidad era la que esperaba el consumidor. Díaz se ha dado cuenta, como lo ha hecho todo el mundo, de que la inflación ha hecho mella en las economías familiares y que uno de los momentos en los que ese deterioro económico es más evidente es cuando pasas por la caja del supermercado y compruebas que cien euros no dan para nada. Y necesitada como está de encontrar votantes ha decidido hacer campaña sobre el terreno para ver si de una vez por todas su plataforma Sumar deja de ser algo más que una entelequia. La reconsideración improvisada de su idea inicial llevará finalmente a Yolanda, como mal menor, a intentar copiar lo que en su día se hizo en Francia, aunque es previsible que acabe con el mismo fatídico resultado de pérdida de reputación tanto para el político como para las empresas por mucho que se intente posteriormente dulcificar el resultado. De momento, la idea de Carrefour de dar visibilidad a su campaña de márqueting de treinta productos básicos a treinta euros, ligándola a la propuesta de Yolanda Díaz de intervención de precios tiene muchas papeletas de provocarle un problema de reputación a la propia empresa. Al ligarse a una iniciativa política y populista, su lista de productos, que nunca va a estar al gusto de todo el mundo, va a ser fiscalizada y sometida al tercer grado. Ya está ocurriendo. La compañía lanzó esta semana una prueba piloto de lista en la que aparecían productos tan poco básicos en el consumo de los españoles como el chocolate blanco o la Coca Cola zero.

A estas alturas la compañía ya debe ser consciente de que se ha equivocado. Ante los ataques que está recibiendo ha asegurado para ganar tiempo que se trataba de una prueba y que el lunes estará la definitiva. Menuda papeleta. Carrefour, al ligar su suerte a la de Yolanda Díaz, va a tener que hacer un esfuerzo notable para no defraudar las enormes expectativas que ha creado, lo que se traduce en productos de calidad a precios imposibles. Si vende a pérdidas tendrá en contra a todo el pequeño sector. Si la calidad no es buena tendrá en contra a los consumidores. Y lo peor de todo es que, si gana dinero, tendrá en contra a la propia Yolanda. Es la fábula de la rana que ayuda al escorpión a cruzar el río. En su naturaleza está que le clave el aguijón. Una mala campaña de publicidad es aquella que produce el efecto contrario al que se persigue. Veremos.

El encuentro de Carrefour con Yolanda Díaz esconde numerosos peligros para la reputación de ambos