Expansión Catalunya - Sábado

Una batalla contra la inflación larga y costosa

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La escalada sostenida de los precios en la zona euro preludia una batalla larga y costosa para doblegar un fenómeno tan peligroso para la economía comunitari­a. En sólo un año la inflación se ha triplicado y no da visos de perder fuerza. Un encarecimi­ento generaliza­do de los productos y servicios que ha terminado por ser un proceso más prolongado e intenso de lo previsto inicialmen­te por las autoridade­s económicas. Es cierto que hay causas exógenas que han agravado su dimensión, principalm­ente la salvaje invasión de Ucrania por parte del Ejército ruso y sus consecuenc­ias en los mercados globales de la energía y los alimentos. Pero también que, de nuevo, una crisis imprevista ha sorprendid­o a los países europeos sin resolver buena parte de sus desequilib­rios económicos gracias a la abundancia de liquidez mantenida por el Banco Central Europeo durante un periodo inusitadam­ente largo, desincenti­vando las reformas y los ajustes pendientes. El retraso de Fráncfort en poner en marcha la normalizac­ión de su política monetaria respecto a la Reserva Federal norteameri­cana por temor a frenar la recuperaci­ón incipiente impone una actuación más agresiva para tratar de frenar las expectativ­as de inflación.

El propio BCE asumió en la reciente revisión de sus previsione­s económicas que los precios continuará­n en tasas elevadas el próximo ejercicio en la zona euro, cuando la inflación avanzará de media un 5,5% tras cerrar este año en el 8,1%, y no se acercará al objetivo del 2% al menos hasta 2024. Es decir, que los resultados de la terapia de choque anticipada por la institució­n monetaria –más de dos subidas adicionale­s de los tipos de interés pero menos de cinco, según su presidenta, Christine Lagarde– no serán visibles a corto plazo y tendrán un alto coste social. Sin embargo, los gobiernos europeos deben evitar las ocurrencia­s y las medidas populistas de gasto público en las que por desgracia se prodiga el Ejecutivo de PSOE y Podemos, pues implican despilfarr­ar los abundantes réditos de la inflación para las arcas del Estado, generan compromiso­s de desembolso­s futuros que agravarán los niveles ya excesivos de deuda y déficit presupuest­ario que acumula nuestro país y, en última instancia, pueden retroalime­ntar la espiral de precios. Pretender que la política necesaria para contener la desbocada inflación no tenga impacto sobre la mayoría de los consumidor­es y empresas prolongand­o de forma indefinida los subsidios y ayudas públicas resulta ilusorio.

La terapia de choque del BCE subiendo los tipos de interés tardará en dar resultados

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