Melancolía por la comedia clásica
La comedia, género que se trata con displicencia, tiene en ‘Viaje al paraíso’ a uno de sus últimos representantes
Entretiene y divierte, pero le falta riesgo para ir más allá del territorio seguro de la convención
De entre los géneros alrededor de los cuales se construyó el cine clásico, solo han pervivido el cine negro, en su formato o en su formulación thriller, y la comedia. El western, pese a apariciones fulgurantes, es ya un género residual, como lo es el bélico y la presencia de la ciencia ficción, que a ratos es difícil diferenciar de lo que ya es un nuevo género, que es el cine de superhéroes con la factoría Marval en el epicentro de esas películas.
La comedia no es que sea un género del cine clásico sino que es un género clásico en sí mismo. Desde Plauto y Aristófanes en la Antigüedad greco-romana hasta la eclosión del teatro europeo de los siglos XVIXVII, nuestro Siglo de Oro es la expresión espectacular de talento, innovación y creatividad, los argumentos, personajes y situaciones, están ahí para ser usados, revisados, reinventados, con extraordinaria frecuencia y eso lo sabían los escritores de películas del cine clásico. Si tienen ocasión y tiempo lean La búsqueda de la felicidad, un impecable, aunque polémico, trabajo, a la vez académico y cinéfilo, del profesor Stanley Cavell que explora las relaciones de la screwball comedy, las comedias alocadas de los años 30 y 40 con sus inspiraciones, entre otras shakespearianas. Por eso lamento, siempre que puedo, la cortedad de miras de nuestro cine patrio, en el que la comedia es uno de sus más activos dividendos populares, para ignorar nuestro genial teatro del siglo áureo; ni siquiera el triunfo de El perro del hortelano, la mejor película de Pilar Miró, conmovió a los productores españoles.
Pero la pervivencia de la comedia como género clásico a lo largo del tiempo no ha supuesto una mejora sustantiva de sus películas. Si uno echa una mirada a Pretty Woman, Atrapado en el tiempo, Aterriza como puedas, La boda de mi mejor amigo, Cita a ciegas, Full Monty o Cuatro bodas y un funeral, por citar un corto listado de exitosas comedias del último cuarto de siglo, se pregunta cómo es posible que con tanta calidad de inventiva, la mayor parte de la producción de comedias sea sencillamente tan rutinaria y, por lo general, de tan baja calidad. Y es que la comedia es el género cinematográfico menos valorado. Nos reímos, lo pasamos bien, y lo despachamos con cierta displicencia. Es muy injusto. Construir una comedia supone la concentración de mucho talento para unir en un cóctel delicado y frágil, personajes, situaciones, una muy leve trama, gags visuales, chispeantes diálogos, ritmo narrativo y actores y actrices de primera capaces de integrarse con esos elementos. Grant, las dos Hepburn, Carole Lombard, Rosalind Russell, William Powell, James Stewart y no muchos más eran apuestas seguras para poder obtener el éxito.
El caso es que Viaje al paraíso, entretiene, y, a ratos divierte, en su formato ultra clásico. Una pareja, jugar la baza de George Clooney y Julia Roberts es de libro y no funciona nada mal, con cinco años de matrimonio infernal dejado, aparentemente, atrás, se reúnen ante el anuncio de que su hija va casarse en Bali, con un chico de allí. Y en eso están de acuerdo; les parece un disparate. Vacaciones y problemas. Un lugar paradisíaco, jugando la baza de la tarjeta postal de lujo, y problemas a dos bandas; el exmatrimonio conspira chapuceramente para deshacer el próximo enlace de su hija, crean problemas por doquier, a la vez que se combaten entre ellos. Como los elementos, clásicos, convencionales, son de buena calidad, eso hace que la película se vea relajadamente y como ya les he dicho entretenga e incluso divierta. Ol Parker, (Mamma Mia) que además de dirigir, coescribe el guion, ha estudiado los modelos clásicos y se aplica a copiarlos. No lo hace mal, porque no comete tonterías ni inventa lo que ya existe, domina el ritmo de la comedia y deja sueltos, a mi juicio en exceso a sus estrellas, que por otra parte están bien. Lo que le reprocho a Viaje al paraíso es que no me dé más; porque podía hacerlo. Mi amigo, el recordado Peter Bogdanovich, siempre asumía que todas las historias ya estaban contadas y que su tarea era encontrar otra manera de contarlas. Lo intentó y no le salió nada mal con ¿Qué me pasa, doctor?, remake inconfeso de La fiera de mi niña y que jugaba maravillosamente con la química entre Ryan O’Neal y Barbra Streisand y las localizaciones en San Francisco. Eso es lo que le falta a Viaje al paraíso; riesgo para ir más allá del territorio seguro de la convención, darle la vuelta a lo que el espectador en su comodidad espera, jugar la baza del absurdo e incluso de la provocación, y eso incluye la dirección de actores tan buenos como Clooney y Roberts, sorprender amén de entretener, preciado elemento del que anda escaso el cine actual, incluso el que toma modelos clásicos y los usa con limpieza y eficiencia artesanal.