Elecciones en Italia, el centroderecha vuelve a recuperar el poder
Este último fin de semana de septiembre tienen lugar en la vecina Italia nuevas elecciones generales, que darán paso a la XX Legislatura de la Historia de la República italiana. Unos comicios que, salvo sorpresa mayúscula, supondrán todo un hito histórico por dos razones fundamentales: la primera, que el centroderecha volverá a gobernar este país desde que en noviembre de 2011 el independiente Mario Monti tomara las riendas del Ejecutivo; y, la segunda, que tras 77 años de andadura republicana; 67 gobiernos; y hasta 32 ‘premiers’ diferentes, por primera vez será un mujer (Meloni, de Hermanos de Italia), quien ocupará la Presidencia del Consejo de Ministros. Es lo que dicen las encuestas desde que se convocaran las elecciones allá por la tercera semana de julio, y a Meloni le acompañarán en la coalición de gobierno la Liga de Matteo Salvini y Forza Italia, de Silvio Berlusconi.
Esas mismas encuestas dicen que, además de que el centroderecha va a apabullar al centroizquierda (la diferencia entre ambas coaliciones se situará entre 15 y 20 puntos), Meloni se llevará más de la mitad de los votos, sumando ella sola más que Salvini y Berlusconi juntos. Lo que no quiere decir que la formación de gobierno vaya a resultar fácil, ya que Berlusconi y Salvini hace tiempo que forman “bloque” frente a Meloni. No en vano, sus respectivos partidos integraron la ‘maggioranza’ que sostuvo el Gobierno de Mario Draghi (febrero de 2021julio de 2022), mientras Meloni optó por irse directamente a la oposición porque quería que se celebraran elecciones anticipadas.
La campaña electoral, que se ha ido a los prácticamente setenta días de duración que marca la Constitución, ha resultado cuando menos anómala: las elecciones fueron convocadas cuando los italianos estaban a punto de irse de vacaciones; las coaliciones se conformaron en la primera semana de agosto; y, para cuando comenzó la campaña oficial, muchos se encontraron con un tremendo aumento del coste de la vida derivado de la guerra de Ucrania frente a unas elecciones que poco interés generaban. En todo caso, debe recordarse que el centroderecha lleva siendo la coalición favorita de los votantes desde hace años: ya en las anteriores elecciones (marzo de 2018), lograron el 37% de los votos, a sólo tres puntos de la necesaria mayoría para gobernar. Con la diferencia de que el partido que individualmente resultó vencedor entonces (el Movimiento Cinco Estrellas, votado por el 32,6% del censo) se convertiría ahora en una formación residual, con unas encuestas que no les dan más del 12% de los votos.
Compleja coalición
Los sondeos dan al centroderecha entre un 44% y un 48% de los votos, frente al 29% que se llevaría el centroizquierda. Con estos porcentajes, la estabilidad parece asegurada, lo que no quiere decir que no se vislumbren dificultades en el horizonte. Tengamos en cuenta que en esta coalición electoral el partido que históricamente ha representado al centroderecha y que sustituyó en su momento a la extinta Democracia Cristiana (nos referimos a la Forza Italia de Silvio Berlusconi) es precisamente el elemento más débil del bloque, ya que apenas llega al 8% de los votos.
En cambio, las dos formaciones netamente de derechas (los Hermanos de Italia de Meloni y la Liga de Salvini) aglutinan la mayor parte del apoyo electoral, pero eso no significa, ni mucho menos, como sostiene más de un medio de comunicación, que Meloni sea una “ultraderechista” o de “extrema derecha”. Tampoco lo es Salvini, un declarado antieuropeísta que ha demostrado, en su acción de gobierno (entre junio de 2018 y septiembre de 2019), ser, más bien, un ultranacionalista y un populista.
Es cierto que el partido de Meloni, Hermanos de Italia, viene de una formación ya desaparecida, Alianza Nacional, que en su momento hizo candidatura conjunta con el partido heredero del fascismo mussoliniano (el Movimiento Social Italiano, MSI). Pero es igualmente cierto que el MSI desapareció; que Alianza Nacional transitó hacia posiciones templadas a finales de los años 1980; y que Meloni, nacida en 1977, lleva tras de sí una trayectoria completamente democrática y que jamás ha hecho la más mínima defensa del totalitarismo de Benito Mussolini.
En relación a la Unión Europea, las
Meloni ha anunciado ya que su ministro de Economía será Fabio Panetta, miembro del BCE
retiramos, tomamos distancia y llegamos a un entendimiento. Nunca personalizar una discusión.
– Veo que la clave está en el reposado, como en los alcoholes.
A. P. : Si no hay quorum, aparcamos el tema y lo retomaremos después, quizás con otra perspectiva.
– Como padres del proyecto, ¿los problemas se llevan a la cama?
A. M.: Sí, es irremediable. Lo que hay que hacer es saber gestionarlos. Hoy, pocas cosas me quitan el sueño.
A. P.: ¡Es imposible desconectar! Como directores de la compañía estamos a su servicio. Y te acostumbras a vivir con ello.
– ¿Los jefes veranean a la vez?
A. P.: La segunda quincena de agosto solemos coincidir los dos. Para llegar a este punto, hay que saber delegar, que cuesta, porque hay que entrenar el ego para descubrir y aceptar que tienes a gente mejor que tú en algunas materias. Sólo así crece la empresa. Los dueños no podemos convertirnos en un embudo que impida avanzar. Si el director siempre dice la última palabra al final la plantilla hace lo justo... En nuestra empresa odiamos la palabra jefe.
A. M.: Creemos en el liderazgo horizontal, damos mucha libertad e invitamos al error para construir una verdad común entre todos.
– Son casi bígamos.
A. P.:. Sí, sí, se podría decir. Es muy difícil trabajar en bicefalia; esto no es idílico. Desgasta mucho. Esta manera de operar nos ha hecho respetar y admirar a la otra persona. También el no estar solo nos permite tener más seguridad a la hora de tomar decisiones. Que dos se equivoquen en lo mismo es más complicado...
A. M.: Y, si no, se comparte el fallo. – Y ¿qué matrimonio es más llevadero, el personal o el profesional?
A. M.: [Risas] En el plano laboral sólo hay un objetivo clave: el negocio, que está por encima de todo... En casa hay etapas, problemas, niños...
A. P.: Sin duda resulta mucho más sencillo el profesional. Ya está.