No le deis la espalda a Greta

Me he cuidado mucho de criticar a Greta Thunberg porque, dijera lo que dijera, no dejaba de ser una adolescente a la que han sobreexpuesto para desarrollar un icono comercial en el entorno del cambio climático y la Agenda 2030. Temí que la explotación mediática de Greta le empujara a seguir los pasos de aquel otro símbolo nórdico de nuestra infancia, Pippi Langstrump, que después hacernos reír, acabó aparcando al señor Nilsson y a Pequeño Tío para salir sin calzas en revistas tórridas. Ojalá Greta sea lo que quiera ser, pero ante tanta presión nadie está libre de acabar durmiendo la mona en un criadero de gatos. A todos aquellos que le auparon y se hicieron selfies con ella cuando le ponía morros a Donald Trump solo les pido que no le den la espalda ahora que Greta ya es mayor de edad y defiende la energía nuclear. No de forma vehemente sino razonada. Que vuela sola. Que es capaz de ver que, desde que Putin ha decidido chantajear a Europa cortándole el gas, todas las miserias, las incoherencias y las carencias del Viejo Continente salen a flote, poniendo de manifiesto que la política energética de la Unión Europea es un compendio de autarquías. En las últimas tres décadas Europa ha avanzado en su integración. Ha ido unificando normas fiscales, reglas bancarias y criterios de Justicia, mientras se movían por su territorio las personas, los capitales y las mercancías. Ha avanzado en casi todo a buen ritmo, salvo en la energía, lo que demuestra un grado notable de desconfianza en el seno de este magnífico proyecto. En los años 80 Europa ya tenía problemas de dependencia energética y de interconexión y ahora sigue teniéndolos. Pretende liderar como si fuera una sola realidad la revolución de la energía verde y la sostenibilidad, pero si Alemania decide cerrar sus centrales nucleares a raíz del accidente de Fukushima y Bélgica sigue sus pasos, Francia redobla la apuesta por este tipo de energía. Si España desguaza sus centrales térmicas de carbón, Alemania acelera su construcción. Se construyen fotovoltaicas en Hamburgo, allí donde no sale el sol, mientras se niegan los permisos donde más calienta. Si Argelia decide castigar a España por su posición en el Sáhara Occidental y cortarle el gas, el ministro de Energía italiano se presenta en Argel

dispuesto a pescar en río revuelto. Y se siguen descuidando los contratos de gas a largo porque hay quien ha puesto a este combustible fecha de caducidad. ¿Y las interconexiones? Francia ha conectado razonablemente con Italia porque percibía allí un mercado donde colocar su energía, pero siempre se ha resistido a conectarse con España por dejadez o temor a ser invadida. Y Merkel le entregó, sin encomendarse a nadie, su corazón a Putin haciendo depender a su país del gas ruso en una decisión que le hará salir mal parada en los libros de historia. Todo este despropósito va a hacer que Europa pase frío y se empobrezca este invierno. A Alemania le faltan 70 bcm de gas (prácticamente el doble de lo que consume España), Francia tiene parados más de la mitad de sus reactores nucleares por un problema técnico que tardará dos años en resolver y su programa atómico ha resultado ser un fracaso, como lo demuestran el proyecto de Flamanville. Y allí donde no falte el suministro la escasez se convertirá en carestía, penalizando la competitividad. Ya es hora de que Europa empiece a pensar y a actuar conjuntamente, aplicando el pragmatismo que requieren los tiempos y desprendiéndose de todos los prejuicios que arrastra, empezando por los ideológicos. Y en esta tesitura España, que ya ha descarbonizado un 70% de su energía eléctrica, debería decidir ya si alarga la vida de sus centrales nucleares, que representan veinte puntos de ese porcentaje. Debería empezar a quitar trabas para construir bombeo y multiplicar la eólica terrestre y la fotovoltaica, sin renunciar a nada, porque no sobra nada. Si Greta es capaz de demostrar que una niña que sueña puede ser una adulta que piensa, porque no vamos a creer que Europa ha alcanzado ya su madurez energética.

Europa nunca liderará la transición energética si no es capaz de tener una política energética común