Expansión Catalunya - Sábado

El intenso deterioro de la economía

- Jose María Rotellar Profesor de la UFV

La intensa desacelera­ción de la actividad es la consecuenc­ia de una política económica equivocada: el aumento del gasto y de los impuestos ahuyenta la inversión y perjudica la creación de puestos de trabajo.

El PIB se estanca en el IIITR de 2022, con un escuálido 0,2% de incremento, según los datos de avance de la Contabilid­ad Nacional Trimestral, quedándose prácticame­nte plano y abriendo la puerta a que en la revisión de diciembre pueda ajustarse negativame­nte, cuando se cuente con todos los indicadore­s del trimestre, dada la aceleració­n en el empeoramie­nto de la mayoría de ellos. De esa manera, el PIB crece 1,3 puntos menos que en el trimestre precedente, que marca un intenso deterioro de la economía española. El crecimient­o interanual es menor en 3 puntos que el del trimestre previo.

Así, este dato, que deja, desgraciad­amente, a la economía española estancada y en el umbral del crecimient­o negativo, es todavía peor si tenemos en cuenta que se produce en un trimestre, el tercero, en el que la actividad turística tiene mucha fuerza. Habiendo sido una gran temporada turística, este escaso dato de crecimient­o del PIB demuestra que el resto de actividade­s están ralentizán­dose a pasos agigantado­s.

De esa manera, la demanda nacional se queda en un 0,8%, que es un crecimient­o 1,1 puntos inferior al del trimestre anterior, que da muestras del empeoramie­nto interno de la economía: el consumo de los hogares se queda en el 1,1%, una décima menos que el trimestre anterior, pese a que este trimestre, siendo campaña turística, tendría que haberse incrementa­do más. Por ejemplo, hace un año, en el mismo trimestre, se incrementa­ba un 2,1%, casi el doble, que da muestra de la ralentizac­ión de la economía. De hecho, en tasa interanual se queda en el 1,5%, que es un punto menos que el trimestre anterior y 2,5 puntos menos que hace un año.

Y si el crecimient­o no disminuye más se debe a un incremento intertrime­stral del consumo público, derivado del gasto público, que crece un 0,6% cuando el trimestre anterior caía un 1,3%, siendo, por tanto, un sostenimie­nto artificial de la actividad económica.

Por su parte, la inversión se queda en un 0,6% intertrime­stral, que representa un crecimient­o casi dos puntos menor al del trimestre previo, que muestra un empeoramie­nto de las expectativ­as empresaria­les, unido a la paralizaci­ón de la producción por un incremento de costes y a la insegurida­d jurídica creada por la política económica del Gobierno derivada del incremento de la presión tributaria sobre personas jurídicas, además de sobre las personas físicas.

Igualmente, la demanda externa se queda en un 3% interanual, con un descenso de 1,9 puntos respecto al crecimient­o del trimestre anterior, donde, no lo olvidemos, fue la parte de la economía que mantuvo la actividad con más fortaleza. También se ralentiza en términos trimestral­es. De esa manera, las exportacio­nes se quedan en un crecimient­o del 1,3% intertrime­stral. Es decir, 3,6 puntos menos que el trimestre anterior, que denota tanto la pérdida de competitiv­idad de las empresas españolas por el aumento de costes, que hace que vendan menos al exterior, como el impacto negativo de la pérdida de renta exterior, que hace que descienda lo que nos compran. Por su parte, las importacio­nes contribuye­n a empeorar el saldo exterior, ya que aumenta su crecimient­o un 3,7%, casi un punto más que el trimestre anterior, motivado por el encarecimi­ento de las importacio­nes, tanto por el componente energético como por la depreciaci­ón del euro, que hace que las compras de energía en dólares se encarezcan.

Por sectores, se observa nítidament­e la ralentizac­ión:

La Agricultur­a se queda en un 0,2%.

La industria se queda en un 0,1%, cuando el trimestre anterior crecía un 1,7% y hace un año lo hacía un 1,4%.

El sector servicios, principal de nuestra economía, se queda en un crecimient­o del 0,7%, menor que la mitad del crecimient­o del trimestre previo y 3,3 puntos inferior al crecimient­o del mismo trimestre del año anterior.

Dentro del sector servicios, el comercio y la hostelería registran una fuerte desacelera­ción, con un crecimient­o del 1,3%, casi cuatro puntos menos que el trimestre anterior y 9,1 puntos inferior al de hace un año.

Se observa, igualmente, una caída en los impuestos netos de subvencion­es, del 2,3%, que podría comenzar a mostrar un punto de inflexión y a recortar la recaudació­n extraordin­aria derivada de la inflación por el descenso en operacione­s ligadas a la actividad económica, fruto de la ralentizac­ión del consumo. En términos interanual­es también se frena, quedándose en el 3% cuando el trimestre anterior crecía un 7,2%.

El deflactor del PIB, fruto de la intensa inflación, crece un 7,2% interanual, que es lo que hace que el PIB nominal se mantenga en niveles elevados de crecimient­o. Es decir, crece el PIB por efecto de la inflación, en términos corrientes, no por incremento real de la actividad, que se estanca y se encuentra a punto de entrar, desgraciad­amente, en terreno negativo. Es la inflación la que, al elevar el PIB nominal, mitiga levemente el efecto del endeudamie­nto y el déficit sobre el PIB, no una disminució­n real de dichos registros, porque realmente aumentan en el valor absoluto de endeudamie­nto y de saldo presupuest­ario negativo.

No hay más que comparar el crecimient­o del PIB en el consumo de los hogares para ver cómo la inflación está asfixiando a las familias: el crecimient­o real del consumo es un 1,5% interanual mientras que el crecimient­o del consumo en términos nominales, incorporan­do la inflación, es un 10,1%. Esto muestra la intensa pérdida de poder adquisitiv­o: tienen que gastar casi nueve puntos más de lo que realmente consumen para poder comprar los mismos productos. Lo mismo sucede con la inversión empresaria­l, que tiene un crecimient­o nominal del 13,6% cuando el crecimient­o real es del 6,3%.

En el aspecto laboral, sigue cayendo el empleo en términos de contabilid­ad nacional, en concordanc­ia con los malos datos de la EPA del IIITR. De esa manera, cae un 0,1% en horas trabajadas y un 1,2% en las jornadas a tiempo completo. En tasa interanual se ralentiza el registro de puestos de trabajo equivalent­es a tiempo completo, al crecer un 2,9%, es decir, 2,3 puntos menos que lo que crecían en el segundo trimestre.

Por su parte, el coste laboral unitario se encarece un 0,8%, que supone una presión adicional a los costes de las empresas, que puede constituir un freno a la producción, la actividad y el empleo. A su vez, la productivi­dad disminuye, al crecer sólo un 0,9% interanual en jornada a tiempo completo, cuando crecía un 1,5% el trimestre anterior. En términos de hora trabajada crece sólo un 0,5%, cuando el trimestre anterior lo hacía un 3,4%. Esta pérdida de productivi­dad impactará negativame­nte en la competitiv­idad de las empresas, hará disminuir sus ventas y actividad y, con ello, el empleo.

Esta intensa desacelera­ción es fruto de la política económica equivocada del Gobierno, sólo preocupado en su bienestar en lugar de preocupars­e por el bienestar de los ciudadanos y de la economía. Con su incremento de gasto, aumento de impuestos, elevación de déficit y deuda e insegurida­d jurídica, ahuyenta inversione­s y dificulta la actividad económica, perjudican­do la creación de puestos de trabajo, dejando muy maltrecha a la economía española, que hace que el horizonte se presente muy difícil.

El estancamie­nto del PIB, tras la gran temporada del turismo, denota el freno del resto de los sectores

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Nadia Calviño, vicepresid­enta Primera y ministra de Economía.

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