Bolsonaro Vs. ‘Lula’: Brasil elige entre dos modelos opuestos para impulsar su economía
La locomotora económica de América Latina se encuentra en un momento delicado a causa del bajo crecimiento, la elevada inflación y el aumento de la pobreza, que ha demandado un aumento del gasto social.
La campaña electoral en Brasil llega a su recta final con una sociedad dividida. La polarización política es de tal calibre que los últimos días de campaña han estado protagonizados por todo tipo de insultos, desinformación y graves acusaciones por parte de los dos bandos.
El actual presidente y candidato ultraderechista, Jair Bolsonaro, ha insinuado que existen maniobras en la justicia electoral para favorecer la candidatura del ex mandatario y candidato socialista Luiz Inácio Lula da Silva. Su rival, que parte con ventaja tras haberse impuesto en la primera vuelta de los comicios, ha acusado a Bolsonaro de representar “violencia y liberación de armas” y ha planteado los comicios de mañana como una elección entre “dictadura” y “democracia”.
Mientras tanto, un aluvión de noticias falsas ha circulado sobre todo en Internet y ha multiplicado el trabajo fiscalizador del Tribunal Superior Electoral (TSE), que en los últimos dos meses ha ordenado retirar más de 20.000 noticias creadas a propósito para movilizar a los seguidores y desmovilizar a los rivales.
Los últimos sondeos apuntan a una victoria cómoda de Lula da Silva, que conseguiría el 50% de los votos. Bolsonaro lograría el 43% de las papeletas. Esa diferencia de siete puntos podría ser, no obstante, algo más estrecha. En la primera vuelta de las elecciones, que se celebró el 2 de octubre, los sondeos aseguraban que Lula obtendría la victoria en primera vuelta, cosa que finalmente no ocurrió. Bolsonaro, por su parte, demostró tener más apoyos de los que evidencian las encuestas.
Agenda económica
Gane quien gane mañana, los primeros compases de la legislatura estarán marcados por la agenda económica.
Brasil está creciendo este año más de lo previsto. Eso no quiere decir, sin embargo, que se encuentre en una situación boyante. En el segundo trimestre del año el Producto Interior Bruto (PIB) del país avanzó un 1,2% –por encima de los pronósticos– y el gobierno ha elevado desde el 2% hasta el 2,7% sus expectativas de crecimiento en 2022. Estas previsiones están en línea con las del Fondo Monetario Internacional (FMI) que estima que la economía brasileña aumentará en un 2,8% (en julio creía que ese avance sería de apenas un 1,7%). De cara a 2023, sin embargo, el frenazo parece inevitable. El PIB crecerá por debajo del 1%, según la mayoría de los pronósticos.
La pandemia ha supuesto un durísimo golpe para la economía brasileña. Por un lado, el país ha retrocedido 30 años en la lucha contra el hambre. En estos momentos, hay 33 millones de brasileños que no disponen de los alimentos básicos indispensables; la cifra triplica la que se registraba en 2018. Y eso, a pesar de que el
Gobierno de Bolsonaro ha incrementado el gasto en subsidios sociales –con un coste mensual de 7.400 millones de euros– hasta el punto de incumplir su compromiso de respetar el techo de gasto impuesto por enmienda constitucional por el expresidente Michel Temer en 2016. Y, a pesar también, de que la inflación se ha moderado en las últimas semanas hasta situarse en el entorno del 7%, entre otras cosas, como consecuencia de una drástica subida de tipos que ha colocado el precio del dinero en el 13,75% (en marzo de 2021 estaba en el 2%).
Tanto Bolsonaro como Lula ya han avanzado que las transferencias del programa social se mantendrán en 600 reales el próximo año (algo menos de 100 euros), frente a los 400 reales originales. El presupuesto de Brasil para 2023 no tiene los fondos asignados para tal fin; ninguno ha explicado cómo se pagará el coste adicional. La deuda del país ha llegado hasta el 77,6% del PIB.
Independientemente de las medidas coyunturales que se pongan en marcha, Brasil tiene un problema de crecimiento estructural que arrastra desde la etapa de la socialista y heredera política de Lula, Dilma Rousseff, al frente del gobierno. El fin del denominado superciclo de las materias primas marcó el inicio de una etapa de crisis, seguida por otra de crecimiento exiguo que la pandemia terminó de rematar.
Desde 2014, el PIB brasileño ha aumentado de media un 0,15% anual. El PIB per cápita se encuentra un 10% por debajo del pico que alcanzó en 2013. Durante el mandato de Bolsonaro, la situación no ha mejorado. Cuando el actual presidente asumió el liderazgo del país en 2019, la economía brasileña tenía un valor de 1,92 billones de dólares, según datos del Banco Mundial. Su tamaño se ha reducido desde entonces hasta los 1,61 millones de dólares.
Giro al centro
Con el objetivo de seducir al máximo número de votantes, tanto Bolsonaro como Lula
han abandonado posiciones políticas y económicas extremas para acercarse al poderoso centro político del país, cuyo respaldo resultará clave para el futuro presidente del país en el ámbito parlamentario. Bolsonaro ya ha confirmado que el liberal Paulo Guedes seguirá al frente de la política económica si gana las elecciones.
Lula, por su parte, ha asegurado que formará un gobierno plural, que irá más allá del Partido de los Trabajadores (PT). Prueba de ello es que en uno de sus últimos actos electorales protagonizados por el exmandatario participó de forma activa el economista Henrique Meirelles, de la conservadora Unión Brasil, que fue presidente global del Banco de Boston y durante los gobiernos de Lula presidió el Banco Central de Brasil. Muchos empresarios confían en que Mireilles ocupará el puesto de ministro de Economía.
El futuro económico de Brasil es clave para muchas empresas españolas, grandes y pequeñas, que llevan años haciendo negocios en el país. Grupos como Santander, Telefónica, Iberdrola, Naturgy, Meliá, Dia, Mapfre, Gestamp o Cie Automotive, tienen parte de su negocio internacional en el mercado brasileño. Para Santander, por ejemplo, Brasil es desde hace muchos su principal fuente de beneficios. Santander Brasil aporta al grupo un 27% de las ganancias totales. Otro caso paradigmático es el de Telefónica: la filial brasileña supone el 19% de los ingresos totales del grupo español y el 23% del ebitda.
Brasil crecerá este año por encima de lo esperado pero las previsiones para 2023 son pesimistas