El futuro de Brasil en juego
Este domingo se celebrará la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil. Serán los comicios más disputados de los últimos años. Se enfrentan el derechista Jair Bolsonaro (presidente desde 2019), y Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores (jefe de Estado entre 2003 y 2011). Son dos titanes que han protagonizado una provocadora campaña electoral, en la que ha habido violencia política y polarización social y religiosa. Ambos candidatos son populistas y buscan el voto de los ciudadanos con ingresos bajos (la mayoría en Brasil).
La batalla está igualada porque Bolsonaro ha ido reduciendo la distancia que le separaba de Lula en las últimas semanas. Si Lula ganase, las seis principales economías de América Latina (Brasil, Colombia, Chile, Argentina, Perú y México) estarían gobernadas por políticos de izquierdas.
La importancia de la religión
Para el 49% de los brasileños es determinante la religión de los candidatos. El 32% de los votantes son evangélicos. Y Bolsonaro es la opción preferida para los fieles de esta confesión (con un 66% de intención de voto entre los evangélicos), frente al 28% de Lula. Entre los lemas de Bolsonaro para esta campaña destacan: “Dios, Patria, Familia y Libertad” y “Brasil por encima de todo”, que recuerda al “America First” de Trump.
Nivel de democracia
La polarización que vive Brasil y el afán de Bolsonaro de perpetuarse en la presidencia han sembrado una duda en esta recta final de la campaña. Algunos analistas temen que, después de las elecciones, pueda haber un ataque a las instituciones, como ocurrió en Estados Unidos con el asalto al Capitolio. En consecuencia, el debate sobre la democracia en Brasil
ha estado presente durante estas últimas semanas. Una victoria de Bolsonaro pondría a prueba a las instituciones brasileñas, que tendrían que ser fuertes para contener los movimientos autocráticos que pudiera hacer el actual presidente. Por su parte, la elección de Lula llevaría a un escenario en el que se podría caer en un radicalismo, propio de este sector de la izquierda brasileña.
Anualmente, la revista británica The Economist publica su Índice de Democracia. En 2022 Brasil (en el puesto 47) forma parte de lo que se denomina “democracias defectuosas”. Un grupo al que pertenecen España (24), Chile (25), Estados Unidos (26), Italia (31), Argentina (50), Colombia (59) y Perú (71). Por debajo están los “regímenes híbridos”, entre los que se encuentran otros países latinoamericanos: Paraguay (77), El Salvador (79), Ecuador (82),
México (86) Honduras (92), Bolivia (98) y Guatemala (99). Mientras que cuatro fueron calificados como “regímenes autoritarios”: Haití (119), Nicaragua (140), Cuba (142) y Venezuela (151).
El índice revela que los brasileños tienen más confianza en la clase política que todos los países de América Latina (si se exceptúa Chile). Ello se debe, en gran parte, a que con Bolsonaro ha mejorado la seguridad ciudadana y ha aumentado la credibilidad en las instituciones, reduciendo la corrupción. Hay un marco favorable para el desarrollo económico. Por eso, entre otros motivos, el real es de las pocas monedas que se está apreciando frente al dólar.
Las propuestas
Por otro lado, las propuestas de los dos aspirantes son diametralmente opuestas. Lula apuesta por una mayor injerencia del Gobierno en la economía y un aumento del gasto público. Sorprendentemente, está habiendo un apoyo a este candidato por parte de algunos poderes económicos del país. En efecto, un porcentaje destacado de empresarios apuestan por Lula, desmarcándose del rechazo tradicional de este sector al Partido de los Trabajadores.
Bolsonaro, por su parte, defiende las privatizaciones de compañías públicas, la estabilidad de precios y las políticas de empleo. Se centra, en consecuencia, en dar un impulso a la inversión privada, incrementando y mejorando el tejido empresarial. Su objetivo es generar empleo y aumentar los ingresos públicos para conseguir el ajuste fiscal.
Resultados de la legislatura
Los resultados alcanzados al final de este mandato le acompañan. El actual presidente puede exhibir que el Fondo Monetario Internacional acaba de revisar al alza la previsión de crecimiento económico de Brasil para 2022, del 1,7% al 2,8%. Superior, por tanto, al que el FMI espera de Estados Unidos (1,6%), Alemania (1,5%), Francia (2,5%), Japón (1,7%) o Chile (2,0%). En agosto, la tasa de desempleo en Brasil cayó al 8,9%, lo que supone una reducción de 10 millones de desempleados en lo que va de año. Una tasa de paro de 4,3 puntos más baja que la de 2021 (13,2%). Ha conseguido, además, reducir la inflación, que cayó en septiembre de este año por tercer mes consecutivo hasta el 7,1% anual. Además, en octubre, por primera vez en un año, han bajado los precios de los alimentos, un alivio para las personas con menos recursos.
Brasil lleva varias semanas de campaña electoral. Ha habido tiempo para analizar la gestión del actual presidente y para escuchar las propuestas de los dos candidatos. Hoy, sábado, ya se habrán apagado los discursos políticos y mañana domingo se abrirán las urnas. Como diría Julio César, la suerte está echada.