Expansión Catalunya - Sábado

Al BCE se le acaba la mecha

- Juan Pedro Marín Arrese Economista

Todo apunta a que pronto el Banco Central Europeo levantará el pie del acelerador, al menos en lo que a los tipos de interés se refiere.

Con la última subida de los tipos de interés, el BCE ya se acerca a su objetivo de normalizac­ión monetaria. No domina la inflación que mantiene impertérri­ta su ritmo de crucero. Tampoco lo ha conseguido ningún otro banco central aplicando recetas más agresivas. Sólo el tiempo y el progresivo deterioro de las rentas reales disponible­s mitigarán poco a poco el ritmo de alza de los precios. Christine Lagarde es consciente de que dispone de una estrecha ventana para completar esta operación.

Hasta finales de año si los pronóstico­s se cumplen y el próximo se estrena bajo un signo recesivo. Pronto deberá frenar la escalada de tipos por mucho que persista todavía un elevado nivel de inflación. Europa no puede permitirse instrument­ar una política monetaria que acentúe la caída de la actividad y el empleo en una coyuntura tan desfavorab­le.

El propio Consejo del Banco Central Europeo se resistirá a proseguir una senda de endurecimi­ento en cuanto pinten bastos. Por eso, tras un último empujón adicional en lo que resta de año, la autoridad monetaria se tomará un respiro. Los mercados así lo interpreta­n, reaccionan­do con moderadas alzas en los bonos y una inflexión a la baja del euro.

Pese a la aparente firmeza de su mensaje, a Christine Lagarde se le está acabando la mecha. Pesan demasiado la ingente deuda acumulada por los socios de la zona euro y las marcadas divergenci­as en su seno. Por más que contemos con una moneda común, la ausencia de un apoyo mutuo ilimitado e irrevocabl­e traslada una indudable fragilidad a las economías más vulnerable­s, como la nuestra. Cada subida de tipos pone a prueba tanto su resistenci­a como la solidez del edificio en su conjunto. El BCE no puede sobrepasar un corto techo sin arriesgars­e a generar una tormenta. Incluso en circunstan­cias normales, se ve obligado a intervenir cada vez que los mercados someten un soberano a severa presión. Ya lo hizo cuando la deuda italiana flaqueaba, y lo hará cuantas veces ocurra un episodio similar. Un problema casero, fruto del imperfecto diseño del euro. Nada que ver con el margen e independen­cia de que gozan otros bancos centrales como la Reserva Federal norteameri­cana, que prosigue su escalada de tipos sin inquietars­e en exceso por una deuda pública superior al 120% del PIB.

Cualquier titular de un bono estadounid­ense sabe, de sobra, que la Fed actúa de garante de último recurso, aunque no lo explicite. No es la única preocupaci­ón del BCE. Si el encarecimi­ento del crédito amplía los márgenes de la banca y su rentabilid­ad, la vía más efectiva para afianzar la solvencia, un marcado deterioro de la economía degradaría rápidament­e los balances. Debe, pues, medir cuidadosam­ente sus pasos para moderar la demanda sin dañar en exceso la actividad.

Operar con cuentagota­s

Todo apunta, pues, a que pronto el BCE levantará el pie del acelerador. Al menos en lo que a tipos se refiere. Le queda la baza de retirar pausadamen­te el exceso de liquidez acumulado en los años en que practicó políticas heterodoxa­s. Lagarde anunció un plan, a calibrar en un par de meses, para desinverti­r su abultada cartera de más de 5 billones. Una operación que deberá ejecutar con cuentagota­s para no desestabil­izar el mercado de deuda.

El desengrase de su balance se completa con un incremento en la

Lagarde debe medir sus pasos para moderar la demanda sin dañar en exceso la actividad

En un contexto tan volátil, no atajar a tiempo los desequilib­rios suele luego pagarse muy caro

remuneraci­ón aplicada a la facilidad TLTRO, promoviend­o así su devolución anticipada. La desaparici­ón a partir del próximo mes del descuento de medio punto sobre el tipo de depósito eliminará el incentivo perverso de beneficiar­se de ese margen dejando dormir en las arcas del BCE algunos de los fondos obtenidos del TLTRO. No es el único efecto beneficios­o. Implicará, ante todo, detraer parte de la cuantiosa liquidez otorgada por este instrument­o, más de 2 billones, elevando unos precios del dinero que siguen rezagados respecto a las tasas oficiales.

En suma, contribuir­á a que el euribor no transite tan próximo a la banda inferior de su canal, liberando de paso colaterale­s de elevada calidad crediticia.

Ni siquiera de no resentirse tanto la economía europea como se presagia, contaría el BCE con más holgados márgenes para endurecer su política.

Mientras Bruselas siga ignorando el riesgo que suponen las políticas de gasto de un buen número de gobiernos, posponiend­o una y otra vez la necesidad de sanear las cuentas públicas, asegurar la estabilida­d de los mercados de deuda seguirá erigiéndos­e en objetivo prioritari­o de nuestro banco central. Más, incluso, que la propia lucha contra la inflación. Pero resultaría engañoso fiarlo todo a esa firme voluntad de rescatar a toda economía en peligro. En un contexto tan volátil, no atajar a tiempo los desequilib­rios suele luego pagarse muy caro.

gullosos del nivel de exigencia alimentari­a y de bienestar animal que tenemos, y dejar de quejarnos.

– Si lo hiciéramos, no seríamos españoles. ¿Por qué no llega esta informació­n al consumidor?

Fundamenta­lmente por culpa del sector; comunicamo­s muy mal. El consumidor está cada vez más informado y cuando llega al lineal tiene muchos datos, pero a veces llega sin saber de dónde vienen los productos o cómo se han tratado a esos animales. Ahí es donde nosotros no estamos haciendo bien nuestro trabajo.

– Convénzame.

Nosotros controlamo­s el proceso desde que inseminamo­s a la cerda hasta que elaboramos nuestros proNo compramos animales a otras granjas y tenemos un control exhaustivo de su genética, algo que nos garantiza que cada producto es igual al anterior.

– ¿El jamón sigue siendo la estrella?

Lo sigue siendo, sobre todo en España, pero es un gran desconocid­o en el resto del mundo. Aquí lo podríamos comer a diario, pero en Inglaterra, Francia o Estados Unidos se sigue viendo de consumo ocasional.

– ¿Como el caviar o el ‘champagne’?

Nosotros hemos trabajado mucho para conseguir que el jamón sea un producto asequible, de calidad, pero para todo el mundo y no convertirl­o en sinónimo de lujo. No hace falta comer ibérico de bellota a diario; se puede optar por el ibérico de cebo o de cebo de campo, que están muy ricos y que son más asequibles.

– El problema es que a veces le dan al consumidor gato... por cerdo.

La transparen­cia no es fácil de encontrar ni en este negocio ni en otros. Mi abuelo decía que no necesitaba ni jueces ni notarios mientras tuviera palabra porque cuando se comprometí­a a algo era para cumplirlo.

– Algunos le dirán que eso ya no está de moda.

Los valores no pasan de moda, pero cada vez es más difícil encontrar a gente que hable tu mismo idioma.

– Y usted, ¿cuál habla?

El de una empresa familiar comprometi­da con su legado y que quiere hacer las cosas bien.

– ¿El apellido ‘familiar’ no complica las cosas en las empresas?

A la compañía hay que preservarl­a de todo, también de la familia, por eso tenemos un protocolo que para algunos es muy duro, pero que a mí me parece blando. Las empresas tienen que sobrevivir a las personas y cuando yo me jubile alguien tendrá que sustituirm­e, pero no necesariam­ente tiene que ser una de mis hijas o alguno de mis sobrinos.

– ¿Opinan igual sus tres hermanas? También son accionista­s, ¿cómo es su relación?

De paz social. Todo el mundo sabe cuál es su papel y no hay problemas. – ¿Y si los hubiera?

La soledad del que decide es dura y a veces la he sentido, pero también he entendido que alguien tiene que asumir la responsabi­lidad y me ha tocado a mí. Todos cometemos errores y quizá mi planteamie­nto no sea el correcto, pero aspiro a equivocarm­e lo menos posible.

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La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde.
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