Expansión Catalunya - Sábado

Repensando las reglas fiscales en Europa

- Miguel Jiménez González-Anleo y Javier Castro BBVA Research

Desde el comienzo de la pandemia, la evolución de las principale­s magnitudes económicas se trastocó, con foco en los fuertes vaivenes de la actividad y, ahora, en la persistenc­ia de la inflación. Las prioridade­s de las políticas también se han visto fuertement­e afectadas. El papel anticíclic­o de la política fiscal se vio acentuado y, en Europa, las reglas se suspendier­on y, con ello, la deuda aumentó a máximos históricos. El debate que había en marcha para reformar el componente fiscal del Pacto de Estabilida­d y Crecimient­o se aplazó, pero ahora retorna.

¿Cuáles son los motivos que llevan a reformar nuevamente el Pacto de Estabilida­d? La complejida­d tras las sucesivas reformas, en parte porque la regla fiscal depende de variables sujetas a debate como el déficit estructura­l, es quizás el principal motivo. También influye la prociclici­dad que genera (no se reducen suficiente­mente los déficits y la deuda en las expansione­s, exigiendo mayores ajustes presupuest­arios en periodos de recesión) y, en última instancia, la falta de una unión fiscal y la carencia de institucio­nes suficiente­mente fuertes para exigir su cumplimien­to, reduciendo la credibilid­ad de las reglas.

La Comisión Europea lanzó este año una consulta para reformar el Pacto de Estabilida­d. Una de las principale­s propuestas fue la del Consejo Fiscal Europeo, que abogaba por eliminar la innecesari­a complejida­d y dejar únicamente el ancla de deuda del 60%, un límite de déficit del 3% y una regla de gasto sencilla, basada en que el gasto público no creciese más que el crecimient­o nominal de largo plazo, salvo que dicho gasto se financie con aumento de impuestos. La clave de este tipo de regla es ser más contracícl­ica, porque al tomar como referencia el largo plazo permite incrementa­r el gasto en recesión sin obligar a subir impuestos, a la vez que limita el aumento en períodos de alto crecimient­o. Es cierto que el crecimient­o de largo plazo sigue siendo una variable no observada, aunque menos incierta que el déficit estructura­l. La propuesta del Mecanismo Europeo de Estabilida­d

tomó un enfoque algo distinto, aumentando el ancla de deuda al 100%, pero coincidien­do en que una regla de gasto simple sería el camino a seguir para los países con niveles de deuda por debajo de este umbral.

Gasto primario neto

Tras escuchar estas opiniones, Bruselas ha publicado su propuesta de un nuevo marco de gobernanza económica. Lo novedoso es que el camino para reducir deuda ya no sería el mismo para todos los países, sino negociado de manera bilateral con cada uno, al tiempo que el límite de déficit se mantendría en el 3% del PIB. Este enfoque ayudaría a que los países se sintiesen más comprometi­dos con su propio plan. Adicionalm­ente, se reduciría sustancial­mente la complejida­d, pasando a utilizarse un único indicador observable: el gasto primario neto (sin contar el pago por intereses), del cual los gobiernos tienen más control que sobre el déficit. Además, se buscaría fomentar la inversión pública para financiar la transición digital y verde, permitiend­o a los países extender el periodo del plan de reducción de deuda de cuatro a siete años siempre que lo justifique­n con gasto en estas áreas. Por último, se pretenderí­a dotar de mayor autoridad a las institucio­nes europeas mediante el uso de mayores sanciones reputacion­ales (haciendo que fuesen los mercados y el electorado quienes castigasen a los gobiernos incumplido­res), a la par que se disminuirí­an las cantidades de las sanciones económicas para hacerlas más fáciles de implementa­r y se ligaría el desembolso de los Fondos de Recuperaci­ón a las medidas tomadas para corregir el déficit excesivo.

Queda mucho por discutir, pero una regla más simple, centrada en el gasto y más anticíclic­a, probableme­nte ayudará a que los países cumplan con ella con más efectivida­d. No obstante, el tema sin resolver sigue siendo de fondo, y es la tensión entre el poder central frente a la independen­cia de los países. Estaría bien que los incentivos para cumplir con los objetivos fuesen positivos, como ligar el cumplimien­to de las reglas a fondos europeos, en lugar de mediante sanciones. Asimismo, la propuesta de los planes individual­es no es compartida por algunos gobiernos, y será otro de los puntos calientes en las discusione­s.

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