Expansión Catalunya - Sábado

“Nuestra misión es la continuida­d”

- Nerea Serrano.

Octava generación de bodegueros, Giménez Alvear se formó como ingeniero naval para cumplir con la otra tradición familiar. Un marino de tierra adentro que no quiere hablar de naufragios: “El futuro del vino quizá pase por ser más elitista o sin alcohol”.

El día 5 de octubre de 1804, la escuadra española fue víctima del ataque de los británicos cerca del cabo de Santa María, en la costa portuguesa del Algarve. El asalto hizo saltar por los aires a la fragata Nuestra Señora de las Mercedes, perdiéndos­e en el fondo del mar el barco, la carga, los caudales que transporta­ba y la vida de 275 personas. Entre ellos, la mujer y los siete hijos del comandante Diego Alvear. El tesoro se recuperó en 2007 y desde 2012 forma parte del Estado español, igual que los Alvear forman parte de la historia naval. Entre dos aguas estaba Fernando Giménez Alvear (Córdoba, 1959) cuando tuvo que elegir entre el mar o la otra tradición familiar, la bodeguera, de la que él es ya octava generación. – ¿Por qué prefirió estar con los pies en la tierra?

Estudié Ingeniería Naval por tradición familiar y trabajé varios años en este sector y en la industria aeroespaci­al, pero a los 30 años tuve una especie de crisis vital y me mudé a Montilla (Córdoba), donde está nuestra bodega familiar, Alvear.

– ¿Crisis a los 30? Parece un ‘Millennial’.

Somos muchos miembros de la familia en la propiedad de Bodegas Alvear y en ese momento no estaba claro quién sería el sucesor; existía una oportunida­d.

– ¿Se arrepintió alguna vez de subirse a ese barco?

Desde 1998, cuando me nombraron director general, nunca he echado la vista atrás. Cuando eres el arquitecto de la estrategia de un negocio las retribucio­nes emocionale­s son enormes.

– ¿Otea ya un cambio de rumbo?

Hay que pensar en la sucesión porque a los 65 me jubilaré de la labor del día a día. El gerente de una bodega tiene que vender el vino, y yo ya no quiero viajar.

– ¿Le preocupa esa transición?

Somos una empresa antigua muy saneada y sin deuda, nuestra misión es la continuida­d. Al final somos sencillame­nte agricultor­es que se han complicado la vida.

– Y usted un poco más, porque decidió navegar por nuevas tierras y Alvear fundó, junto a la familia Losada Serra, la bodega Palacio Quemado, bajo la Denominaci­ón de Origen Ribera de Guadiana.

Con el cambio de siglo, los olorosos habían caído y decidimos extender el negocio y hacer vino tinto, que era lo que estaba de moda. No quería ir a Rioja porque ya había demasiadas grandes empresas allí y valoré varios sitios hasta que surgió esa denominaci­ón que estaba recién creada. Los negocios bodegueros tardan mucho tiempo en madurar económicam­ente.

– Usted fue quien consiguió que en España se aprobaran las variedades portuguesa­s para elaborar vinos aquí.

Extremadur­a está haciendo unos vinos de mucha calidad y con estas variedades se han conseguido etiquetas singulares que representa­n muy bien el carácter de La Raya.

– Otra frontera es la que está entre la demanda creciente de los últimos meses y los pronóstico­s de recesión para los próximos. ¿Habrá que darse al vino?

A nuestro cliente no le afecta tanto la inflación. El vino siempre ha esta-*

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