La subyacente se dispara
La inflación no remite, por mucho que el Gobierno, en un análisis muy parcial e interesado, se empeñe en repetir. No lo hace porque aunque la tasa interanual baje al 5,8% según el indicador adelantado del IPC de diciembre (5,6% el IPC armonizado con la UE), lo hace desde niveles de precios muy elevados, que fueron alcanzados en los pasados meses, que hacen que al comparar con un mes en el que ya había elevada inflación, como fue diciembre de 2021, la comparación mitigue el incremento interanual, pero por mero efecto estadístico, no por descenso de precios. Es el mismo efecto estadístico que provoca que tengamos la menor inflación interanual de la eurozona, dado que España ya acumuló algunas de las mayores subidas anteriormente y durante muchos meses, aparte de la anestesia de gasto público que han subvencionado los precios, elemento que no ha solucionado el problema, sino que lo ha enquistado, como casi siempre sucede con el gasto público.
De hecho, se ve claramente que no baja al medir el IPC en términos mensuales, donde el índice general aumenta un 0,3%. Es decir, los precios han subido más todavía de noviembre a diciembre, según el indicador adelantado. Paralelamente, se produce una subida mensual de la inflación subyacente de un 0,8%, elemento muy preocupante, porque es la inflación que se vuelve más estructural.
Así, la subyacente se desboca, se dispara hacia niveles muy elevados, superando al índice general. Ya dije hace algún tiempo que se iban a cruzar los dos indicadores, el índice de precios general y el de la subyacente, cosa que ya ha sucedido, al elevarse la tasa interanual de la subyacente al 6,9%, seis décimas más que su tasa interanual del mes anterior. La subida de vestido, calzado y alimentos elaborados impactan con fuerza en el alza de precios.
Tenemos un grave problema de inflación, que no se soluciona con cheques sin sentido ni con bajadas tardías e insuficientes de impuestos, sino que precisan de un ajuste estructural que haga que el gasto disminuya con fuerza desde esos niveles ingentes en los que el Gobierno lo ha situado. Se necesita que el Ejecutivo deflacte la tarifa del IRPF, no para bajar impuestos, sino para no subírselos, que es lo que está sucediendo al no deflactarla y al aumentar las retribuciones por la inflación. Es necesario que baje, en el marco competencial –solicitando autorización a Bruselas cuando fuere necesario– los impuestos a los carburantes, para mitigar los incrementos de costes que sufren las familias y las empresas, que sirva como cortafuegos de la transmisión de la subida de precios a toda la cadena de valor, transmisión que, desgraciadamente, ya ha sucedido. Es imprescindible que la muy tardía rebaja del IVA no se quede en los productos anunciados, sino que pueda aplicarse también a la carne, el pescado, las conservas o el agua.