La devaluación del progresismo
Se está apuntando tanta gente frívola al progresismo para mantener su negociado en la política y en la vida que el término está empezando a devaluarse a gran velocidad, hasta el punto de que corre el peligro de hacer buena aquella máxima crítica que decía que progresista es a progreso lo que carterista es a cartera. Pablo Iglesias invitó recientemente a uno de esos programas con los que aspira de nuevo a tomar impulso para asaltar los cielos, después de haber merodeado por los tejados y de acabar siendo defenestrado, a José Antonio Martín Pallín, Javier Pérez Royo, Ione Belarra, Arnaldo Otegi, Oriol Junqueras y Odón Elorza. Todo un elenco de “progresistas” cuyo objetivo no era otro que señalar a los seis magistrados de lo que Iglesias denomina la derecha en el Tribunal Constitucional. Un akelarre con el que el hombre de Galapagar quiere abrirnos los ojos entumecidos por la fiebre del capitalismo y enseñarnos el camino de la verdad. Esa misma ruta que le hizo peregrinar hasta la sierra madrileña predicando el comunismo 4.0, no con intención de practicarlo sino con la idea de vivir de él. Como oí decir a alguien, no venía a acabar con la casta sino a sustituirla. De momento, quien invita a un tipo como Otegi para “señalar” a jueces se define a sí mismo, de la misma manera que se definen quienes se prestan a ese mismo juego, da igual que sea un alcalde, un catedrático de derecho constitucional o un magistrado emérito, ambos estos últimos que sonaron para formar parte de las más altas instituciones del Estado. Ha quedado sobradamente demostrado que tener un título, haber aprobado una oposición, incluso obtener un cierto respaldo de tus vecinos no te convierte necesariamente en una persona equilibrada. Cuesta creer que en una democracia madura un promotor con este nivel de toxicidad haya llegado a la vicepresidencia del Gobierno con la etiqueta de progresismo. Me pregunto cuántos jueces y magistrados que se consideran a sí mismos progresistas y que tienen alguna vocación de servir a la Justicia no sentirán una cierta náusea al sentirse ubicados en este mismo club en el que participan sujetos tendenciosos, algunos de ellos más conocidos por infringir la Ley que por otra cosa. Durante estos últimos días se está vendiendo la idea de que la mayoría
“progresista” en el Constitucional es fundamental para evitar que los carcas del mundo vuelvan a prohibir el aborto en este país. Es un falso señuelo. En la tierra de la poesía de Lorca y de la veneración por los restos de nuestros antepasados, la sensibilidad del legislador ha evolucionado tanto que ya el bienestar de cualquier mascota, incluso de un árbol, vale mucho más que el latido de un nasciturus. Esa pantalla ya la hemos pasado, como demuestra que a pesar de los años que han transcurrido con mayoría conservadora en el tribunal de garantías ni se haya mencionado. Si el PP pretendiera revertir la Ley del aborto, como está vendiendo el PSOE a través de sus altavoces, los miembros conservadores del Consejo General del Poder Judicial nunca hubieran propuesto la candidatura de una magistrada progresista y feminista como María Luisa Segoviano. ¿Qué han visto los conservadores en Segoviano que no vieran en otros candidatos que venían propuestos directamente desde La Moncloa para hacer comandita con Cándido Conde-Pumpido? Pues que, a diferencia de Conde-Pumpido, Segoviano tiene convicciones propias y no serviles sobre lo que significa la Constitución y la soberanía nacional y difícilmente se va a prestar al juego de crujir la Carta Magna y sacrificar los derechos de todos para dar cabida a los compromisos de Sánchez con el separatismo. ¿Quién es aquí más progresista? No todos los que se definen como tal son compatibles o les importa el progreso. De momento, Sánchez no quiere por nada del mundo progresar en la despolitización de la Justicia porque cree que le toca a él mangonearla. Feijóo se ha comprometido a dejar que sea independiente cuando llegue al poder. Espero que si ocurre no le tiemble el pulso, aunque digan que es progresista por ello.
Segoviano es progresista, pero no se va a plegar a crujir la Constitución al servicio de Sánchez