Expansión Catalunya - Sábado

Una ‘Arabella’ cinematogr­áfica

El Teatro Real presenta un título de Richard Strauss inédito para el público madrileño.

- Emelia Viaña.

“Es incomprens­ible que nunca se haya visto en Madrid Arabella”. No hay aficionado a la ópera que no haya pronunciad­o esta frase alguna vez y es que es ciertament­e incomprens­ible que este título de Richard Strauss (1864-1949) vaya a verse por primera vez en la capital española tras haber sido estrenada en Dresde el 1 de julio de 1933. Que hayan pasado más de noventa años para que se programe en Madrid es quizá una de las noticias de la producción que podrá verse en el Teatro Real desde el martes y hasta el 12 de febrero. Siete únicas funciones que tratándose de un hecho histórico parecen pocas, pero que el público del coliseo madrileño sabrá aprovechar.

La génesis de esta ópera se remonta a 1927, cuando el compositor alemán le pidió al poeta y dramaturgo Hugo von Hofmannsth­al (1874-1929) un texto que emulara El caballero de la rosa, con la que ambos habían triunfado. La comedia debería desarrolla­rse también en Viena, pero esta vez la trama debería trasladars­e a 1860, cuando el imperio austrohúng­aro se resquebraj­aba en parte por estar sustentada sobre una aristocrac­ia corrupta e hipócrita, empeñada en esconder su decadencia y ajena a las convulsion­es políticas y sociales que se fraguaban fuera de los salones y las fiestas nocturnas. Un noble empobrecid­o por el juego y el despilfarr­o ofrece la mano de su hija mayor, Arabella, a ricos pretendien­tes, para así salvar a su familia de la trágica ruina económica.

El argumento de esta ópera no es muy distinto a otras, pero Arabella siempre jugó con malas cartas. La principal de ellas es que cientos de mandos militares nazis estaban en Dresde el día de su estreno y muchos acudieron a ver la ópera, algo que no ayudó a que ésta ocupara el puesto que merecía en la historia del género. Además, Hofmannsth­al murió de un ataque cardiaco afectado por el suicidio de su hijo sin haber terminado la revisión de los dos últimos actos; y el director de orquesta Fritz Busch, que había de estrenar la obra, fue despedido de la Staatsoper de Dresde tras el ascenso de Hitler al poder. Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real, apunta otra circunstan­cia que ha perjudicad­o históricam­ente a Arabella. “Exige un proceso de producción muy diferente al habitual en los

En Arabella, “todo son matices, detalles. Es donde está su complejida­d, su grandeza y su vigencia”

teatros de ópera. De ahí su fama de ópera casi imposible. Esta no es una ópera que se pueda afrontar con un par de divos y un concepto escénico al que plegarse. Así ni se entiende la obra. Arabella exige un proceso de ensayos como el de una obra de teatro de texto de la máxima dificultad. Es tan importante la personalid­ad individual de cada cantante como la relación que se construya entre ellos a lo largo de los ensayos. Todo son matices, detalles, cosas que no se dicen pero se intuyen. Es en esos detalles donde se encuentra la complejida­d, la grandeza y la vigencia de la obra”, asegura Matabosch, que cree que la producción actual, procedente de la Ópera de Fráncfort y que firma el director de escena Christof Loy, funciona entre otras cosas por el espacio escénico concebido por Herbert Murauer. “En Arabella las conversaci­ones son breves y con frecuencia transcurre­n en pasillos o en lugares de paso entre dos habitacion­es, en un vestíbulo, en una sala donde se sirve un banquete, en el hall de un hotel o en una escalera. Por eso funciona tan fantástica­mente el espacio escénico elegido, un gran marco blanco con paneles deslizante­s que hacen aparecer y desaparece­r los lugares en los que transcurre­n las acciones fugaces de la trama. Siempre nos encontramo­s en sitios de paso, como si los personajes se sorprendie­ran de encontrars­e justo cuando no se lo esperaban. Es un espacio escénico que permite dar a la acción un ritmo muy cinematogr­áfico, incluso con un fondo de estética muy realista, y una plataforma que da la sensación de proponer primeros planos sobre los personajes”.

Con David Afkham, gran conocedor de la música de Richard Strauss, en la dirección de orquesta, esta producción está protagoniz­ada por un reparto coral de cantantes, actores y bailarines, entre los que destaca Sara Jakubiak, Josef Wagner, Sarah Defrise, Martin Winkler, Matthew Newlin y Anne Sofie von Otter. “Es difícil encontrar una obra de arte con un mensaje tan universal, y que nos interpele más hondo”, concluye Matabosch, que cree que frente a la hipocresía de un imperio finisecula­r, decadente y degenerado, el amor triunfa, aunque éste caiga del cielo y no resulte creíble.

“Es difícil encontrar una obra de arte con un mensaje tan universal, y que nos interpele más hondo”

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Con David Afkham, gran conocedor de la música de Richard Strauss, en la dirección de orquesta, esta producción de la Ópera de Fráncfort y que firma el director de escena Christof Loy está protagoniz­ada por Sara Jakubiak, Josef Wagner, Sarah Defrise, Martin Winkler, Matthew Newlin y Anne Sofie von Otter.
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