Sobre ‘remakes’ y otras cuestiones
Cuando se aproxima la oleada de películas que van a competir por los Oscar, un momento que la debilitada industria de la exhibición de películas en cine espera, y este año aún más, como agua en mayo, quizás sea bueno echar la vista atrás y reseñar algunas películas que alrededor de las pasadas Navidades han rellenado la cartelera.
Dos de ellas son remakes, nuevas versiones de películas anteriores, un proceso no exento de evidentes peligros en cuanto a los resultados. Una de ellas, Living, lo es de manera confesa respecto de Ikiru (Vivir, 1952), una delicada película de Akira Kurosawa de hace setenta años y la otra,
El peor vecino del mundo, se parece enormemente a Grand Torino, que dirigió Clint Eastwood. Me resulta curioso que me haya gustado más, sin excesos, la película británica deudora de la de Kurosawa, que cuenta además con una excelente interpretación protagonista de Bill Nighy, el veterano actor inglés, que la que protagoniza, y lo hace muy mecánicamente repitiendo perezosamente su personaje de siempre, Tom Hanks. Y empleo la palabra curioso porque también de los modelos me parece mucho mejor Ikiru, un melodrama concebido milagrosamente de frescura, sinceridad y delicadeza, que la película de Eastwood, un director que admiro tanto como a Kurosawa, porque siempre me ha parecido que
Grand Torino es de esas películas previsibles, con homilías buenistas y que juega, tramposamente, deliberadamente a la contra con darle la vuelta al icono duro de Eastwood.
Un reparto escogido
Living, además de contar con un reparto tan equilibrado como bien escogido, juega sus bazas de nueva versión con respeto, que no significa en absoluto copiar al dictado el original, acertando además al trasladar la acción a los años 50. Al comentar esa reflexión, me ha recordado mi querido y admirado amigo José Sáinz de Vicuña, que hay una película protagonizada por Alec Guinness, Last Holiday, rodada en 1950, cuyo argumento es el de Ikiru, y cuyo guion lo firmó J. B. Priestley, el gran dramaturgo británico. No recuerdo haberla visto pero ya me he puesto a ello. Internet me da referencia de otra película con argumento y título similar, Last Holidays, dirigida por Queen Latifah, que no niega su condición de remake de la protagonizada por Guinness. Kurosawa adaptó su película sobre una novela, La muerte de Iván Ilich, que Leon Tolstoi publicó en 1888. Ignoro si la película inglesa de 1950, filmada dos años antes que la de Kurosawa se inspiraba o no en la novela de Tolstoi.
Los argumentos de todas ellas centran su trama en cómo el protagonista, por lo general un aburrido y disciplinado oficinista, tras ser diagnosticado con una enfermedad mortal y con no mucho tiempo para que se produzca el desenlace decide romper con todo y disfrutar de la vida que había ignorado hasta entonces haciendo algo por los demás. En el caso de Living, el encuentro primero, en una huida a la costa, con un tipo exuberantemente fiestero y luego con una compañera de trabajo, le lleva a diseñar un mejor mundo.
Living se ve con agrado debido a un impecable trabajo del diseño de producción en época, vestuario y ambientación, un guion muy notable, anotemos que detrás está Kazuo Ishiguro, gran escritor y Premio Nobel, que como ya he indicado, sigue las líneas maestras del de la película de Kurosawa acercándolo con acierto a la realidad británica de los 50, quizás edulcorándolo, haciéndolo a veces menos melodramático de lo necesario, y bien dirigido por Oliver Hermanus, del que desconozco otra película. La puesta en escena de Hermanus es clásica, estilizada visualmente y con sabiduría la centra en un muy buen reparto encabezado por Bill Nighy.
Es lo contrario que sucede con El peor vecino del mundo, película penalizada por un guion previsible, perezoso, retórico, adocenado además por una ramplona puesta en escena, circunstancias que arrastran a una interpretación de Tom Hanks muy gris, muy ese personaje al que el actor se acomoda de manera en exceso reiterativa.
Un sensible cineasta
Una de las películas más interesante de la pasada temporada fue Las ilusiones perdidas, magnífica adaptación de una gran novela de Honoré de Balzac, lo que demuestra la riqueza de la producción francesa que merced, sobre todo a esa gran empresa cultural de distribución y producción de películas que es A Contracorriente, podemos seguir en España. La película, magníficamente dirigida por ese sensible cineasta que es Xavier Giannoli, fue saludada por maestros como Andrés Trapiello e ignorada, por lo general, por la crítica, y, ay, por el público.
Ahora nos presenta A Contracorriente otra adaptación balzaquiana, Eugènie Grandet, un poderoso melodrama trágico sobre la avaricia, la tiranía paternal y el amor, posiblemente no tan lograda como Las ilusiones perdidas, pero en extremo interesante por su excelencia técnica en su producción, vigor narrativo en la dirección de Marc Dugain y un brillante reparto.