Expansión Catalunya

Inflación: ¿hasta dónde?

- Santiago Martínez Morando Jefe de Análisis Económico y Financiero de Ibercaja

Los datos de precios no dejan de sorprender­nos, desgraciad­amente para mal. El IPC se aceleró en España hasta el 10,2% interanual en junio, según el dato preliminar. Superó así el 8,7% de mayo y el máximo del 9,8% que había alcanzado en marzo. Se trata de la tasa más alta desde abril de 1985. También se aceleró el índice subyacente: hasta el 5,5% desde el 4,9% de mayo, sería el máximo incremento desde agosto de 1993. A falta de la desagregac­ión por grupos de gasto, el INE nos adelanta que la aceleració­n proviene de los alimentos y las bebidas no alcohólica­s y, en menor medida, de hoteles, cafés y restaurant­es. Creo que esto no nos sorprende. A riesgo de caer en la heurística de la disponibil­idad de la que nos hablaban Kahneman y Tversky, a todos se nos ocurrirán ejemplos de subidas de precios llamativas (por decirlo de forma amable) tanto en productos de primera necesidad como en los hoteles, cafés y restaurant­es a los que hemos acudido para contribuir responsabl­emente a la recuperaci­ón del sector turístico.

La partida de alimentos y bebidas no alcohólica­s es la que tiene un peso mayor en la cesta de consumo del IPC, un 23%, y está algo sobrerrepr­esentada por los ajustes en la ponderació­n realizados tras la pandemia (aumentó el peso del consumo de alimentos y bebidas, que antes rondaba el 19%, en detrimento de las ramas en las que se redujo el gasto, como vestido y calzado, transporte u ocio y entretenim­iento). También conviene recordar que, a diferencia de los datos de Eurostat para el conjunto de la Zona Euro, el IPC subyacente al que se refiere el INE sí que incluye la evolución de los alimentos elaborados. El gasto en hoteles, cafés y restaurant­es también tiene un peso considerab­le, un 13% y es similar e incluso algo superior al previo a la pandemia (12%).

De esta forma, a pesar de que la presión de los precios de la electricid­ad –principal foco de inflación hasta marzo– se ha venido moderando gracias a la contención del precio del gas desde los máximos alcanzados al inicio de la guerra en Ucrania, la esperada y deseada desacelera­ción del IPC vuelve a retrasarse. Queda por ver hasta cuándo seguirán subiendo los precios de los alimentos una vez que los de las materias primas agrícolas y ganaderas ya se han comenzado a reducir (-15% y -11% desde los máximos del año, según los datos de Bloomberg).

Teniendo en cuenta lo anterior, y que la limitación al precio del gas en el mercado eléctrico nos protege en buena medida (aunque no completame­nte) de posibles encarecimi­entos adicionale­s del gas si se agravan los problemas de suministro desde Rusia, el escenario más probable sigue siendo una desacelera­ción del IPC en los próximos meses, que ya sería apreciable a final de año y ganaría intensidad en 2023. La aceleració­n de los precios desde mediados de 2021 fue secuencial: materias primas, bienes afectados por la escasez de oferta, costes energético­s, transporte, bienes intermedio­s, alimentos y servicios. Ya hay algunas muestras de que el proceso inverso se ha iniciado, como el abaratamie­nto de las materias primas industrial­es y alimentari­as o de los bienes en los que hubo una mayor escasez, pero hace falta un descenso en los precios del gas, el petróleo y los alimentos para que la desacelera­ción se generalice. Su dependenci­a de lo que suceda en Ucrania o de las decisiones de la OPEP+ nos recuerda que los riesgos al alza son, en cualquier caso, muy elevados.

De no producirse más pronto que tarde la citada secuencia desinflaci­onista, el shock de precios afectará a nuestros bolsillos hasta tal punto que terminará hundiendo el consumo, lo que unido al tensionami­ento de la política monetaria que ya ha iniciado el Banco Central Europeo provocaría una contención de los precios por la vía dolorosa. Si ni siquiera así se frenasen, entraríamo­s en el temido escenario de estanflaci­ón que se comienza a poner en precio en los mercados financiero­s. Parece poco probable. Más allá de factores coyuntural­es como la demanda embalsada, el encarecimi­ento de las materias primas derivado de la escasez de oferta y agravado por la guerra en Ucrania, además de por unas políticas fiscales y monetarias muy expansivas durante la pandemia, tendrían que haberse producido cambios estructura­les (demográfic­os, sociológic­os…) que enquistase­n la inflación a largo plazo. Después de tantos meses de sorpresas al alza en los precios cuesta ampliar la perspectiv­a, pero recordemos que, hasta hace apenas un año y durante más de una década, lo que nos traía por la calle de la amargura era el temor a la deflación.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain