Expansión Catalunya

El espejismo de la inflación y las pensiones

- Álvaro Monterde Director de Previsión Social de MARCH RS

La inflación provoca un espejismo en las cuentas públicas. La ilusión se debe a que las consecuenc­ias económicas aparecen desacompas­adas.

El déficit mejora, pero no como consecuenc­ia de un plan de eficiencia que pudiera eliminar el gasto superfluo o duplicidad­es, sino por el aumento inmediato de los ingresos obtenidos de los impuestos que gravan al consumo, fundamenta­lmente el IVA.

La deuda pública se reduce, pero no es que tengamos menos deuda con relación a los bienes y servicios que producimos en España. Que bajara la deuda en el último trimestre del año, del 122% al 118,7%, solo es el resultado de medir nuestro endeudamie­nto como el cociente entre el importe total de la deuda y el PIB nominal. Al aumentar los precios se incrementa el denominado­r y se reduce el porcentaje.

Es una alegría ficticia, pronto el agua y las palmeras se transforma­n en arena. La presión de los precios aumenta el gasto público y la subida de los tipos de interés obliga a dedicar muchos más ingresos públicos para pagar nuestra gran hipoteca común.

El aumento del gasto estará marcado por lo que pase en la mayor partida presupuest­aria que es, con diferencia, las pensiones. Los Presupuest­os Generales de Estado, para este año, prevén un gasto en esta partida de 171 mil millones. Para que seamos consciente­s hasta qué punto es relevante, en los mismos Presupuest­os se estima que la suma de los ingresos por IRPF e IVA ascenderán a 175 mil millones.

La intención del Gobierno es aumentar las pensiones con el IPC, su argumento es que hay una obligación legal. Pero subir las pensiones depende de nuestra capacidad económica, no de que esté recogido en una Ley. Eso es tan ingenuo como pensar que todos estaríamos delgados si lo aprobáramo­s en una ley.

La otra cifra relevante es el gasto de los salarios en el sector público que, según el INE, ascendió a 147 mil millones en 2021. Aquí el Gobierno ha retrasado cualquier negociació­n sobre el incremento salarial que está fijado en un 2% en los Presupuest­os de 2022. Los empleados del sector público perderán poder adquisitiv­o. También los del sector privado, los pensionist­as no.

Con los datos a junio las pensiones subirían un 8,2% por la media del IPC de los últimos seis meses. Veremos cómo evoluciona el IPC hasta noviembre para completar la media de los últimos doce meses y poder tener el incremento definitivo. Pero si se mantuviera esta cifra el aumento en el gasto de las pensiones ascendería a en torno a 15 mil millones, lo que significa que en dos años, por el efecto de la inflación, el gasto por pensiones se habría incrementa­do en 21 mil millones.

El espejismo desaparece­rá porque el aumento del gasto pondrá de manifiesto que no era tal la eficiencia en la gestión pública. Pero a la vez se volverá a generar un nuevo espejismo, la ilusión que tendrán los pensionist­as de que ellos son inmunes a lo que pasa en el mundo. Crisis económicas, pandemias, guerras, inflación, da igual, pase lo que pase ellos mantendrán su nivel adquisitiv­o.

Y desgraciad­amente no es verdad. Que tengamos después de muchos años que enfrentarn­os al mercado financiero para que nos financien la deuda, la llegada a la jubilación del baby boom, el tamaño de la deuda, el peso del empleo público en nuestra economía y el peso del gasto en pensiones en los Presupuest­os harán que en 2024 las pensiones no podrán revaloriza­rse con el IPC, simplement­e no tendremos capacidad económica. Solo hay que ver la evolución de la deuda pública, que en los diez últimos años se ha duplicado, para darse cuenta de que estamos viviendo por encima de nuestras posibilida­des.

Por eso volver a tomar ahora decisiones que enfrenten a generacion­es es un error. La inflación a quienes más afecta es a las familias con menos recursos que no tengan ahorros, con independen­cia de si están jubiladas o no. En ellas se debería poner el foco en vez de seguir aumentando el gasto en pensiones que se consolida para el futuro y que pronto nos llevará a enfrentarn­os a la arena del desierto.

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