Expansión Catalunya

España se juega 241.000 millones a un color

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La decisión del Parlamento Europeo de catalogar la nuclear y el gas como energías verdes tiene enormes repercusio­nes para España. El actual Gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos ha apostado toda su política energética a la carta de las renovables. Su Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, el famoso Pniec, que sirve de columna vertebral a todas sus decisiones, pretende movilizar más de 241.000 millones de euros de inversión para promover en torno a 60.000 megavatios de renovables, sobre todo eólicas y fotovoltai­cas. Ahora, con la decisión europea de etiquetar como verdes a las nucleares y al gas, estas dos fuentes de energías lucharán por la misma tarta de financiaci­ón que las eólicas y las fotovoltai­cas. No hay que saber mucha economía para entender que si la demanda de financiaci­ón se incrementa de golpe y los recursos son los mismos, el coste subirá. España se había convertido en el Robin Hood europeo de las renovables. Está bien que un país apueste por las nuevas fuentes de energía. El problema siempre son los radicalism­os. Por regla general, se equivocan. Los mismos ecologista­s que hoy reniegan de las nucleares como energía limpia son los que hace casi tres décadas protagoniz­aban campañas contra los primeros parques eólicos por su impacto medioambie­ntal y visual, y por ser una carnicería para determinad­os pájaros. Lo que pasó ayer en el Parlamento Europeo, y la decisión después de Francia de nacionaliz­ar EDF en su totalidad, tendrán una enorme repercusió­n en el nuevo diseño del mapa empresaria­l de la energía en Europa. El 70% de la producción eléctrica de Francia, donde EDF sigue siendo la eléctrica dominante, es nuclear. Ayer, la UE empezó a configurar el mix energético que quiere para el siglo XXI. Aceptarlo o no supondrá entrar o no entrar en la carrera por la creación de nuevos campeones nacionales. EDF, que en su día intentó el asalto a Iberdrola, y hoy tiene cierta presencia con su filial Edison, quiere ser uno de ellos. podrán ampliar sus plantillas sin más dificultad­es y Vueling, Air Europa y Volotea, entre otras, mantienen intactas sus programaci­ones. Las huelgas en España de los tripulante­s de easyJet y Ryanair y las colas en los controles de pasaportes al principio de la temporada alta han tenido poca repercusió­n en comparació­n con lo que se está viviendo en otros países. BA acumula un 13% de vuelos desprogram­ados este verano. Amsterdam ha reducido capacidad. En los aeropuerto­s de París, donde hacen falta 4.000 contrataci­ones, están convocados paros y en Alemania la carencia de personal llega a las 7.200 personas, con 3.100 vuelos cancelados por Lufthansa. La escandinav­a SAS, que se ha declarado en quiebra en EEUU, ha cancelado la mitad de sus vuelos este verano. La situación, que no es exclusiva de Europa, dista de solucionar­se. España mira de reojo estas complicaci­ones –que llegan cuando se juega el éxito de la temporada alta turística– consciente de que puede salir salpicada porque las aerolíneas operan en red.

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