Expansión Catalunya

La economía europea se deteriora

- Rafael Pampillón

Nos encontramo­s en una encrucijad­a histórica. Tras los elevados niveles de gasto público alcanzados durante la pandemia, toca ahora ir retirando progresiva­mente los estímulos fiscales. También porque son inflaciona­rios: aumentan la demanda y, con ello, los precios. Dicho de otro modo, para corregir los elevados niveles de inflación, hay que reducir la demanda agregada. Y si los gobiernos no hacen su parte (reduciendo el gasto público, los déficits y la deuda), los bancos centrales tendrán una posición complicada, ya que deberán aplicar políticas monetarias restrictiv­as para reducir la inflación. El resultado será una desacelera­ción en el crecimient­o económico, aumento en el desempleo y reducción del bienestar de los ciudadanos. Europa se enfrenta a una crisis marcada por la subida de los precios de las materias primas (sobre todo alimentos y energía), el desabastec­imiento de semiconduc­tores y la ralentizac­ión de las cadenas de suministro­s provocada, en parte, por la falta de barcos y contenedor­es. El origen de esta crisis no sólo está en la invasión rusa a Ucrania, con sus consecuenc­ias políticas y económicas, sino que también se debe al incremento desorbitad­o de la masa monetaria por parte de los bancos centrales durante la pandemia y al continuo cierre de fábricas en China. Un conjunto de problemas que ha generado una espiral inflaciona­ria en todo el mundo, y que en la zona euro alcanzó en junio el 8,6% interanual, la más alta de su historia. Con el objetivo de frenar la inflación, el BCE ya ha comenzado a movilizars­e. Ha dejado de comprar deuda pública y ha anunciado un incremento del tipo de interés de intervenci­ón desde el 0% al 0,25% en este mes de julio, y otro aumento en septiembre, que puede llegar al 0,5%. Una senda de subidas que podría alcanzar el 2% en 2023.

Christine Lagarde, la presidenta del BCE, ha señalado que “irá tan lejos como sea preciso” para combatir la inflación y estabiliza­rla en el 2%. Esto causará una ralentizac­ión de la economía de la zona euro, con un aumento del desempleo que por ahora es muy bajo, en torno al 6,6% de la población activa. Precisamen­te la curva de Phillips tradiciona­l muestra una relación inversamen­te proporcion­al entre la tasa de desempleo y la inflación. Si ahora el objetivo es reducir la inflación, la curva refleja que el nivel de desempleo aumentará.

Como consecuenc­ia de la crisis que se avecina, también está bajando la Confianza Económica en la eurozona. La encuesta de la Comisión Europea mostró que este indicador se redujo desde 105 puntos en mayo a 104 en junio, su nivel más bajo en 15 meses. Un dato que refleja el deterioro de la moral de los consumidor­es.

Durante la pandemia los gobiernos de la eurozona y el BCE optaron por aplicar políticas keynesiana­s, en concreto políticas fiscales y monetarias expansivas. Esto se tradujo en un incremento del gasto y de la cantidad de dinero para impulsar la demanda, con el fin de dinamizar la economía. Los frutos de esas políticas los estamos recogiendo ahora: una inflación desbocada. Además, esa política fiscal expansiva ha traído consigo un empeoramie­nto de las finanzas del Estado.

Al igual que en Europa, en España se precisa un mayor equilibrio de las cuentas públicas. La creación de empleo y la estabilida­d de precios sólo son posibles a través de políticas monetarias y fiscales menos expansivas y de reformas estructura­les que mejoren la competitiv­idad. De ahí que la Comisión esté pidiendo a España que el gasto público corriente no siga aumentando. Eso quiere decir que, a la hora de elaborar los Presupuest­os de 2023, el Gobierno deberá seguir las recomendac­iones de la Comisión y reducir drásticame­nte el déficit público.

Sin embargo, en España, desde que llegó Pedro Sánchez a la Moncloa en 2018, el número de empleados públicos no ha dejado de crecer. En tan solo cuatro años, la cifra ha crecido en 363.000 personas alcanzando los 3,5 millones. A lo que hay que sumar las 44.788 plazas de empleo público aprobadas en junio, la mayor de la historia. Este repunte en la plantilla de las Administra­ciones genera un incremento desorbitad­o del gasto público. Si éste no se frenara, Bruselas nos impondría unos recortes tales que obligarían a hacer un drástico ajuste laboral en el sector público. ¿Se ha valorado este riesgo al aprobar una oferta de empleo pública de ese calibre?

Unos presupuest­os que vendrán lastrados también por haber indexado las pensiones con el IPC. Ello supondrá un aumento en 2023 del gasto en pensiones de 13.000 millones de euros. Hay que ir al fondo del problema y vincular las pensiones (y también la edad de jubilación) a la esperanza de vida, la evolución de las cotizacion­es y la de la población ocupada. Está en juego la viabilidad del sistema de pensiones y el futuro del bienestar de los jubilados.

Controlar la inflación es muy importante para el crecimient­o, pues refuerza la competitiv­idad de las empresas y aumenta el crecimient­o, así como el empleo a través de las exportacio­nes. Desgraciad­amente, desde abril del año pasado, la inflación española está siendo superior a la media de la eurozona, con una pérdida continua de competitiv­idad. En consecuenc­ia, este diferencia­l de inflación ha venido acompañado de fuertes saldos negativos en la balanza comercial.

De ahí que en España se están revisando a la baja las proyeccion­es, lo que puede anunciar una nueva crisis. Indicadore­s recienteme­nte publicados parecen confirmar que la economía española sigue debilitánd­ose. El Índice del Comercio Minorista de mayo con respecto a abril se quedó estancado. También la industria sigue mostrando un elevado nivel de estancamie­nto. El índice de gestores de compra del sector manufactur­ero descendió desde 53,8 en de mayo a 52,6 puntos en junio. Ayer se publicó el Índice de Producción Industrial. La industria se contrajo un -0,2% en el mes de mayo con respecto a abril.

También las caídas de Bolsas y mercados de deuda parecen estar anticipand­o una reducción del crecimient­o de la actividad con más paro y más inflación de lo previsto. Para salir de esta situación de crisis que se avecina, lo que España y Europa necesitan son reformas estructura­les: políticas de oferta que intensifiq­uen los esfuerzos para elevar la productivi­dad a través de buenas prácticas, como la extensión de las tecnología­s de la informació­n, la inversión en I+D+i y en capital humano, la mejora del funcionami­ento de los mercados de productos y servicios y el redimensio­namiento del sector público para reducir el gasto corriente innecesari­o. Ello debería conducir a aumentar la inversión pública y privada para impulsar el empleo y el crecimient­o económico. Todavía estamos a tiempo de introducir correccion­es. Si nos retrasamos las consecuenc­ias serán más dolorosas.

Autor de “Cuando los votantes pierden la paciencia”.

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