Estrategia energética caótica e ineficaz
Rusia se ha convertido en junio en el segundo suministrador de gas a España solo por detrás y a poca distancia de Estados Unidos y por delante de Argelia. En concreto, en lo que va de año, España ha comprado a Rusia el 10% del gas que consume, pero en el último mes ese porcentaje acendió a casi el 25%. Se está trasladando el mensaje al mundo de que es necesario que Occidente deje de adquirir gas ruso tanto para no financiar la masacre de Vladímir Putin en Ucrania como para evitar ser rehén de este suministro y resulta que España no solo no está reduciendo sus compras sino que las está incrementando. Desde el punto de vista energético se está poniendo de manifiesto cada día que la estrategia del Gobierno español para garantizar los suministros y reducir los precios de la energía no solo es bastante caótica, incoherente e ineficaz sino que además deja mucho que desear desde el punto de vista pramático e incluso ético.
El cambio por sorpresa de la posición de España sobre el Sáhara Occidental ha permitido al Gobierno fortalecer las relaciones con Marruecos, pero ha provocado la ruptura con el que era nuestro principal suministrador energético, Argelia. Un movimiento que en las actuales circunstancias, de guerra en Ucrania y escasez energética, está siendo nefasto para los intereses de España. Sustituir el gas que llegaba por gasoducto desde Argelia por gas natural licuado importado en barco desde cualquier otro origen supone un incremento importante de los precios, que tensionan la totalidad del mercado y que se trasladan al resto de la economía. Hace solo un año más de la mitad del gas que llegaba a España lo hacía por gasoducto, mientras que ahora ese porcentaje representa menos de un 25%.
El Gobierno, para intentar minimizar el impacto de los errores cometidos, se apresuró a decir que la llegada de gas estaba garantizada. Lo que no se dijo es que parte de esa garantía era gas procedente de Rusia, el país que en este momento precisamente tiene en vilo a toda Europa ante la posibilidad de que corte los suministros. Ante una situación tan dramática, Alemania o Francia están reduciendo a marchas forzadas su dependencia de Rusia, recurriendo a potenciar el uso de todo lo que les otorga independencia, como el carbón o la nuclear. En España hemos optado por ir en la dirección contraria, apostando por el riesgo en vez de la seguridad.
Convertir a Rusia en gran suministrador de España, además de incoherente, es ahora muy peligroso