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La unión bancaria europea hace aguas

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El Eurogrupo ha sacado de su agenda todo lo relacionad­o con el Fondo de Garantía de Depósitos europeo y pide a la Comisión medidas para reforzar el papel de los fondos de garantía de depósitos nacionales para que sea cada país quien actúe si se produce algún problema con un banco. El mensaje no es menor, porque significa que, después de diez años de debate, sin avanzar un milímetro, los ministros de finanzas de la eurozona quieren dar carpetazo a la unión bancaria, puesto que esa unión requiere un fondo mutualizad­o entre todos los países miembros que proteja hasta un límite los depósitos de los ciudadanos en caso de un banco con problemas y apoye si es necesario la resolución de la entidad en cuestión. Ganan el pulso los países del norte de Europa, reacios a pagar los platos rotos de terceros. La propuesta de una unión bancaria fue la respuesta que se dio en 2014 a la crisis financiera e inmobiliar­ia y descansa sobre tres pilares: el Mecanismo Único de Supervisió­n, la Junta Única de Resolución y el manido fondo de garantía común, que es clave en el proceso. Así que volvemos a la casilla de salida, porque lo que se plantea es que cada país refuerce su fondo y se haga cargo de sus problemas. La idea no puede ir más en contra del camino que transita el BCE, cuya prioridad es evitar la fragmentac­ión del mercado producto de la percepción de riesgo que muestra cada país y que deriva de la heterogene­idad fiscal que impera en la UE y de este mosaico de garantías de cada fondo. De ahí el interés en avanzar homogeneiz­ando estas diferencia­s. De lo contrario, la Unión Europa seguirá coja y en inferiorid­ad de condicione­s para competir con los gigantes mundiales: EEUU y China. No tiene sentido hacer descansar sobre los fondos nacionales el esfuerzo por evitar quiebras bancarias.

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