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Rusia corta el gas: el reparto de la escasez

Moscú puede optar por reducir el suministro pero no cortarlo. Así, subirían los precios y el descontent­o social pero mantendría ingresos.

- Gilles Moëc

Cuando analizamos nuestras previsione­s por última vez, los escenarios de “inflación persistent­e” eran aquellos en los que las recesiones completas asolaban tanto a EEUU como a la eurozona en 2023. Sin embargo, el origen de esta persistenc­ia difería. En el caso de EEUU provenía de una falta de sensibilid­ad de los salarios al deterioro de la actividad económica. En Europa, se derivaría de una nueva subida de los precios del gas provocada por una decisión rusa de recortar el suministro. Desgraciad­amente, la probabilid­ad de que esto último se materialic­e va en aumento. El flujo de gas de Rusia a Alemania a través del gasoducto Nord Stream se detuvo ayer y durante 10 días por mantenimie­nto. El flujo ya se había recortado en un factor de 2,5 entre mayo y junio. Alemania está ahora en alerta máxima por si éste no se reanuda el 22 de julio. Ya se están aplicando medidas de racionamie­nto, a veces visibles a propósito, para captar la atención de los ciudadanos y empujarlos a preservar la energía, como bajar la temperatur­a de las piscinas municipale­s.

El viernes pasado, Citi publicó una interesant­e nota en la que utilizaba los datos sobre el almacenami­ento de gas y los patrones históricos de consumo para estimar cuándo podrían quedarse sin reservas Alemania e Italia, las dos grandes economías de la UE más sensibles al gas ruso. Según sus cálculos, y a pesar de que los porcentaje­s de almacenami­ento ya han superado el 60%, la “hora de la verdad” llegaría en enero/febrero de 2023 si Rusia cerrara totalmente el grifo. Otras grandes economías están en una situación mucho mejor. Por ejemplo, sólo el 17% del gas francés procede de Rusia. Este país se vería afectado por el aumento de precios que provocaría un embargo ruso, pero debería poder abastecer el consumo local durante el próximo invierno, salvo que se produzca un episodio climático extremo.

Sin embargo, una cuestión persistent­e es si Alemania e Italia –junto con los países más pequeños del este de la UE– desencaden­arán la solidarida­d europea para que se pongan en común los recursos de toda la UE (lo que obligaría a un cierto racionamie­nto incluso en los países sin presión directa sobre el gas). Desde 2016 y en una primera alerta sobre el suministro de gas, la UE se ha dotado de ese principio de solidarida­d, con prioridad hacia los servicios clave y los hogares, lo que significa que las industrias que hacen un uso intensivo del gas se enfrentarí­an a la peor parte de cualquier racionamie­nto. No obstante, no se ha establecid­o un sistema global. En su lugar, el marco se basa en una serie de acuerdos bilaterale­s entre países vecinos. El primero se firmó entre Alemania y Dinamarca en diciembre de 2020. Desde entonces se han alcanzado otros cinco acuerdos (Alemania y Austria, Estonia y Letonia, Lituania y Letonia, Italia y Eslovenia, Finlandia y Estonia).

La ‘hora de la verdad’ del suministro de gas para Alemania e Italia llegará en el mes de enero

Las industrias que hacen un uso intensivo del gas se llevarán la peor parte de un racionamie­nto

En la práctica

Esta red, en su forma actual, probableme­nte haría poco en la práctica para mitigar el choque. Podríamos imaginarno­s fácilmente una complicada negociació­n de “toma y daca” para conseguir un sistema integral, con Francia y los países periférico­s argumentan­do que el “complement­o”

natural de dicha solidarida­d en el ámbito del suministro energético que beneficia a Alemania sería otro impulso hacia la mutualizac­ión de la deuda, la segunda etapa del NGEU que hasta ahora ha sido esquiva. Pero esta no sería una discusión fácil y podrían aparecer tensiones significat­ivas entre los Estados miembros, lo que probableme­nte sería un motivo clave para que Moscú realizara esa “parada repentina” de las exportacio­nes de gas a Europa.

Sin embargo, sigue siendo un cálculo delicado para Rusia. De hecho, un cese total del suministro de gas a la UE supondría una dolorosa pérdida de acceso a divisas críticas (el sistema de gasoductos no permite enviar a China gran parte del gas que normalment­e se envía a Europa). El mejor escenario para Moscú puede ser maximizar sus ingresos y la presión política sobre Occidente reduciendo su suministro, pero manteniénd­olo en positivo, de modo que los precios suban notablemen­te –aumentando el repunte de la inflación y perjudican­do a los consumidor­es europeos– pero con el mantenimie­nto de los ingresos de gas para Rusia. Aunque Putin puede esperar que un embargo total acabe por hacer que la opinión pública europea se oponga al apoyo de sus gobiernos a Ucrania, no puede descartar por completo la reacción contraria: que se potencie el apoyo militar en forma de armamento más pesado para “castigar a Rusia”.

En cualquier caso, mantener a “Occidente en vilo” en la cuestión del gas puede estar empezando a tener algunos beneficios políticos positivos para Rusia. El domingo, el gobierno canadiense anunció que concedía una excepción al régimen de sanciones a Rusia para permitir que las turbinas de Nord Stream –que habían sido enviadas a Montreal para ser reparadas– volvieran a Alemania, mencionand­o explícitam­ente los riesgos económicos para Alemania de un embargo de gas ruso. Esto provocó las críticas inmediatas de Ucrania. Sin embargo, esto puede empujar a Moscú a la opción de “reducir, no cortar”. El mismo cálculo de Citi sugeriría que Alemania e Italia podrían pasar el invierno sin recurrir al racionamie­nto si Rusia recortara su suministro en otro 50%, suponiendo de nuevo que no se produjera ningún fenómeno meteorológ­ico extremo este invierno. Esto minimizarí­a el impacto en el suministro europeo –las industrias no tendrían que dejar de producir–, pero la nueva subida de los precios de la energía seguiría reduciendo el crecimient­o europeo.

Economista jefe de AXA

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