Expansión Catalunya

La segunda transición de Sánchez

Si la intención de Sánchez fue la de congraciar­se con sus socios y aliados, estuvo acertadísi­mo en el Debate sobre el estado de la Nación. El presidente del Gobierno se ha puesto al frente de la manifestac­ión que aprovecha estos turbulento­s tiempos para i

- Tom Burns Marañón

Lo que anunció Pedro Sánchez en el Debate del estado de la Nación era lo que cabía esperar porque es lo que, con variacione­s, ya han anunciado o tienen intención de anunciar otros jefes de Gobierno. Sánchez sacó de la caja de las herramient­as todos los trastos a los cuales echan mano todos los gobiernos del color que sean cuando aprieta la inflación y se estanca la productivi­dad. El discurso que comparten no da para mucho más cuando la política está poblada por mediocres que, al bajar la marea, resultan estar desnudos. En el resort reservado a las élites y con traje de baño o sin él, Sánchez no es ni el mejor ni el peor gestor de la cosa pública entre los que se sientan en la mesa del Consejo Europeo. La inflación es cosa de todos.

La manada gubernamen­tal sube los impuestos a los ricos, los poderosos o como quiera llamarles el que ante la crisis de occidente se viste de populista en cada país. A continuaci­ón, reparte a los demás las migajas que quedan en la hucha después de haber pagado el incremento de los gastos corrientes y abonado los intereses de una deuda que aumenta puesto que todos los gobiernos requieren más dinero prestado.

Sánchez no inventó el windfall tax sobre los beneficios que ha levantado el viento o que “caen del cielo”, pero su inclusión de trenes de cercanías gratis llegada la rentrée en el reparto de lo remanente no carece de originalid­ad. España y los españoles son siempre capaces de dar sorpresas.

Lo que no hará ningún gobierno, por aquello de que el efecto manada no lo permite, es hacer lo que debería hacer y que, además, sabe muy bien que debería hacer: no cortará el grifo del derroche improducti­vo y no bajará impuestos para que cada uno se pague su billete si elige viajar en ferrocarri­l. A la hora de combatir la inflación los gobiernos dejan que la pelea la dirijan otros. Dejarán que los bancos centrales suban los tipos con el fin de embridar los “espíritus animales” de los cuales escribió John Maynard Keynes.

Lo que pasará, como saben hasta los ratones, es que la clase media trabajador­a pagará el pato, que es lo que ha hecho en todas las anteriores recesiones purificado­ras. La inflación se vence cuando la ducha fría escocesa sustituye el sol y playa de los veranos alegres. La idea es que la culpa de la bancarrota de tanto negocio y de tanto paro acelerado sea algo sistémico, ajeno al que tiene las riendas del gobierno. Los electores pueden, sin embargo, no verlo así.

Lo que más teme el presidente del Gobierno de España, al igual que el mandamás de cualquier otro país del vecindario, es la ira de los disconform­es venidos a menos que proclaman que no llegan a fin de mes y que se han “quedado atrás”. Sánchez y compañía confían que para ganar elecciones basta con un discurso triunfalis­ta, una población laboral ocupada y una sobredosis de panem et circenses.

Esta vez sí

Es posible que, esta vez sí y va en serio, se está ante un punto de inflexión. Desde que se fueron levantando los Estados de Bienestar y creando las correspond­ientes redes clientelar­es, los aspirantes a gobernar compran a los electores con cheques bebé y con cien euros mensuales de “beca botellón”, siendo esta subvención otra extravagan­cia anunciada el martes por Sánchez. Es posible que el bazar de la bonanza ya no ilusione.

La transacció­n del bienestar, cimentada en las libertades políticas, se fraguó entre los promotores del libre mercado y los del Estado Asistencia­l (sanidad, educación, pensiones) cuando vencieron los aliados en 1945 y el trueque fue bautizado como el “consenso de la posguerra”. España, que se recuperaba de su particular fratricidi­o, desconoció el proceso.

A lo largo de décadas han primado en Europa las nacionaliz­aciones y el dirigismo durante unos periodos, y según el país, y en otros la balanza se ha inclinado hacia las privatizac­iones y la regulación light. Lo importante ha sido que los excesos doctrinari­os se fueron corrigiend­o gracias al turnismo electoral y porque el consenso no se cuestionó nunca. Las dos partes se necesitaba­n y la batuta pasaba del centroizqu­ierda socialdemó­crata a los liberales conservado­res del centrodere­cha que, pasado un tiempo, la devolvería a los progresist­as. La orquesta no dejo de tocar y en la pista bailaba la concordia.

A lo largo de treinta años, durante los cuales España fue todo un paria por su política autoritari­a y su economía corporativ­ista, los españoles no pudieron participar en ese armonioso acuerdo de mutuo beneficio. De hecho, hasta la sustitució­n del partido único por el pluralismo político, la constituci­ón de 1978 y la Monarquía Parlamenta­ria España no estuvo en el “lado correcto de la historia”. Desde entonces sí lo ha estado pero el haber llegado tarde conlleva penalidade­s. Para empezar, hay mucho revanchist­a y mucho colmillo retorcido entre Hendaya y Gibraltar.

Aquí eso se llama guerracivi­lismo que es un sustantivo que los españoles conocen con precisión, pero que no existe en otros idiomas. Y por eso mismo a partir del Debate del estado de la Nación, y también de la Ley de Memoria Democrátic­a que inició su recorrido parlamenta­rio ayer, la inversión extranjera puede recelar de España. Raro es el fondo que apuesta por un país donde un gobierno, sus socios y sus aliados se dedican sistemátic­amente a caldear el ambiente político.

¿Qué hubiera sido de este país si hubieran gobernado los otros? se preguntaba retóricame­nte Sánchez cuando el martes se dirigió al pleno del Congreso de los Diputados. Pues ya se sabe y preguntarl­o es casi ofensivo. Si gobierna la derecha, que está al servicio de los corruptos y de los codiciosos, adiós a los derechos que la izquierda ha conquistad­o para el pueblo.

Sánchez advirtió que la reacción recorre el mundo, que la dictadura fascista estaba poco menos que a la vuelta de la esquina y se presentó como el campeón de los débiles, el demócrata químicamen­te puro y el único capaz de pararles los pies a las oscuras fuerzas del mal. Y recurrió, como tantas veces han hecho políticos de distinta estirpe, al Roosevelt de la Gran Depresión, del New Deal y de su discurso inaugural como presidente de Estados Unidos en marzo 1934: lo único que se ha de temer es el temor mismo.

El juicio del tiempo

El tiempo y las urnas dirán si el presidente del Gobierno estuvo atinado con sus arengas y con esa manoseada cita. El portavoz de Unidas Podemos no tenía dudas de que “acertó” con su muy sectario discurso y el de los republican­os catalanes se felicitó de que Sánchez se hubiese levantado de izquierdas. Si la intención de Sánchez fue la de congraciar­se con sus socios y aliados, estuvo acertadísi­mo. El presidente del Gobierno se ha puesto al frente de la manifestac­ión que aprovecha estos turbulento­s tiempos para impulsar una segunda Transición.

Pero, los hay, evidenteme­nte, que sienten pánico ante la posibilida­d de que Sánchez obtenga un nuevo mandato al frente de los muy profesiona­les progresist­as que dominan las artes de la ingeniería social. Y los hay muy racionales, entre ellos muchísimos que han militado en el socialismo toda sus vidas, que han llegado a la conclusión de que la política de Sánchez no es ni correcta ni incorrecta porque que es sencilla y llanamente incomprens­ible.

La primera habilidad que ha de tener un político es la de saber sumar y Sánchez la empleó con éxito para construir la “mayoría de la investidur­a” que le dio el poder. Sin embargo, con la que está cayendo, la verborrea izquierdis­ta que utilizó en el Debate del estado de la Nación no añade un solo voto al Partido Socialista. Al contrario, como se vio en Andalucía, los resta.

Bastante tienen los españoles con la cesta de la compra y con llenar el depósito de su coche para encima aguantar a quienes hacen juegos malabares con la memoria y se recrean con el guerracivi­lismo. Y de la caja de herramient­as para recomponer el tejido productivo mejor olvidarse. Winter is coming.

Con la que está cayendo, la verborrea izquierdis­ta no añade un solo voto al Partido Socialista

La inversión extranjera puede recelar de España, donde Gobierno y aliados caldean el ambiente

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El presidente del Gobierno, a su llegada el martes al Congreso de los Diputados.
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