Expansión Catalunya

Una deuda y dos viejas manos

- Carlos Rodríguez Braun

Una de las más antiguas falacias intervenci­onistas es que la deuda pública no importa, porque nos la debemos a nosotros mismos, como si una mano le prestara a la otra.

Ahora esta fábula regresa de la mano de Piketty y otros que han propuesto cancelar la deuda pública en manos del BCE, para que los Estados puedan gastar más, “en la reconstruc­ción ecológica y social, para salvaguard­ar el interés general”. Como era de esperar, abominan de la limitación del poder, y en concreto de la regla fiscal de la unanimidad en Europa para acometer políticas expansivas.

En el medio de toda esta humareda, dejan caer los supuestos. Por ejemplo, Paul Krugman, a finales de 2020, instó a “dejar de preocuparn­os por la deuda y aprender a quererla”, porque, “los tipos de interés son mucho más bajos que en el pasado, y todo indica que seguirán manteniénd­ose bajos durante años”. Este no es uno de los chamanes de la Teoría Monetaria Moderna (TMM), sino un Premio Nobel de Economía. Ha sido acompañado en su prédica por autoridade­s como Olivier Blanchard. Pero, en cierta medida, son parecidos a los hechiceros de la TMM. Raghuram G. Rajan puso aquí en EXPANSIÓN los puntos sobre las

Cuando un gobierno diga que la deuda pública no importa, debemos cuidar de nuestros ahorros

Los inversores compran deuda pública sólo si confían en la solvencia de los Estados

íes: siempre hay un límite al endeudamie­nto, no sabemos si está más cerca de lo que pensamos, pero sí sabemos que la financiaci­ón monetaria del estilo de la TMM no es más que “humo y espejos”. Claro que los inversores compran deuda pública, pero seguirán haciéndolo “sólo si confían en que los estados harán frente a los pagos con sus ingresos esperados”. Otro tanto sucede con el argumento de que, si los Estados emiten su propia moneda, pueden endeudarse sin límite, y no terminar como Grecia. Pero si llegan al límite, entonces la “solución” es la inflación o el default.

La clave, como apuntó John H. Cochrane en National Interest, es que la sostenibil­idad de esos esquemas de incremento de la deuda depende críticamen­te de que los tipos de interés se mantengan muy bajos durante mucho tiempo, de que el crecimient­o económico supere sistemátic­amente a dichos tipos, y de que no haya deficits abultados.

En el momento en que esas condicione­s no se cumplen, tenemos un problema. Y, antes de que nos recomiende­n que el Banco Central pase a ser el primer accionista de los países, recordemos que esa receta, junto con la mayor deuda, es la japonesa, y del crecimient­o de su economía, y de las dinámicas empresas japonesas liderando todos los rankings, nunca más se supo.

Así es que cuando nos digan que la deuda no importa, cuidemos aún más nuestros bienes y nuestros ahorros, porque estarán cada vez menos seguros.

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