El oro pierde brillo por los costes
El oro ya no es tan brillante. La invasión rusa de Ucrania hizo que el precio del metal amarillo superara brevemente los 2.000 dólares la onza troy en marzo, y se acercara a su máximo histórico. Desde entonces, los precios de los lingotes al contado han caído un 15% a unos 1.700 dólares la onza.
Por desgracia para los amantes del oro, es probable que la presión continúe. Las agresivas subidas de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal están haciendo que el rendimiento de los bonos del Estado y el dólar estadounidense lleguen a máximos de varios años. Ambas cosas restan atractivo al metal, que, a diferencia de los bonos, no ofrece ninguna rentabilidad.
Para las mineras, la presión inflacionista agrava el efecto de la caída de los precios. La rentabilidad de Newmont, el mayor productor de oro del mundo, cayó un 41% en el segundo trimestre, poniendo de manifiesto la magnitud de la reducción de los márgenes.
En Newmont, los costes totales de explotación aumentaron un 16% durante el trimestre, a 1.199 dólares la onza. Los ingresos se mantuvieron estables, ya que el aumento de los costes laborales y del combustible contrarrestaron el incremento de los precios del oro y del volumen de ventas. Y lo que es peor, la escasez de mano de obra está empezando a pesar en la producción. Newmont ha rebajado sus previsiones de producción anual a 6 millones de onzas desde su anterior previsión de 6,2 millones.
El mal trimestre de Newmont será aprovechado por los críticos de la propuesta de adquisición de la canadiense Yamana Gold por parte de Gold Fields. Sus accionistas recelan del acuerdo de compra en acciones. Aunque Yamana aportará menos de un tercio del ebitda del grupo ampliado, sus inversores poseerán casi el 40% del capital. El aumento de los costes de producción y la falta de apoyo inmediato a los precios del oro no ayudarán a convencerles de lo contrario.