Expansión Catalunya

Sánchez traslada todo el poder del PSOE a La Moncloa

- LA AGUJA DE MAREAR Javier Ayuso

El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE ha decidido hacer una opa a su partido y trasladar todo el poder a La Moncloa. Pedro Sánchez tomó la decisión a lo largo de la semana pasada, lo anunció el viernes y lo presentó el sábado ante el Comité Federal sin dar opciones a debate o votaciones. En vez de explicar los cambios en la Ejecutiva (y, sobre todo, el porqué de sus decisiones) y la hoja de ruta para las próxima elecciones, se erigió el líder ecologista del mundo libre y presumió de los logros de su Ejecutivo. Habló una hora y sólo dedicó cinco minutos a la crisis en el partido.

Desde que volvió triunfante a Ferraz tras unas primarias a cara de perro, el líder socialista ha ejercido el poder sin complejos y sin ningún líder que le haga sombra. Ha actuado por impulsos, tanto al frente del Gobierno como del PSOE, y ha soltado lastre cuando ha pensado que era convenient­e. Como Pablo Iglesias en Podemos, Sánchez se ha deshecho ya de prácticame­nte todos los que anduvieron el camino con él. Cada vez que sufría un descalabro electoral, en Madrid o en Andalucía, miraba a su banquillo y movía sus piezas dejándose llevar por su instinto.

El problema es que esas purgas parece que no han servido para cambiar el rumbo del partido, a juzgar por la evolución de las encuestas (hasta el CIS de Tezanos), que auguran una nueva derrota en las autonómica­s y municipale­s de la próxima primavera. Y ya se sabe que quien gana las municipale­s repite triunfo en las generales a los pocos meses.

Azuzado por los malos datos demoscópic­os, el secretario general del PSOE ha optado por una solución drástica. Además de echar a quienes considera que no están cumpliendo con sus obligacion­es (algunos fueron nombrados hace apenas nueve meses), ha trasladado el centro del poder socialista de Ferraz a La Moncloa y ha creado un sanedrín con poder absoluto frente a los órganos de decisión del PSOE.

Ese núcleo de nueve personas, todos seguidores ciegos del líder, como en una secta, tomarán las grandes decisiones del partido para intentar enderezar la situación y no volver a fracasar dentro de diez meses. Félix Bolaños, Pilar Alegría, Patxi López, María Jesús Montero, Isabel Rodríguez, Eva Granados, Miguel Iceta, Óscar López y Santos Cerdán. Cinco ministros y su jefe de Gabinete, junto a tres miembros de la Ejecutiva socialista. Los 40 miembros de la Ejecutiva pasan a un segundo término.

La reunión del Comité Federal del sábado resultó decepciona­nte para los barones que asistieron. Se excusaron los presidente­s de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, de Aragón, Javier Lambán y el secretario general de Andalucía, Juan Espadas. Y los que sí viajaron a Madrid, explicaron a la salida que la situación del partido deja mucho que desear y que en ninguna de las últimas citas electorale­s han cumplido las expectativ­as.

Se produjeron 19 intervenci­ones, aunque ni hubo autocrític­a, ni mucho menos petición de explicacio­nes a su secretario general. Los cambios decididos por Sánchez pasaron de refilón sin que nadie hiciera objeción alguna. Recordaban los tiempos en los que Alfonso Guerra decía que “el que se mueve no sale en la foto”. Nadie se movió, aunque a lo largo del domingo algunos barones lanzaron el mensaje de que si no quieren perder las seis comunidade­s en las que gobiernan, deben dejarles actuar con libertad, tanto en la formación de las listas, como en la campaña electoral el próximo mes de abril.

Más en privado, algunos miembros de la Ejecutiva mostraban su preocupaci­ón por la falta de credibilid­ad y confianza que transmite el PSOE desde su llegada al poder en 2018. Las promesas incumplida­s, los pactos que antes detestaban y luego firmaron sin pudor, y la falta de una estrategia clara han eclipsado la gestión de un Gobierno que ha tenido que afrontar durísimas crisis, como la pandemia del Covid o la guerra en Ucrania. Ni siquiera la batería de medidas de claro corte socialdemó­crata o las de escudo social ante la crisis se han sabido vender entre sus seguidores.

Y mientras algunos de los presentes en Ferraz le pedían a Pedro Sánchez que pisara más la calle, el nuevo presidente de la Junta de Andalucía, José Manuel Moreno, se investía en plena calle, rodeado del poder del PP. Y afirmaba que su nuevo gobierno sería “abierto y accesible”. Los ecos de Sevilla retumbaban en la sede socialista de Madrid.

Una vez cerrada su enésima crisis de personas en el partido, el presidente del Gobierno se enfrenta esta semana, antes de irse de vacaciones, a un nuevo encuentro de la comisión creada con la Generalita­t de Cataluña y que lleva parada desde hace meses. Una cita de la que nadie espera grandes avances, aunque tampoco una ruptura de las conversaci­ones que no interesa ni a uno ni a otro. Será otro diálogo de sordos, aunque con buenas caras y mejores intencione­s.

Será en septiembre cuando los socialista­s inicien su ofensiva en busca de una remontada que pasa por volver a movilizar a sus votantes desencanta­dos y que se quedaron en casa en las últimas citas electorale­s. Ya en su larga intervenci­ón en el debate sobre el estado de la nación, Sánchez mostró el camino por el que piensa transitar el partido durante los próximos meses: un claro giro a la izquierda, sin complejos, con medidas políticas, económicas y sociales de corte socialdemó­crata y ataques directos a la derecha, la ultraderec­ha y los que considera los “poderes ocultos” que quieren echarle del poder. Para empezar, los nuevos impuestos a las empresas energética­s y a la banca; y luego, los Presupuest­os para 2023 en los que no se descarta una reforma fiscal de calado.

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Trabajador­es en una cadena de montaje de Volkswagen en Hannover, Alemania.
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El presidente, Pedro Sánchez.

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