Expansión Catalunya

La lucha por suceder a Boris

La herencia de Boris Johnson es espantosa. Se imponen políticas de consenso dentro del país y entre Reino Unido y la Unión Europea. Liz Truss, que es la favorita entre los ‘tories’ y hasta se viste como se vestía Thatcher, es una política muy divisiva. Si

- Tom Burns Marañón

Como si de una dictadura dirigida por elites cooptadas se tratase, el próximo presidente o presidenta del Gobierno británico será elegido por un infinitési­mo cuórum del cuerpo electoral británico. Él o ella sucederá al dimitido Boris Johnson gracias al voto de unos 150.000 miembros del Partido Conservado­r que están al día con su cuota de afiliación. Los más de 47 millones de votantes registrado­s en el Reino Unido son meros mirones que no tendrán ni arte ni parte en el camino hacia el besamanos con la reina Isabel II del nuevo Prime Minister.

Si esto parece raro es porque lo es para cualquiera que no sea un británico que ha sido toda la vida –y a mucha honra– de la vieja escuela. La era pos-Johnson comienza con un proceso sucesorio que, sobre el papel, es tan insólito como lo fue el polémico político del Brexit. Tendrá repercusio­nes en las islas británicas y posiblemen­te su onda expansiva cruzará el canal de la Mancha.

Un británico dirá que el expeditivo y, desde luego, restringid­o método empleado para reemplazar un líder que ha perdido la confianza de su partido es una muestra más del pragmatism­o político que impera en el Reino Unido. Si el líder era, a la vez, un presidente del Gobierno crecientem­ente impopular, pues dos por el precio de uno.

Gracias, en este caso, a la holgada mayoría de los conservado­res en el Parlamento, el nuevo líder del partido se convertirá automática­mente en presidente del Gobierno. El Reino Unido evita unas elecciones a cara de perro y unas tensas y prolongada­s negociacio­nes para formar un gobierno como las que tendrán lugar en Italia. En los tiempos que corren esto no es poco.

Compiten para reemplazar a Johnson Rishi Sunak, que, hasta su dimisión cuando el gobierno Johnson hacia aguas, fue el ministro de economía y finanzas del político caído, y Liz Truss, que sigue siendo ministra de Exteriores en el gabinete que todavía preside Johnson a la espera de que la militancia del partido elija a su sucesor. Sunak y Truss triunfaron en las primarias que celebró el grupo parlamenta­rio conservado­r y que inicialmen­te involucrar­on hasta once diputados ansiosos de dirigir el partido.

Ahora los anhelos de mandar que impulsan a la pareja finalista están en manos de la fiel infantería que orgullosam­ente luce su carnet de conservado­r en la campiña inglesa. El resultado de su votación se anunciará el cinco de septiembre, a la vuelta de las vacaciones, cuando todos los afiliados hayan sido consultado­s. Lo que voten no puede menos que tener un profundo impacto dentro del Reino Unido. La pareja encarna diferentes temperamen­tos políticos.

Los dos candidatos se parecen porque han hecho rápidas y meritorias carreras en la vida privada y en la pública y se distinguen en todo lo demás. Sunak, hijo de inmigrante­s hindúes y casado con la heredera del hombre más rico de la India, representa al Reino Unido diverso y multicultu­ral. Truss es la Inglaterra profunda. El primero es un político moderado y centrista y su contrincan­te es una radical y lo que se da en llamar una tory libertaria. Si no quieres Boris, pues dos tazas.

Tresciento­s años de modelo

Un estudioso conocedor de las excentrici­dades británicas dirá que el mecanismo para relevar a Johnson como inquilino del número de diez de Downing Street pertenece a los orígenes de un limitado sistema legislativ­o de hace tresciento­s años, cuando el Reino Unido era una sociedad preindustr­ial controlada por grandes terratenie­ntes que enviaban a sus representa­ntes a la “madre de todos los parlamento­s”, que es la Cámara de los Comunes. Un investigad­or de procesos políticos modernos diría que el método que se emplea para decidir el presidente del Gobierno británico chirría en estos tiempos cuando la democracia liberal se muestra tan indecisa y arrastra tantos complejos.

El mecanismo sucesorio puede ser visto como metáfora y ejemplo de los males de la gobernanza contemporá­nea. Los críticos de los que en la clasista democracia liberal no han de mirar más lejos para denunciar la lacerante desigualda­d del sistema y su muy reducida representa­tividad. Se diría que los que forzaron la caída de Boris Johnson han organizado adrede los pasos para sustituirl­e con el exclusivo fin de dar la razón a los antisistem­a y al bando wokista en la guerra cultural.

Los 150.000 afiliados que están llamados a entronar al nuevo líder de los tories y, por lo tanto, el siguiente presidente del Gobierno, no responden ni por asomo al perfil del ciudadano británico medio. Tienen, por lo general, más de sesenta años, viven acomodadam­ente en las verdes praderas del próspero sureste de Inglaterra y son blancos. Son la casta y ellos se lo guisan y ellos se lo comen. Su elegido –Truss encabeza las encuestas por un amplio margen–, gobernará, al frente de una holgada mayoría conservado­ra en la Cámara de los Comunes, hasta la tercera semana de enero 2025, que es cuando acaba la actual legislatur­a y tocan elecciones generales.

Los defensores de este muy british sistema de elección de un nuevo líder dicen tres cosas. Una es que funcionó sin aspaviento­s en el pasado cuando Gordon Brown sucedió a Tony Blair en la filas laboristas y cuando Thereron sa May sucedió a David Cameron y Johnson a May en las conservado­ras. Si las cosas funcionan, los británicos son instintiva­mente reacios a cambiarlas. Otra es que el procedimie­nto evita vacíos de poder y asegura una cierta continuida­d. Suelen formar gobierno varios diputados que fueron ministros en el saliente.

La tercera razón que emplean los valedores del sistema es que por mucho que aparenta ser un procedimie­nto exclusivis­ta y clasista, aristocrát­ico en el sentido de no democrátic­o, el sistema premia al mérito. Sunak y Truss, al igual que los diputados que previament­e participar­on en las primarias parlamenta­rias, son productos de la meritocrac­ia nacionalis­ta que abanderaba Margaret Thatcher y que a partir del Brexit los conservado­res británicos no cuestionan.

Los dos rivales por tener lo que Johnson llamó “el mejor trabajo del mundo” estudiaron la misma exigente carrera en la Universida­d de Oxford que combina filosofía, políticas y economía y ambos cosecharon éxitos en el sector privado. Sunak en la banca de inversión y Truss en la industria energética y la de telecomuni­caciones, antes de ganar el acta de diputado al cumplir los treinta y cinco años. Sunak la obtuvo en 2015 y Truss, que le lleva cinco años, en 2010.

A ojos y oídos de los miembros del Partido Conservado­r que están al día con su cuota de afiliación, tanto Sunak como Truss son buenos ejemplos de la generación de ambiciosos, bien formados y muy profesiona­les activistas conservado­res que naciemanda­n

cuando Margaret Thatcher estaba a las puertas de su triunfo político. Se pasan el tiempo hablando de los hacendosos valores de los tories y, al apelar a la nostalgia del núcleo duro de la militancia del partido, son más thatcheria­nos que lo fueron los inmediatos sucesores de la Dama de Hierro, la propagador­a de la meritocrac­ia.

La Cámara de los Comunes

Gracias a su talento y a su trabajo parlamenta­rio, Sunak y Truss descendier­on rápidament­e por los escalones de la bancada conservado­ra en la Cámara de los Comunes hasta llegar a la primer fila que es la que ocupan el Prime Minister y sus ministros. A juzgar por los apoyos que recibieron durante las repetidas votaciones que se sucedieron en las primarias parlamenta­rias, los dos cuentan con muchos aliados en la Cámara de los Comunes y lo normal es que el eventual ganador en el plebiscito de los afiliados sondeará al perdedor como posible miembro de su gobierno. La reina, en todo caso, encargará al ganador que lo encabece y se dará paso a la era pos-Boris.

Si así acaba la historia, ¿habrá sido tan criticable el proceso sucesorio tras la muerte política de Johnson? Podrá ser raro, sobre todo para los no británicos, pero quizás incluso estos deberían reconocer que el procedimie­nto elimina cualquier tentación rupturista, con escisiones por medio, y esto, en los tiempos actuales, tiene un valor muy apreciable. De existir un proceso similar en España y de contar la política española con diputados independie­ntes que rinden cuentas ante los votantes de su distrito electoral, puede que el bipartidis­mo que es motor de la democracia liberal funcionara, al igual que en el Reino Unido, como un Rolls Royce.

Sin embargo, puede que la historia tome otros derroteros. Basta con ver las kilométric­as colas de camiones en las afueras del puerto de Dover, la principal lanzadora de las exportacio­nes británicas, para entender que la herencia de Johnson es espantosa. Se imponen políticas de consenso en el Reino Unido y entre el Reino Unido y la Unión Europea, pero Truss, que hasta se viste como se vestía Thatcher, es una política muy divisiva.

Truss, la favorita y chica pin-up de los afiliados conservado­res, propone rebajar los gastos de todos y cada uno de los departamen­tos ministeria­les en un 20% para así poder reducir impuestos de una forma muy significat­iva. Los envejecido­s y prósperos tories de la campiña que segurament­e la convertirá­n en Prime Minister están encantados. Los demás, que estarán apagando luces en un invierno de mucho descontent­o, no.

Rishi Sunak es un político moderado y centrista y su contrincan­te es una ‘tory’ libertaria

 ?? ?? La actual ministra de Asuntos Exteriores, Liz Truss, y Rishi Sunak, exministro de Economía, compiten por suceder a Johnson.
La actual ministra de Asuntos Exteriores, Liz Truss, y Rishi Sunak, exministro de Economía, compiten por suceder a Johnson.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain