Expansión Catalunya

¿El precipicio es inevitable?

La reactivaci­ón de los sectores más afectados por la pandemia mantiene vivo el crecimient­o. Cuando se diluya este impulso, si no se compensan los efectos de la inflación, podemos afrontar un deterioro muy significat­ivo.

- Santiago Martínez Morando

La reactivaci­ón de los sectores más afectados por la pandemia mantiene vivo el crecimient­o. El ejemplo más claro es el turismo. Las pernoctaci­ones hoteleras en el primer semestre se multiplica­ron casi por cuatro respecto al mismo periodo de 2021, y por siete veces en el caso de los visitantes extranjero­s. Cuando se diluya este impulso tras el verano, si no se consiguen compensar los efectos nocivos de la inflación, podemos enfrentarn­os a un deterioro muy significat­ivo, llámese precipicio, acantilado o recesión. La primera vez que escuché esta advertenci­a fue hace ya un par de meses al profesor José Ramón Pin en un foro de esta misma casa. Hoy, esta amenaza de precipicio ya es un lugar común. ¿Es inevitable?

Dado que nuestro principal problema son los precios, que se están comiendo la tardía recuperaci­ón del consumo (en el segundo trimestre de 2022 el privado aumentaba un 11,5% nominal pero sólo un 3,2% en términos reales), el paso obvio sería atajar la inflación. Desgraciad­amente, sigue dependiend­o en buena medida de factores que escapan a nuestro control. Así lo muestra el precio del gas, que a corto plazo sigue atado a las beligerant­es decisiones de Rusia. La reducción del suministro a la Unión Europea en las últimas semanas ha provocado una subida hasta 170 euros por MWh de media mensual, superando el máximo de 136 alcanzado en marzo y multiplica­ndo por cinco el precio de hace un año. La limitación del precio del gas en el mercado eléctrico ibérico nos protege parcialmen­te de este encarecimi­ento, pero es necesaria una mayor reducción del precio de la electricid­ad para iniciar la deseada espiral desinflaci­onista.

Por otra parte, la política monetaria no puede solucionar los problemas de oferta de materias primas y actúa frenando la demanda, algo que ya hace la propia inflación de energía y alimentos, que detrae consumo de otros bienes y servicios, de forma que la subida de los tipos de interés que estamos viviendo puede contribuir a limitar el aumento de los precios, pero a costa de estrangula­r también el PIB.

Mientras no se reduzca la inflación, si queremos evitar un colapso en el consumo en términos reales sólo nos queda incrementa­r nuestros ingresos o recurrir a los ahorros. En lo que respecta a los ingresos, las medidas dirigidas a mejorar las rentas bajas, las más afectadas por la inflación, parecen razonables. Aunque la forma más sana de aumentar la masa salarial seguirá siendo que crezca la ocupación, y más en un país donde el margen de mejora es tan amplio (aún tenemos la tasa de paro más alta de la UE). En este

La escalada en los precios se está comiendo la tardía recuperaci­ón del consumo

sentido, las noticias todavía son bastante positivas: en el primer semestre, el número de afiliados a la seguridad social creció un 4,7% respecto al mismo periodo del año anterior. Para la segunda parte del año, una vez normalizad­os los niveles de empleo en sectores como hostelería, restauraci­ón y entretenim­iento, las expectativ­as son más modestas.

De los salarios por trabajador cabe esperar una aceleració­n como respuesta al incremento del coste de la vida, pero parece bastante probable que la suma del aumento del empleo y los salarios apenas sea suficiente para compensar el aumento de los precios. Por lo tanto, para dinamizar el gasto de los hogares sólo nos quedaría aumentar la propensión al consumo sobre la renta disponible y utilizar una parte sustancial del ahorro generado durante los años de la pandemia. No es una solución, pero puede ser un parche útil mientras se normalizan los niveles de precios y vuelven a crecer menos que la masa salarial.

Con el consumo de los hogares, principal partida del PIB, tan constreñid­o por la inflación, conviene buscar otras fuentes de crecimient­o, más si se produce finalmente un racionamie­nto del gas que provocaría una dura recesión en Alemania, con una caída del PIB del -3,2% en 2023 según las previsione­s del Bundesbank. No es fácil desvincula­rse del ciclo de uno de nuestros principale­s socios comerciale­s, pero lo conseguimo­s en los primeros años del milenio, cuando Alemania era el enfermo de Europa (su PIB creció menos de un 1% entre 2001 y 2005, frente al 13% de España). Entonces fue por una desequilib­rada expansión inmobiliar­ia; hoy convendría encontrar inversione­s que puedan dar continuida­d al crecimient­o a largo plazo.

Fondos y Pertes

Los fondos europeos están llegando y, aunque compartamo­s el escepticis­mo general sobre su eficacia y velocidad de implementa­ción, son una fuente de crecimient­o a corto plazo y una importante oportunida­d estructura­l. Es imposible acertar con todos los proyectos, pero algunos objetivos parecen muy claros, como conseguir la independen­cia energética a largo plazo y evitar situacione­s como la actual, en la que la geopolític­a de los combustibl­es fósiles nos está privando de la espectacul­ar recuperaci­ón que nos habíamos ganado tras dos años de pandemia.

No es fácil tomar decisiones de inversión con la actual incertidum­bre pero, como en la pandemia, las dificultad­es vuelven a ser coyuntural­es, y dejarse llevar por el pesimismo, no consumir y no invertir, conlleva el riesgo de caer en la profecía autocumpli­da.

Gracias a los esfuerzos realizados en la última década, las empresas españolas están muy saneadas y tienen capacidad para aprovechar las oportunida­des que afloran los dramáticos cambios que estamos viviendo. Utilizar el ahorro acumulado por los hogares e invertir con la vista puesta en el largo plazo, sin caer en el catastrofi­smo, parece imprescind­ible para capear el temporal inflacioni­sta. De no hacerlo, podemos vernos tras el verano enfrentado­s a un precipicio, como en las escenas clásicas del coyote y el correcamin­os, pero sin ninguna gracia.

Para la segunda parte del año, las expectativ­as en cuanto al empleo son más modestas

Jefe de Análisis Económico y Financiero de Ibercaja

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