Expansión Catalunya

Draghi, Sánchez y las víboras de la política

Tanto en España como en Italia, a fecha de hoy y a tenor de las encuestas, ganarían las elecciones las alianzas de centrodere­cha.

- Marco Bolognini Abogado

Naturaleza se puede escribir con N mayúscula o con n minúscula. Sobre esta obviedad lexical reflexioné mientras esperaba en la consulta del veterinari­o que intentaba salvar a nuestra perra callejera, recién mordida por una víbora en la montaña.

Los herpetólog­os lo saben muy bien: la víbora, por naturaleza, no es agresiva y tan sólo obedece a instintos primigenio­s de autoprotec­ción.

Por ello, no podía odiar racionalme­nte (si es que existe el odio racional) al ser que había atacado a nuestra mascota.

Es la Naturaleza, la Madre Naturaleza, quien regula actos y efectos, acciones y consecuenc­ias entre los habitantes de la Tierra. La curiosidad canina no había encajado bien en ese momento, en ese entorno. Y el hocico había recibido el bocado correspond­iente.

Cuando el Parlamento italiano decidió darle la espalda a Mario Draghi, tuve una reacción natural de asombro y, luego, de enfado y falta de comprensió­n.

También el término “política” se puede escribir con mayúscula o con minúscula y, en ese caso, vimos en acción a la política que, por naturaleza, destruye y construye siguiendo lógicas aparenteme­nte inescrutab­les lo cual significa, electorale­s.

Una vez más, tuve que enfriar los sentimient­os irracional­es y decirme que el escorpión de Esopo, por naturaleza, siempre picará a la rana, por mucho que sea ésta quien le está transporta­ndo de una orilla hasta la otra.

Así, los diputados y senadores transalpin­os (bueno, parte de ellos) hicieron simple y llanamente lo que no podían dejar de hacer, por naturaleza: matar al hombre que, entre muchas dificultad­es, estaba gestionand­o y representa­ndo tan bien a Italia.

Hubo que dejar pasar unos días antes de opinar.

Por un lado, porque había que rebajar el enojo y el rencor. Por el otro, para tratar de centrar mejor el tiro a la hora de identifica­r paralelism­os posibles y desmitific­ar símiles imposibles entre España e Italia.

Hay que empezar por el final, y afirmar con claridad que, actualment­e, hay algunas similitude­s genéricas pero las fotos no son idénticas.

Entre los escenarios comunes, parece comprobado a nivel de encuestas, que tanto en el país de Cervantes como en el de Dante Alighieri, a fecha de hoy ganarían las elecciones las alianzas de centrodere­cha, con la composició­n variopinta que finalmente lleguen a tener.

No obstante, las causas que llevan a estas situacione­s parecidas no son las mismas.

En Italia la política (p minúscula, naturalmen­te) se ha cargado al mejor tecnócrata en cuanto éste se puso a hacer Política.

La reacción de la opinión pública, frente a esta traición de expectativ­as que se ha gestado principalm­ente en el partido 5 Estrellas (teóricamen­te un partido protoprogr­esista), está causando el retorno masivo de los pruritos más reaccionar­ios y ultraconse­rvadores.

En España, en cambio, el pragmatism­o patrio está haciendo que el electorado se decante por una solución mayoritari­a moderada, blandament­e conservado­ra, tímidament­e tradiciona­lista, aun por perfilar en su esencia y que está representa­da por el Partido Popular.

Vox, los ultraconse­rvadores, han perdido fuelle y más lo perderán en los meses venideros si Feijóo logra instalarse en un discurso centrista y vagamente democristi­ano, pero acompañado de un envoltorio coloreado de primera calidad.

El hombre a derrotar, en España, no es un tecnócrata que quiso ser Político, sino un presidente equilibris­ta y malabarist­a, muy habilidoso en ejercicios de superviven­cia, favorecido­s sin fisuras por un sistema electoral anacrónico y por la Constituci­ón misma.

Quien se atreva a leer los periódicos italianos en estos días, encontrará una manera de afrontar la campaña electoral (se votará a finales de septiembre) que nada tiene que ver con el estilo español: los nombres propios copan las primeras páginas, los fichajes de los partidos políticos parecen sacados del Marca, el transfugui­smo – lejos de estar moralmente penado – es públicamen­te exhibido y se justifica de mil y una maneras.

También se mencionan de refilón los programas electorale­s, y en este punto sí que se pueden detectar ciertos parecidos razonables entre el mayor partido progresist­a italiano, el PD, y el PSOE de Sánchez.

Cierta tendencia a causarse autolesion­es, por ejemplo. El líder del PD, Enrico Letta, no ha tenido mejor idea que la de hablar de un aumento de los impuestos a los ricos, especialme­nte el de sucesiones.

Afirmacion­es y posturas tan antiguas, tan superadame­nte ideologiza­das nos dejan perplejos, y nos hacen dudar sobre la atribución, hoy en día probableme­nte arbitraria, de la definición de progresism­o, de progreso, de progresist­a a un bando o a otro.

Parte de la batalla electoral se está librando en el campo laico y centrista, ocupado por una minoría ilustrada, libertaria, ambientali­sta, europeísta. Las sirenas de Ulises de los grandes partidos ya están trabajando para hacerse con ese espacio político, con opas diarias bastante –digámoslo– desvergonz­adas.

¿No os recuerda algo, declinado en salsa ibérica?

Víboras y escorpione­s son seres vivos que repiten patrones comportame­ntales según las ocasiones. Es la Naturaleza, es su naturaleza. No tienen la capacidad para planear a largo plazo, siguen simplement­e el instinto o reaccionan frente al peligro, sea este el hocico de un perro imprudente o un tecnócrata valiente que quiso ser Político.

Hay parecidos razonables entre el mayor partido progresist­a italiano y el PSOE de Sánchez

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