Noruega se enfrenta a una inesperada crisis energética
LA SEQUÍA HA REDUCIDO LA PRODUCCIÓN HIDROELÉCTRICA EN EL PAÍS, LO QUE HA GENERADO PRESIONES PARA REDUCIR LAS EXPORTACIONES DE ELECTRICIDAD A PAÍSES COMO ALEMANIA.
Noruega es, en muchos sentidos, un país afortunado. La demanda de sus abundantes recursos de petróleo y gas se ha disparado desde la invasión rusa de Ucrania. Numerosos ríos y embalses de todo el país hacen que más del 90% de sus necesidades de electricidad queden cubiertas con su propia energía hidroeléctrica. Sin embargo, una muestra de la gravedad de la crisis energética que sacude a Europa es que Noruega está teniendo sus propios problemas de electricidad, que afectan a todos los ámbitos, desde la política y las relaciones internacionales hasta los negocios.
Un invierno y una primavera excepcionalmente secos han hecho que muchos embalses del sur de Noruega estén en niveles históricamente bajos para esta época del año, lo que ha llevado a Oslo a prometer que frenará las exportaciones de electricidad hasta que se repongan.
Esto podría suponer un problema para países como Alemania, Holanda o Reino Unido, que durante años han importado importantes cantidades de electricidad de Noruega, incluso antes de que Rusia desatara el pánico por lo que podría ocurrir este invierno.
La prueba más clara de los problemas que sufre el país es la enorme diferencia de precios entre el norte y el centro de Noruega –donde se concentra casi la mitad de la producción hidroeléctrica del país– y el sur del país, con todos los cables de exportación.
La electricidad en las tres zonas del sur de Noruega costó el miércoles entre 263 y 327 euros MWh, pero en el norte y el centro del país se situó ligeramente por encima de 1 euro el MWh, según el mercado energético Nord Pool.
Esta brecha se ha prolongado lo suficiente como para que algunas empresas introduzcan cambios: Kryptovault, una firma noruega de minería de bitcoins, está trasladando sus actividades del sur al Círculo Polar Ártico para reducir su factura eléctrica.
La razón principal de la diferencia de 160 veces en los precios es la falta de capacidad de transmisión entre el norte y el sur. La situación es parecida en la vecina Suecia, pero lleva a situaciones absurdas. A principios de este verano, la cadena nacional noruega NRK publicó reportajes en los que las empresas eléctricas del norte del país se quejaban de que los precios eran tan bajos que no podían permitirse invertir en ampliar la capacidad al tiempo que las empresas del sur se quejaban de que los precios eran tan altos, que no podían permitirse seguir fabricando.
El tema ha saltado a la primera línea de la agenda política en Oslo, donde el Gobierno ha reconocido que no puede descartar un racionamiento de electricidad este invierno, aunque de momento lo considera improbable.
El Ejecutivo de centroizquierda se enfrenta a un difícil
Muchos embalses del sur de Noruega están en niveles mínimos para esta época del año
Los coches eléctricos son mayoritarios y tenían hasta ahora energía barata
equilibrio: ha intentado presentarse en Bruselas como un proveedor de energía fiable, deseoso de vender todo el petróleo y el gas que pueda; pero es imposible justificar la venta de electricidad en el extranjero a precios desorbitados cuando muchos noruegos tienen que pagar lo mismo.
Sylvi Listhaug, líder del partido populista Progress, ha pedido que Noruega construya centrales eléctricas de gas y ha afirmado que “sería un escándalo” que la “Noruega de la energía” necesitara racionar la electricidad. Otros políticos han pedido que se abandonen los costosos planes de electrificación de las plataformas petrolíferas de Noruega, que funcionan con turbinas de gas.
El Gobierno ha respondido con cautela. De momento el Estado se hará cargo del 90% de las facturas de electricidad a partir de un determinado nivel de precios. Sin embargo, lo más difícil es diseñar un plan que pueda ayudar a las empresas sin limitarse a fomentar un aumento del consumo. Aunque Noruega está muy por delante del resto del mundo en ámbitos como el de los coches eléctricos –ocho de cada diez ventas de vehículos nuevos producen cero emisiones–, también tiene ambiciosos planes para las baterías ecológicas, el transporte marítimo y el hidrógeno que dependen de la abundante –y barata– energía hidroeléctrica.
Compaginar todo esto con las exportaciones a Europa será complicado. El Gobierno se ha dado una semana para idear un mecanismo que le permita detener las exportaciones cuando los niveles de los embalses estén por debajo de su media estacional, lo que ocurre actualmente en la mayor parte del sur de Noruega.
Estos son, en su mayor parte, los problemas de un país afortunado, pero las señales de alarma que se están produciendo en Noruega ponen de manifiesto lo duro que puede ser este invierno en toda Europa.*