Yolanda Díaz agita las movilizaciones sindicales por las subidas salariales
FRENTE AL PACTO DE RENTAS QUE DEFIENDE EL GOBIERNO/ La ministra de Trabajo y vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, respalda las reivindicaciones de los sindicatos frente a la pérdida de poder adquisitivo.
Aunque el Gobierno ha hablado en numerosas ocasiones de la necesidad de un pacto de rentas para evitar que el crecimiento de la demanda y el encarecimiento de la producción intensifique la espiral inflacionista, la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, se descolgó de esta postura reivindicando las presiones sindicales este otoño para lograr un fuerte incremento de los salarios. “Mi apoyo explícito a las movilizaciones sindicales frente a la patronal española”, señaló ayer la también vicepresidenta segunda del Gobierno. Díaz también insistió en que la subida del SMI es necesaria ahora “más que nunca”, por el encarecimiento del coste de la vida, por lo que “le pediría a la CEOE que se comprometa con su país”.
Sin embargo, Díaz no se quedó únicamente en el SMI, sino que extendió sus reivindicaciones a todo tipo de sueldos, ya que los sindicatos han planteado un “otoño caliente” y reclaman subidas generalizadas en línea con la inflación para compensar la pérdida de poder adquisitivo. En concreto, el secretario general de
UGT, Pepe Álvarez ha anunciado varias veces esta semana que los próximos meses los sindicatos se movilizarán si la patronal no accede a subir más los salarios, que avanzan una media del 2,5% en los convenios negociados hasta la fecha frente a una inflación que multiplica por cuatro este ritmo. En este sentido, la ministra reprochó a los empresarios que están bloqueando muchas negociaciones de convenios colectivos, lo que, según Díaz, “no es una buena receta”.
La postura de Yolanda Díaz choca de plano frente a la realidad de la economía española, donde la mayoría de las empresas sufren un fuerte incremento de los costes que ha engullido sus márgenes de beneficios, pero también contra la posición del propio Ejecutivo, que durante los últimos meses ha defendido insistentemente un pacto de rentas para frenar la espiral inflacionista. Así, por ejemplo, la vicepresidenta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño, ha reclamado en varias ocasiones la contención de los salarios y de los beneficios, con el objetivo de mida tigar en la medida de lo posible la traslación de los mayores costes de producción a los precios de venta.
Y, precisamente, las subidas salariales no solo van en contra de esta estrategia, sino que podrían resultar incluso contraproducentes. Por un lado, los incrementos salariales en una situación inflacionaria como la actual minan todavía más los márgenes de las empresas y, por lo tanto, precipitan mayores incrementos de precios, lo que a su vez acelera la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, especialmente entre aquellos con menor capacidad negociadora o con los sueldos congelados. Y, además, esta subida de los costes de producción también supone una fuerte pérdide competitividad para las empresas, lo que dificulta sus exportaciones. Y eso, a su vez, genera un nuevo problema en un entorno como el actual en el que el déficit comercial se ha multiplicado por seis en la primera mitad del año, ya que encarece las ventas al exterior y hace más atractiva para los españoles la producción extranjera que la nacional, lo que puede abocar a muchas empresas a la quiebra. Y la reconstrucción del tejido empresarial es más complicada una vez que se parte de una base salarial más elevada, ya que estos niveles frenan el atractivo para nuevas inversiones en el futuro.
Además, el apoyo a estas reivindicaciones coincide también con el énfasis puesto por la ministra en relación a la subida del salario mínimo, algo que también puede dañar la competitividad de las empresas y la limitación de los precios. “Más allá de la senda del 60% [del salario mediano, el objetivo pactado por el Gobierno para un futuro próximo], tenemos que ser conscientes de la situación que estamos viviendo”, señaló ayer Díaz, en alusión a la pérdida de poder adquisitivo por la inflación, aunque sin tener en cuenta otras circunstancias, como el frenazo económico o el parón de la contratación.
El alza de los salarios puede acelerar la inflación y reducir la competitividad de las empresas españolas