Engañe a su cerebro para que vea el trabajo como un juego
Poner unas reglas o generar competición hacen que una tarea sea más atractiva.
La dopamina es la sustancia responsable tanto del placer como de la motivación
Para agilizar tareas hay que delimitarlas, programarlas, eliminar las distracciones y utilizar un temporizador
Trabajar junto a un compañero puede ayudarnos a mantener el compromiso con la labor
Incluso siendo una persona bastante organizada y productiva, hay tareas que siempre dejo para el final. Hace poco le comenté esto mismo a mi novio. “Trátalo como algo secundario”, sugirió, refiriéndose a un término popular, el side quest, en los juegos de rol donde los jugadores reciben recompensas por completar tareas no prioritarias. Como por arte de magia, pensar en las tareas que había pospuesto como parte de un juego me motivó.
Para entender mejor por qué me funcionó tan bien este consejo –y cómo podría funcionar y ayudar a otras personas– hablé con Sahar Yousef, un neurocientífico cognitivo que estudia cómo mejorar la productividad y el rendimiento en el laboratorio Becoming Superhuman de la UC Berkeley.
Tras las numerosas investigaciones realizadas en los últimos años se ha llegado a la conclusión de que jugar a los videojuegos beneficia a las habilidades cognitivas y que la gamificación del trabajo –es decir, la aplicación de aspectos de un juego como son las reglas o la competición– hacen que una tarea parezca más atractiva y agradable.
Sahar asegura que todo esto tiene que ver con la dopamina, que es la sustancia responsable tanto del placer como de la motivación. “Es una brújula que nos incentiva a buscar recompensas”, explica Sahar .
Esta estrategia, que clasifica las tareas secundarias como un juego de rol, activará la producción de la citada dopamina, sobre todo si nuestro cerebro asocia esta situación a la sensación de diversión que hemos experimentado con juegos parecidos en el pasado.
Incluso si no somos jugadores, es posible activar la motivación en el cerebro considerando el trabajo como un juego. Sahar recomienda lo que denomina Focus sprint, es decir, buscar y programar una hora para desempeñarla, delimitar estas tareas, eliminar las distracciones que pueden impedirnos llevarlas a término, utilizar un temporizador y parar cuando se acabe el tiempo. Como en un juego de mesa. “Conviene anticiparse, ponerse un límite de tiempo y celebrarlo con todas las ganas al terminar. Todo esto ayuda a agilizar las tareas”, sostiene Sahar.
Divide y vencerás
Si hemos estado posponiendo un gran proyecto, conviene dividirlo en partes que se puedan manejar mejor. Esto facilita la motivación alimentada por la dopamina, porque el cerebro puede visualizar más fácilmente el final. Si hay muchas tareas más pequeñas y menos urgentes, es mejor agruparlas todas hasta que tengamos una hora de trabajo, y el cerebro podrá percibir la cantidad acumulada de dopamina.
En el caso de las tareas pequeñas, “la promesa de dopamina es muy pequeña comparada con la molestia de hacerlas”, explica el neurocientífico, pero cuando estas se agrupan, se alcanza el umbral de dopamina que nuestro cerebro necesita para automotivarse.
El acto de coleccionar tareas puede ser en sí mismo gratificante; coleccionar es una de las “personalidades de juego” que Stuart Brown describe en su libro Play de 2009. Cuando pensemos cómo hacer que el trabajo sea más divertido, conviene preguntarnos con qué personalidades de juego nos identificamos.
Tanto si son de carácter competitivas como si son colaborativas, las relaciones sociales son otro componente enormemente importante de los juegos. Por ejemplo, el simple hecho de participar en una llamada de trabajo a través de Zoom y trabajar tranquilamente en la “presencia” de un amigo o compañero de trabajo puede ayudarnos a mantener el compromiso con la tarea que debemos realizar.
Adictos a la productividad
También se puede jugar desafiándose a no hablar hasta el final, y aprovechando los últimos cinco minutos del contador para compartir información sobre lo que se ha conseguido hacer.
Sea cual sea la estrategia que utilicemos, Sahar afirma que, con suficiente refuerzo positivo, “nos podemos hacer adictos a la propia gestión de tareas, e incluso, a nuestra productividad”.