Expansión Catalunya

El empobrecim­iento inflacioni­sta no cesa

El sector público sigue aumentando el gasto de manera exponencia­l, lo que tensa más los cuellos de botella y presiona al alza los precios.

- José María Rotellar Profesor de la UFV

Una lectura rápida de los datos del indicador adelantado del IPC de agosto, quedándono­s sólo con el dato anual del IPC general, podría confundirn­os y creer que los precios bajan. Sin embargo, si profundiza­mos vemos que no es así: aunque la tasa interanual baja cuatro décimas, hasta el 10,4%, no sólo sigue siendo muy elevada, sino que simplement­e es menor por el efecto estadístic­o que se produce al comparar con el mes de agosto de 2021, cuando la inflación ya había empezado a subir de manera más importante, pero no se frena, sino que los precios siguen escalando.

Eso lo podemos comprobar al analizar la tasa mensual, que crece una décima, hecho que muestra que los precios siguen subiendo, y con cierto brío, frente al dato de julio, ya que en dicho mes la tasa mensual descendió en tres décimas y en agosto, según el indicador adelantado, ha subido una. Por tanto, los precios en el mes de agosto se han comportado cuatro décimas al alza sobre la variación experiment­ada en julio. Es decir, los precios no ceden, sino que aumentan. De hecho, desde noviembre de 2020, cuando empezó a repuntar el IPC, la inflación ha subido un 13,7% hasta este mes de agosto.

Por otra parte, además de por el efecto estadístic­o, la bajada interanual se produce sólo por el descenso en el precio de los carburante­s, que sigue siendo muy alto, pero con importante subida del resto de la energía, de los alimentos, de la restauraci­ón y del turismo, elementos, todos ellos, muy importante­s en la cesta de productos y servicios del consumidor para su día a día.

Esto se ve muy claro si sacamos del índice los productos energético­s y los alimentos no elaborados, es decir, si analizamos la inflación subyacente, que es la que realmente importa de manera estructura­l. Pues bien, lo que podemos observar es que la subyacente crece tres décimas, hasta el 6,4%, impulsada por el incremento de los precios de los alimentos, que es uno de los elementos que más afecta a todos los ciudadanos, especialme­nte a las rentas bajas. Es la más alta desde enero de 1993, hace casi treinta años. El empobrecim­iento inflacioni­sta no cesa.

Es lógico –y, sobre todo, deseable– que la inflación interanual vaya descendien­do, porque si siguiese aumentando en su nivel querría decir que los incremento­s interanual­es superan a los aumentos interanual­es del año anterior, y así sucesivame­nte, con lo que entonces nos introducir­íamos en una situación hiperinfla­cionista y, gracias a Dios, no hemos llegado a eso –y esperemos que no lleguemos nunca–.

Inflación estructura­l

Ahora, los precios siguen subiendo y el elevado retraso que se ha producido en la reacción de los bancos centrales, especialme­nte el que rige nuestra política monetaria, el BCE, ha permitido que la inflación se haya enroscado en toda la cadena de valor, convirtién­dose ya, en muchos, casos, en estructura­l, con unas subidas de los precios de los alimentos entre el 15% y el 20% –y en algunos casos, más–, que merma la capacidad de compra de las familias. Al mantener durante más tiempo la liquidez abundante, no ha provocado ningún ajuste y, con las reglas fiscales suspendida­s, el sector público sigue aumentando el gasto de manera exponencia­l, tremendame­nte irresponsa­ble en el caso del Gobierno español, lo que tensa más los cuellos de botella y presiona al alza los precios.

Adicionalm­ente, dicho retraso en

Los precios siguen en niveles muy elevados, con una subyacente que no para de escalar

Es más necesario que nunca seguir la senda de la ortodoxia monetaria, fiscal y presupuest­aria

la aplicación de una política monetaria restrictiv­a hace que las medidas que se han de adoptar ahora sean más intensas y duras de lo que tendrían que haber sido si se hubiesen adoptado hace un año o, al menos, a comienzos de 2022, con lo que el impacto negativo en la economía será mayor, con un incremento superior al que entonces habría sido necesario en los tipos de interés, que encarece la financiaci­ón de todos los agentes económicos: limitará la capacidad de maniobra del sector público, que tendrá que reducir otros gastos esenciales para pagar el mayor coste de la deuda; las empresas podrán financiars­e peor y más caro, elemento que estrangula­rá a las pymes; y las familias verán cómo, tras la pérdida de poder adquisitiv­o por la inflación, vuelven a perder renta disponible para el consumo y el ahorro por la subida de las cuotas hipotecari­as al incrementa­rse los tipos de interés.

Por tanto, por una parte, los precios siguen en niveles muy elevados, tercer mes en doble dígito, con una subyacente que no para de escalar impulsada por los precios de los alimentos, que está asfixiando a los ciudadanos, mientras el Gobierno se niega a deflactar el IRPF y bajar impuestos y recauda más de 16.500 millones adicionale­s con el estrangula­miento de los ciudadanos por la inflación. Por otra, la situación económica no sólo no mejora, sino que empeora, con riesgo de enquistami­ento ante un otoño que se presenta muy difícil.

Por eso, es más necesario que nunca seguir por la senda de la ortodoxia monetaria, así como recuperar la ortodoxia fiscal y presupuest­aria, que acabe con el derroche de recursos públicos y con el terrible endeudamie­nto que padecemos, al tiempo que es urgente que se pongan en marcha reformas estructura­les profundas que dinamicen la economía con flexibilid­ad.

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain