El miedo a la recesión global hunde el petróleo a niveles previos a la guerra
EL BRENT, POR DEBAJO DE LOS 90 DÓLARES POR PRIMERA VEZ DESDE FEBRERO/ La rebaja apenas se nota en el surtidor, ya que los precios del gasóleo son hoy un 33% superiores a los de hace siete meses.
El precio del petróleo encadena un retroceso del 30% en los últimos tres meses y ya se sitúa por debajo de los 90 dólares por barril, unos niveles que no alcanzaba desde principios de febrero, antes de que la invasión rusa de Ucrania sacudiera los mercados. Todo ello debería suponer un rayo de esperanza para los países occidentales, para los que la rebaja del crudo se traduce en un abaratamiento de las importaciones que da aire al consumo en un momento complicado por la subida de los tipos de interés y alivia la espiral inflacionista. O, al menos, así habría sido en circunstancias normales, porque el retroceso se debe más a la caída de la demanda global que a un aumento de la producción, además de que el crudo y sus derivados forman uno más de los grandes mercados más disfuncionales que han aflorado en los últimos meses, como pone de manifiesto que el gasóleo está hoy a 1,92 euros por litro, un 33% por encima de hace siete meses debido a los numerosos cuellos de botella en el refino y a la debilidad del euro.
El barril de Brent, de referencia en Europa, ha caído esta semana por debajo de los 88 dólares por barril en lo que supone un capítulo más de la tendencia bajista que arrancó a principios de junio, cuando el barril alcanzó los 124 dólares. Esto es, un descenso de casi el 30% en cuestión de tres meses. Sin embargo, la primera mala noticia es que el descenso se produce en un momento en el que la Organización de Países Exportadores de Petróleo y sus socios (OPEP+) están recortando su producción por el temor a una recesión global que cada vez está tomando cuerpo de forma más clara. Por un lado, los datos de los Gestores de Compras (PMI, por sus siglas en inglés) de Standard & Poor’s señalan una contracción de la actividad en Estados Unidos, Europa y China y muchas empresas están paralizando los nuevos contratos debido a que las mercancías se empiezan a acumular en sus almacenes ante una demanda que languidece. Por otro, muchas compañías están cancelando sus inversiones ante el freno de la demanda y la escalada de los tipos de interés, que dispara el coste de la deuda corporativa. De hecho, algo que ha resultado enormemente sorprendente en los últimos meses es que la oferta apenas ha reaccionado al incremento de los precios, cuando en épocas anteriores un precio por encima de los 80 dólares por barril ya era una señal para incrementar las inversiones petroleras. Sin embargo, algo ha cambiado en la última década. Por un lado, la regulación en torno a los objetivos climáticos ha penalizado el crédito para inversiones en proyectos petroleros, castigándolos con unos tipos de interés más elevados a cambio de bonificar las inversiones verdes. Por otro, los problemas en muchos petroestados, como es el caso de Venezuela, Libia, Nigeria o Angola, han impedido que estos países llenen el hueco dejado por Rusia en el mercado, a lo que se suma el efecto de las sanciones a Irán.
La segunda mala noticia es que la rebaja del petróleo apenas se ha notado en el surtidor, especialmente en el caso del gasóleo. Así, si entre febrero y junio los precios de los carburantes se dispararon en 58 céntimos en el caso de la gasolina y 66 en el del gasóleo, la traslación de la rebaja del crudo al surtidor ha sido bastante menor, de 36 céntimos y 18 céntimos, respectivamente, lo que supone que apenas se ha revertido una cuarta parte de la subida en el caso del gasóleo. En otras palabras, llenar el depósito de un coche diésel es hoy un 33% más caro que en febrero, sin incluir la bonificación fiscal a los carburantes, a pesar de que el precio del crudo está en los mismos niveles. Hay tres factores que explican esta brecha. El primero es la debilidad del euro, que ha pasado de cotizar un 13% por encima del dólar antes de la guerra a moverse en paridad con la divisa estadounidense, lo que encarece las importaciones de petróleo, referenciadas a esta última. El segundo es que las sanciones a Rusia han tenido un fuerte impacto en la oferta de petróleo, pero especialmente el dedicado para gasóleo, lo que ha contribuido a que este producto se encarezca bastante más que la gasolina. Finalmente, los cuellos de botella generalizados en la industria por la falta de materias primas y bienes intermedios también han golpeado a la capacidad de refino, encareciendo el combustible.
Impacto económico
Y, aunque la recesión que se empezaba a dibujar en el horizonte desde hace unas semanas y que ahora cobra todavía más fuerza con el corte del gas ruso a Europa y las subidas de tipos de interés podría seguir lastrando la demanda y, por lo tanto, los precios, hay pocas esperanzas de que este descenso acabe suponiendo una mejora significativa para la economía real. Por un lado, el aplanamiento de la inflación que podría suponer la rebaja de los carburantes se ve limitado por los problemas antes mencionados, limitan los vasos comunicantes entre la cotización en los mercados internacionales y los precios en el surtidor, y compensado más que de sobra por el encarecimiento de los precios del gas, que multiplican por siete la cotización de hace un año y que podrían verse incrementados de cara al invierno. Por otro, el estímulo que podría suponer el tímido descenso de los precios para el consumo, al aumentar la renta disponible de los hogares, también se ve opacado por la subida de los tipos por parte del Banco Central Europeo, que tiene como objetivo precisamente enfriar la demanda agregada. Y tampoco la balanza comercial tiene visos de mejorar en el corto plazo, debido a la debilidad del euro y el sobrecoste del gas y otras materias primas. De hecho, la cotización del gas es bastante más importante para la industria que la del petróleo, y más todavía en un momento en el que ambos mercados están completamente disociados. Y, como Europa es la región que está sufriendo un mayor impacto por las subidas de los precios energéticos, mientras que los países asiáticos se benefician de ser la puerta de atrás para las exportaciones del petróleo y gas ruso y compran ambos con descuento, la competitividad de las empresas en el Viejo Continente se resiente.
El beneficio económico de la rebaja del crudo se ve limitado por el descenso del euro