Te anticipas”
El Palacio de Helguera fue mandado construir por el Conde Santa Ana de las Torres, mano derecha del Virrey del Perú, que deseaba retirarse en España. Iniciadas en el siglo XVII, las obras del edificio concluyeron en el siglo XVIII hasta convertirse en uno de los más emblemáticos de los Valles Pasiegos. Hoy es Helguera Palacio Boutique Antique, un hotel que cuenta tan sólo con once suites y que pertenece al sello The Authentic Heritage Collection.
Con piscina climatizada, interior y exterior, spa, restaurante de gastronomía cántabra y unos jardines de ensueño, una de las responsables de su restauración es Malales Martínez Canut, del estudio Malmaca Design. También es una de sus propietarias. ¿Se concibe la ejecución de una obra igual si se sabe que se va a disfrutar? “Trato cada proyecto con mucho mimo y cuidado para dotarles de personalidad, pero no es lo mismo restaurar un cortijo andaluz que unas oficinas de un banco. En unos casos priman las características del edificio y su enclave y en otros, las necesidades de los que los van a habitar”, explica la interiorista.
–¿Y cuáles eran las del palacio?
Por el periodo de su construcción y por su significado estuvimos tentados de realizar un proyecto más actual, con mobiliario de vanguardia * mezclado con alguna pieza antigua, tonos blancos, rascado de vigas y maderas vueltas a su color natural, que nunca falla. Pero nos decidimos por el siglo XVIII, la época de la Ilustración, porque, aunque era arriesgado porque empezaba el rococó, lo cierto es que investigamos en otros palacios o casas de indianos que mantenían los interiores originales y tuvo mucha influencia. La amplitud de los salones, las alturas de los techos y las calidades hicieron que nos decidiéramos por muebles de época, arañas de cristal, candelabros con filigranas, oros, terciopelos y sedas. Elegimos tonos muy luminosos y alegres ya que este estilo buscaba reflejar lo exótico, lo refinado, inspirándose en la naturaleza. Le devolvimos todo su esplendor al palacio.
–¿Sigue las tendencias?
A la mayoría de ellas te anticipas sin ser consciente. Estar al corriente es parte del proceso, pero llevo a mi terreno personal, a mi propio estilo, cada detalle. Hay cosas que me gustan y otras que me horrorizan por muy de moda que estén. Hay que estar al día de nuevos productos, de la oferta en materiales, del desarrollo en iluminación... pero no hay que seguir una línea determinada sólo por ser tendencia sin prestar atención a qué tipo de espacio está dirigido.
–¿Cómo define entonces su estilo?
Huyo de lo superfluo y lo excéntrico y doy muchísima importancia a las calidades, a los materiales con los que voy a trabajar y a la entidad en la que voy a intervenir. Hay determinados parámetros que por su calidad no admiten tendencias. Lo bueno es bueno y no lo puedes cambiar solo por ser novedad.
–Ha diseñado hoteles, casas, restaurantes... ¿Qué tienen en común?
La ilusión que pongo en cada uno de ellos. Tengo la necesidad imperiosa de escuchar, de aprender y de analizar antes de comenzar a diseñar. Los proyectos son primero propiedad de quien me encarga su ejecución, pero cuando poseo toda la información necesaria para comenzar a diseñar espacios, me apodero irremediablemente de ellos. Me caracterizo por hacer espacios especialmente acogedores, aunque algunos sean de un blanco rabioso y ambiente minimalista y otros multicolor y recargados.