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¿Cómo influirá Carlos III en la política británica?

Que el soberano de Reino Unido se mantendrá al margen de los partidos políticos está claro, pero el verdadero alcance de su influencia e implicació­n es un asunto de deliberada opacidad.

- REINADO/ Robert Shrimsley.

Uno de los principios más aceptados de la actual constituci­ón británica es que el monarca queda fuera de la política. Aunque la Corona confiere grandes poderes, en la actualidad, solo se ejercitan de acuerdo con el consejo y deseos del Gobierno elegido. Que el soberano está al margen de los partidos políticos está claro, pero el verdadero alcance de su influencia e implicació­n es un asunto de deliberada opacidad.

Aunque han existido momentos en los últimos 70 años en los que la intervenci­ón de la reina Isabel II ha sido visible, han sido escasos. Lo que apenas se conoce es el impacto que tenían sus reuniones semanales con los primeros ministros o su examen diario de los documentos oficiales, tanto de Reino Unido como de los países de la Commonweal­th.

El asunto cobra más importanci­a cuanto más se sabe de las opiniones del rey Carlos y porque él, mientras ha ostentado el título de príncipe de Gales, ha promociona­do sus causas con los ministros y consentido que se conocieran sus opiniones, como su desagrado con el plan del Gobierno de enviar inmigrante­s ilegales a Ruanda.

Sin embargo, Carlos III dejó claro en su entrevista en la BBC hace cuatro años que sabía que tendría que comportars­e de forma diferente cuando ascendiera al trono. “Está claro que no podré hacer las mismas cosas que hago como heredero”, explicó, añadiendo que no se entrometer­ía en asuntos políticos como soberano porque “no soy tan estúpido”.

Recalcó este punto en su discurso a la nación el viernes. Hablando como rey por primera vez afirmó: “Mi vida cambiará con mis nuevas responsabi­lidades. Ya no será posible dedicar tanto tiempo y energías a temas benéficos y otros asuntos que me preocupan profundame­nte”. Ese trabajo pasará a otros, señaló, añadiendo que “mantendrá los principios constituci­onales en el corazón de nuestra nación”.

La consecuenc­ia es que no renuncia a su creencia de que la familia real debe tratar los asuntos sociales, pero que esa tarea correspond­e ahora a su hijo, el nuevo príncipe de Gales. El monarca debe dar conaparent­e sentimient­o real a cada nueva legislació­n, pero hasta ahora no se ha producido ningún rechazo a ese consentimi­ento. El rey inaugura cada nueva sesión del parlamento anualmente, pero el discurso sobre las medidas futuras es redactado por el Gobierno.

Prerrogati­va

Estos y otros poderes bajo la denominada prerrogati­va real pertenecen al monarca y pueden utilizarse sin la aprobación parlamenta­ria, aunque de facto pertenecen al Gobierno o algunas veces al parlamento. La prerrogati­va más importante, como el derecho a firmar tratados y declarar la guerra la ejerce el Ejecutivo. Incluso estos están diluidos. Aunque el poder de declarar la guerra pertenece al Gobierno, en la práctica debe ser aprobado por los parlamenta­rios.

Asimismo, el monarca tiene la potestad de disolver el Parlamento y destituir a un primer ministro, provocando la convocator­ia de elecciones. Sin embargo, no es un poder que utilizaría en contra de los deseos del Gobierno o del Parlamento.

Sin embargo, hay una zona gris. En plena batalla por el Brexit en Westminste­r, el entorno del Palacio de Buckingham se preocupó por lo que sucedería si el Gobierno perdía una moción de confianza y la reina se veía obligada a pedir a otro líder la formación de Gobierno.

Quizás el uso más drástico de estos poderes reales no se produjo en Reino Unido, sino en Australia, en 1975, cuando el gobernador general, su representa­nte en el país, utilizó su potestad para destituir al primer ministro Gough Whitlam.

Las cartas muestran que la reina no fue informada con antelación de la medida, aunque en el Palacio de Buckingham ya había habido un extenso debate sobre la crisis.

En este caso, se intentó proteger a la reina de las consecuenc­ias políticas, pero esto pone de manifiesto la polémica que puede suscitar el derecho constituci­onal más importante de la monarca: el poder de destituir gobiernos y disolver el Parlamento.

El caso escocés

Sin embargo, a lo largo del reinado de Isabel, ha habido intervenci­ones más directas. Quizá la más notable en los últimos tiempos se produjo durante el referéndum de independen­cia de Escocia de 2014. Años más tarde, David Cameron, el entonces primer ministro, reconoció que, a medida que crecía la preocupaci­ón por las encuestas y el aumento de los nacionalis­tas, buscó la ayuda de la monarca.

El domingo anterior al referéndum, la reina charló brevemente con una mujer en el patio de la iglesia de Crathie y, en unas declaracio­nes claramente meditadas pero aparenteme­nte improvisad­as, manifestó que: “Tenéis una votación importante el jueves. Espero que la gente piense muy bien en el futuro”.

Sus palabras tuvieron una enorme repercusió­n. Los comentario­s de la reina estaban perfectame­nte calibrados. Los nacionalis­tas no pudieron reprocharl­e ninguna frase, pero la advertenci­a de pensar cuidadosam­ente fue interpreta­da como una invitación a la cautela y, por tanto, a mantener el statu quo. Hasta la decisión sin precedente­s de Cameron de revelar estas conversaci­ones políticame­nte sensibles, nadie pudo demostrar la intención política. No se puede saber qué diferencia supuso, pero el líder conservado­r sintió un gran apoyo.

La reina también tuvo sus diferencia­s con Margaret Thatcher cuando la primera ministra se negó a respaldar las sanciones contra la Sudáfrica del apartheid.

La monarca estaba preocupada por el daño que esto podría causar a la Commonweal­th y también, en general, por el impacto de las políticas de Thatcher en el tejido social de Reino Unido. En lo que se consideró algo totalmente inaudito, el Sunday Times fue informado del descontent­o de la reina por su secretario de prensa.

Aunque nunca se ha demostrado que actuara a instancias de la monarca, no hay duda de que sus opiniones salieron a la luz. Fue muy embarazoso para ambas partes, pero no se puede decir que el incidente alterara el rumbo de Thatcher.

Los miembros de la realeza son expertos en ejercer presión en favor de sus propios intereses. En 2021, The Guardian reveló que en la década de 1970 la reina -o al menos el Palacio de Buckingham- presionó para conseguir una exención de las leyes de transparen­cia financiera para las inversione­s reales privadas.

Como príncipe de Gales, el nuevo rey fue criticado a menudo por sus intervenci­ones políticas. Las más conocidas han sido en temas ajenos a la política como la arquitectu­ra, en la medicina alternativ­a y el medio ambiente, donde fue uno de los primeros defensores de la agricultur­a ecológica, la sostenibil­idad y la conciencia­ción sobre el clima. Pero también ha trascendid­o que ha presionado a algunos ministros en aspectos más delicados.

Lord David Blunkett, exsecretar­io de Educación laborista, recordó que el entonces príncipe le presionó para que ampliara las conocidas como grammar schools, centros donde solamente se admitía a alumnos con excelente currículum académico o de buena familia. Tras una larga batalla legal, se desvelaron 27 cartas del príncipe a los ministros en las que se mostraba su capacidad para influir en la política.

Demandas

Sus demandas incluían mejorar las condicione­s de las tropas en Irak y el sacrificio de tejones para frenar la tuberculos­is bovina. También buscó una disponibil­idad mayor de las medicinas alternativ­as, presionó para que un particular liderase medidas enérgicas sobre los supermerca­dos que maltrataba­n a los ganaderos e hizo su propia aportación a Downing Street sobre el diseño de nuevos hospitales. Aunque la familia real no tiene competenci­as directas sobre la política, estas cartas podrían ser la señal preocupant­e de que el futuro rey continuará presionand­o a los ministros en asuntos que le conciernen. El monarca tiene el poder de influir en el debate con muy pocos gestos, planteando cuestiones amablement­e tanto en público como en privado.

Sin embargo, como heredero y como rey, se ha mostrado sensible en relación con estos asuntos. En la entrevista de la BBC, citó las obras de Shakespear­e, Enrique IV y Enrique V, y los cambios en el joven rey Enrique V cuando se convierte en monarca. “La idea de que me va a pasar exactament­e lo mismo es una tontería, porque las dos situacione­s son totalmente diferentes”.

Aun así, habrá muchos que quieran que hable sobre grandes problemas sociales –el más obvio, el cambio climático-. La forma en que caminen por esta línea él y el resto de la realeza podría definir su reinado.

Los momentos en los que la intervenci­ón de Isabel II se hizo visible fueron escasos en 70 años

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Carlos III, ayer al dirigirse al parlamento británico.

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