Las cuentas pendientes que aún tiene que pagar el nazismo
90 AÑOS DESPUÉS Expropiaciones, mano de obra esclavizada y contratos a dedo siguen impunes.
Alemania, año 2000. El Gobierno federal y el sector privado ponen en marcha a medias un fondo para indemnizar a los trabajadores que fueron esclavizados durante el nazismo. Se movilizan 4.400 millones de euros para 1,35 millones de supervivientes en una decisión sin precedentes y que evidencia los esfuerzos de una sociedad por lidiar con su pasado. Sin embargo, a día de hoy, aún hay cuentas pendientes, expone a EXPANSIÓN el periodista neerlandés especializado en información económica David de Jong, que publica Dinero y poder en el Tercer Reich (Principal de los Libros).
En este ensayo, De Jong se centra en la “historia oscura” de cinco dinastías empresariales que se beneficiaron del nazismo y que siete décadas después conservan su influencia a nivel nacional, europeo y global. “Ha sido un trabajo duro, tanto desde el punto de vista emocional como a nivel de investigación”, destaca.
El autor resalta que el compromiso alemán con la reparación de las víctimas es indiscutible. Tras unos años en los que esta cuestión fue un tabú, todo cambió tras las revoluciones estudiantiles de 1968. Sin embargo, el auge de la extrema derecha revisionista supone toda una amenaza para la continuidad de esta política.
Tras años de investigación, De Jong asegura que lo que más le ha impactado es la “falta de arrepentimiento” de quienes se enriquecieron durante el nazismo. Algunos colaboraron con el régimen “por convencimiento” pero muchos otros fueron “oportunistas e incluso hubieran conseguido prosperar en un sistema comunista”.
Tras el asalto al poder por parte de los nazis, en 1933, empezó un proceso de “arianización” empresarial. Quienes compraron firmas que hasta entonces pertenecían a judíos lo hicieron a bajo precio, por lo que el autor habla de “pillaje”. Pero su enriquecimiento no terminó aquí.
Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, en 1939, consiguieron grandes contratos públicos y también reclutaron a trabajadores forzosos. En su mayoría, procedían de los países del Este de Europa que ocuparon militarmente los nazis o bien eran internos en los campos de concentración. “Empresas de Francia, Países Bajos, Austria e Italia” también recurrieron a esta mano de obra, detalla. Sin embargo, Alemania, “que fue la gran responsable y la mayor beneficiada”, es quien más esfuerzos