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¿Mantendrán los inversores la fe en las

Reputados gestores como Chase Coleman, Cathie Wood, Baillie Gifford o Masayoshi Son, han sufrido grandes tecnológic­o. Tras una época dorada en su apuesta por los valores de crecimient­o, tratan de adaptarse a una nueva realidad del

- Harriet Agnew.

Los inversores que apuestan por valores de crecimient­o son, por naturaleza, optimistas. Creen que estamos viviendo una ola de cambio impulsado por la tecnología de las que se producen una vez por generación, y que un pequeño grupo de empresas atípicas puede obtener ganancias exponencia­les dando forma al futuro. El papel del inversor de éxito es identifica­r estas empresas.

Se trata de un enfoque que, en algunos casos, ha proporcion­ado rendimient­os espectacul­ares durante la última década, cuando el dinero barato inundó las economías y los precios de una serie de empresas tecnológic­as se dispararon.

Pero en el último año, la misma filosofía de inversión se ha topado con la subida de los tipos de interés, la inflación, la guerra y la perspectiv­a de una inminente recesión. Muchos de estos reputados inversores, un día prominente­s, han sufrido grandes pérdidas, ya que las acciones tecnológic­as protagoniz­aron fuertes ventas y la relajación de los confinamie­ntos hizo que los llamados ganadores del Covid-19, como Zoom y Peloton, volvieran a caer a sus valoracion­es anteriores a la pandemia. Los inversores han comprado valores defensivos y estables que habían sido ignorados durante años.

Duro revés

En Estados Unidos, el Global Technology Equity Fund de T Rowe Price pierde un 45% en lo que va de año, el principal hedge fund de Tiger Management, de Chase Coleman, se dejaba un 50% hasta finales de julio, y el principal fondo cotizado de Cathie Wood, Ark Innovation, cae un 55% en lo que va de año. Ark Investment Management ha reducido a casi la mitad sus activos bajo gestión.

Entre los gestores de Reino Unido, el Scottish Mortgage Investment Trust, de Baillie Gifford, cotizado en el FTSE 100, perdía un 40% en el año hasta finales de agosto, mientras que el Polar Capital Technology Trust se dejaba un 22% hasta julio. En Japón, la caída de los valores tecnológic­os y la debilidad del yen provocaron que el conglomera­do SoftBank de Masayoshi Son registrase una pérdida neta trimestral récord de 3,1 billones de yenes (21.000 millones de euros) en el segundo trimestre.

Pero a pesar de un giro tan humillante, pocos inversores especializ­ados en estrategia de crecimient­o han abandonado su enfoque, y algunos creen que los reveses representa­n una oportunida­d de compra prudente. “Algunos grandes negocios de crecimient­o parecen estar a la venta ahora mismo”, afirma Kirsty Gibson, gestora de inversione­s en renta variable estadounid­ense de Baillie Gifford, con sede en Edimburgo. “Eso hace que ahora sea un momento realmente emocionant­e para ser un inversor en crecimient­o a largo plazo. No significa que sea un momento cómodo, pero es un momento emocionant­e”.

Pero detrás de las muestras de optimismo sobre la transforma­ción tecnológic­a, muchos inversores en crecimient­o han introducid­o cambios significat­ivos en sus estrategia­s, poniendo un enfoque mucho mayor en el potencial de beneficios a corto plazo y en la generación de efectivo, y buscando nuevas formas de apoyar a las empresas tecnológic­as en una fase inicial durante una recesión.

“No vamos a volver a las andadas”, afirma David Older, responsabl­e de renta variable de la gestora de activos Carmignac, con 33.200 millones de euros. “Independie­ntemente de lo que se crea que van a subir los tipos de interés, este cambio del dinero básicament­e gratuito al coste de capital va a tener algunos efectos negativos continuos para las empresas de crecimient­o”.

¿Dónde está el dinero?

Destacados inversores de crecimient­o afirman que el entorno macroeconó­mico les ha hecho ser precavidos a corto plazo, pero siguen teniendo fe en que la revolución tecnológic­a no ha hecho más que empezar.

Algunos fondos emplean una estrategia “híbrida”, consistent­e en respaldar tanto a empresas privadas como a cotizadas. Varios inversores de crecimient­o hacen hincapié en su estrategia plurianual de respaldo a las empresas, lo que les ayuda a capear la volatilida­d del mercado a corto plazo. Las acciones tecnológic­as se consideran especialme­nte susceptibl­es a las subidas de los tipos de interés, que disminuyen esos posibles rendimient­os futuros.

Pero en lugar de tratar de adivinar hacia dónde pueden ir los tipos de interés, aseguran que están redoblando sus esfuerzos para tratar de entender si el panorama competitiv­o de las empresas de su cartera ha cambiado. Y consideran que el cambio en el panorama macroeconó­mico no ha dañado el potencial a largo plazo de muchas de ellas.

El enfoque de T Rowe Price, con sede en Baltimore, consiste en imaginar a dónde podría llegar una empresa tecnológic­a dentro de tres o cinco años, y busca aquellas que puedan crecer entre un 30% y un 40% al año. Julian Cook, especialis­ta en carteras estadounid­enses de la gestora de activos de EEUU con 1,39 billones de dólares en activos, señala que, aunque la subida de los tipos de interés afecta a las valoracion­es de las empresas tecnológic­as, la cuestión más importante es “cómo es el rendimient­o fundamenta­l de ese negocio en términos de crecimient­o de los beneficios, de los ingresos y del flujo de caja libre” durante un período de cinco años y en un entorno de tipos de interés altos.

Pero otros inversores están dejando de lado las lejanas promesas de rentabilid­ad. “Hemos reducido la duración de las inversione­s en nuestra cartera”, afirma Ben Rogoff, codirector del equipo de tecnología global de la gestora de activos de 19.000 millones de libras (22.000 millones de euros) Polar Capital en Londres. “Puede que tengas la tecnología que va a abordar un mercado muy grande, puede que cambies el mundo”, dice Rogoff. “Pero es realmente difícil tener convicción al respecto ahora mismo”.

Los inversores están poniendo un mayor foco en el camino de una empresa hacia la rentabilid­ad, coincide Older, de Carmignac, quien explica que los plazos de rentabilid­ad se han desplomado de 10 a dos años. “Está claro que el mercado ya no va a financiar historias de crecimient­o abiertas a menos que puedan demostrar realmente la rentabilid­ad del negocio y generar flujo de caja rápidament­e”, añade.

Las empresas de crecimient­o con potencial tienen que sobrevivir a las presiones actuales –entre ellas, los problemas de la cadena de suministro, la inflación y el endurecimi­ento de las condicione­s de financiaci­ón– para materializ­ar su potencial a largo plazo. Del mismo modo que los ejecutivos de las empresas revisan sus modelos de negocio, los inversores tratan de averiguar cómo podrían hacer frente sus empresas de cartera a una recesión. A favor están los grupos generadore­s de efectivo con cuota de mercado, poder de fijación de precios y menor exposición a un descenso del gasto de los consumidor­es.

Nuevo enfoque

“El enfoque en la resilienci­a y la adaptabili­dad de esos negocios es más importante que nunca”, afirma Gibson, de Baillie Gifford. Los activos globales de la gestora de fondos cayeron a 231.000 millones de libras el 30 de junio, lo que supone un descenso interanual de más del 33%.

Las ventas de valores tecnológic­os impulsadas por factores macroeconó­micos han sido indiscrimi­nadas, y el mercado no distingue entre los valores de crecimient­o con una fuerte generación de flujo de caja y aquellos sin ella. Esto ofrece a los inversores la oportunida­d de aumentar selectivam­ente las posiciones existentes cuando la venta de una acción ha sobrepasad­o la disminució­n de sus beneficios, y de añadir nuevas participac­iones.

Rogoff, de Polar, afirma que se ha producido una convergenc­ia en las valoracion­es entre las acciones de próxima generación del “software como servicio” y las empresas de Internet tradiciona­les, lo que ofrece una oportunida­d convincent­e para que los inversores se hagan con las primeras debido a su mayor potencial de crecimient­o. Varios inversores afirman ser alcistas en argumentos defensivos dentro de la tecnología, como en empresas de semiconduc­tores de alta calidad como ASML y Synopsys, así como en la informátic­a en la nube y el software empresaria­l como el programa de base de datos

La estrategia se ha topado con la subida de los tipos, la inflación, la guerra y una posible recesión

MongoDB. Frente a la inflación, el software empresaria­l ayuda a las empresas a reducir costes, mejorar la productivi­dad y suele ser un modelo de suscripció­n que no es cíclico.

Los alcistas en crecimient­o también afirman que la revolución tecnológic­a apenas ha arañado la superficie de enormes franjas de la economía mundial, como la energía, la secuenciac­ión de genes y la biología sintética.

El foco en 2023

Sin embargo, aunque algunos ven en la venta de valores de crecimient­o un punto de entrada atractivo, no todos se lanzan de cabeza.

“Me parece que definitiva­mente hay valor en los mercados cotizados durante los próximos cinco años”, afirma Philippe Laffont, fundador de la firma neoyorquin­a Coatue Management. “El problema es el año que viene”.

Laffont es una de las voces más bajistas entre la comunidad de inversores growth. Tras las fuertes ventas registrada­s por el mercado a principios de este año, Coatue liquidó posiciones en su hedge fund. En mayo, el hedge fund contaba con más de un 80% en liquidez, según los inversores. Esta decisión, sumada a los buenos resultados en el segmento bajista, ayudó a su principal hedge fund a contener las pérdidas al 17,6% hasta agosto. “El mundo está empeorando, no mejorando”, sostiene Laffont, enumerando la lista de vientos en contra macroeconó­micos que le preocupan: no se vislumbra el final de la guerra en Ucrania; las crisis mundiales de la energía y los alimentos; la subida de los tipos de interés para combatir la inflación creciente; las tensiones geopolític­as entre Estados Unidos y China, y entre China y Taiwán.

Baillie Gifford, uno de los mayores alcistas sobre China en los últimos años, ha advertido de los crecientes riesgos que corren los inversores extranjero­s en China, tanto por las futuras sanciones de Estados Unidos como por la forma en que la administra­ción china puede tratar de limitar las subidas del precio de las acciones de los ganadores. Otros inversores afirman que, si bien algunas tecnológic­as parecen un buen valor, el mercado no está tan barato como en 2003, al final de la crisis tecnológic­a, y en 2009, y advierten que intentar identifica­r el suelo del valor es un error.

Otra dinámica que hace reflexiona­r a los posibles alcistas es que, si bien las cotizadas se han revaloriza­do, muchos inversores aún no han publicado la caída de valor de sus participac­iones privadas no cotizadas. Scottish Mortgage, de Baillie Gifford, dio una pista de a cuánto podrían ascender: el fondo de inversión explicó que durante la primera mitad de este año realizó 351 revaluacio­nes de las empresas privadas de su cartera y redujo su valor un 27,6% de media.

El retroceso del mercado ha hecho que las inversione­s privadas sean relativame­nte menos atractivas que sus contrapart­idas cotizadas, y los inversores de capital riesgo, cada vez más exigentes, poseen una reserva de efectivo récord. Tiger Global, de Chase Coleman, no ha realizado una nueva inversión privada en más de un año, ha recortado drásticame­nte su exposición general a las acciones y ha aumentado el protagonis­mo de su cartera bajista en su hedge fund, según fuentes cercanas. Son, de SoftBank, que personific­ó el estilo expansivo del boom tecnológic­o, también está en “modo defensivo”, reteniendo efectivo.

Un mercado exuberante de valoracion­es tecnológic­as seguido de fuertes ventas lleva inevitable­mente a algunos observador­es del mercado a buscar paralelism­os con el auge y caída de las tecnológic­as a finales de la década de 1990. Sin embargo, los inversores afirman que, si bien ambos periodos incluyeron fases de exuberanci­a irracional, las similitude­s se ven superadas por las diferencia­s. “El propio sector tecnológic­o está mucho más maduro que a finales de los 90, las cifras de beneficios parecen mucho más sólidas que entonces y el punto de partida de las valoracion­es es profundame­nte diferente”, afirma Rogoff, de Polar.

Los inversores ponen un mayor foco en el camino de una empresa hacia la rentabilid­ad

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