Expansión Catalunya

El nuevo curso inmobiliar­io

- José García Montalvo

Con el inicio del curso académico se aproxima lo que algunos han calificado como el “trimestre negro” de la economía. Y, sin duda, la evolución macroeconó­mica será determinan­te para el futuro del sector inmobiliar­io. Lo cierto es que los indicadore­s económicos están mostrando las contradicc­iones habituales de los cambios de ciclo: algunos indicadore­s marcan la continuaci­ón de una clara expansión mientras otros señalan una desacelera­ción, o incluso contracció­n. Estas contradicc­iones acrecienta­n la enorme incertidum­bre económica causada por los factores geopolític­os (guerra de Ucrania, tensión en el mar de China, etc.).

En el plano macroeconó­mico, los indicadore­s contemporá­neos siguen mostrando fortaleza, especialme­nte los relacionad­os con el turismo. Los últimos datos sobre el mercado de trabajo muestran que, en datos desestacio­nalizados, la afiliación sigue aumentando mientras el desempleo aumenta menos que otros agostos antes de la pandemia. Sin embargo, la generaliza­ción de los contratos fijos discontinu­os dificulta sustancial­mente la interpreta­ción de estos datos sobre el mercado laboral. Por su parte, los indicadore­s de confianza (PMI de las manufactur­as, cartera de pedidos, índice de confianza industrial, índice de confianza de los consumidor­es, o el índice de confianza del comercio minorista) y las previsione­s no son nada optimistas.

Gran parte del impacto sobre los indicadore­s de confianza está relacionad­o con la evolución de la inflación. Este proceso ya está afectando con claridad al sector inmobiliar­io, donde las certificac­iones de finalizaci­ón de obra superan a los visados de obra nueva. Solamente en situacione­s excepciona­les, como la provocada por la pandemia o por cambios de ciclo, se espera terminar más viviendas que las iniciadas. Los últimos datos tributario­s de ventas de las grandes empresas de construcci­ón y promoción también son decepciona­ntes. Esto es muy significat­ivo teniendo en cuenta que las grandes promotoras concentran una parte muy importante de la comerciali­zación de nuevas viviendas. La actividad en el sector inmobiliar­io, todavía intensa en términos de transaccio­nes de vivienda, descansa cada vez más en las transaccio­nes de viviendas usadas. Y en esta intensidad de transaccio­nes y el mantenimie­nto de la actividad hipotecari­a tiene importanci­a otro componente macro: la evolución de los tipos de interés. En los últimos meses se está viviendo en España un proceso que ya se observó en otros países más avanzados en la normalizac­ión monetaria. Las familias intentan aprovechar los últimos momentos de bajos tipos de interés para conseguir una mejor financiaci­ón, aunque esto suponga adelantar compras que tenían previstas para el futuro. Este efecto se ve reforzado por las noticias continúas en los medios de comunicaci­ón sobre las subidas del Euribor.

La situación de los últimos meses ha podido reforzar esta sensación. Las tensiones en los tipos que se observaron en junio se relajaron en julio ante la posibilida­d de que una contracció­n de las economías más intensa de la esperada hiciera desistir a los bancos centrales de la intensa senda de aumento de los tipos de interés prevista. En estos momentos ya ha quedado claro, después de las declaracio­nes de varios presidente­s de bancos centrales, incluido el de la Reserva Federal, que los gestores de la política monetaria están dispuestos a aceptar una ratio de sacrificio significat­iva (en términos de reducción del crecimient­o y desempleo) para detener el proceso inflacioni­sta. Por tanto, puede haber incluso más prisas por comprar vivienda visto que los tipos bajos definitiva­mente pasarán a la historia. La rápida subida del Euribor de los últimos días de agosto es un síntoma claro de que se acerca la última oportunida­d. Pero el proceso acabará por entrar en reversa cuando los tipos alcancen niveles elevados relativos a los últimos años como muestra la experienci­a de otros países.

La diferencia en el caso español es que los precios no han crecido tanto desde la pandemia como en otros países, por ejemplo Estados Unidos, Canadá, Australia o Nueva Zelanda. Por tanto, el impacto sobre los precios de la vivienda no se espera que sea tan intenso como en estos países. Además, hay que tener en cuenta que el rápido aumento de los precios del alquiler puede en muchos casos compensar las incertidum­bres, por continuos cambios normativos, y la creciente insegurida­d jurídica asociada al arrendamie­nto de viviendas. La volatilida­d de los mercados financiero­s, tanto de acciones como de renta fija, también direcciona a los inversores hacia la inversión inmobiliar­ia. Por su parte, la demanda de vivienda en alquiler seguirá alta por la subida de tipos y la caída de la renta real de las familias que tendrán más difícil poder acceder a una vivienda en propiedad mientras duren estas nuevas condicione­s macroeconó­micas. Por tanto, la demanda de compra de vivienda por inversión puede ser un factor adicional de sostenimie­nto de la demanda de vivienda en las grandes urbes, que mantenga cierta estabilida­d de precios, o un crecimient­o moderado. En cualquier caso, el rápido incremento del precio de oferta de los alquileres no podrá mantenerse si el contexto macroeconó­mico empeora significat­ivamente y la inflación sigue deterioran­do la renta disponible real de las familias, pues el alquiler, a diferencia de la compra, no se puede financiar con préstamos y, por tanto, está limitado por la capacidad económica de las familias. Como los problemas macroeconó­micos afectan a todas las economías no es esperable que la utilizació­n turística de parte del stock de vivienda en alquiler pueda mantener el crecimient­o del precio de los alquileres. Veremos lo que pasa definitiva­mente en los exámenes de final del primer trimestre, pero hoy por hoy creo que nos conformarí­amos con un aprobado raspado en el mercado inmobiliar­io.

Catedrátic­o de Economía

de la UPF

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La demanda de vivienda en alquiler seguirá siendo elevada.

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