Europa se enfrenta a la tormenta económica
Si a Stephen King se le hubiera encomendado la tarea de escribir una novela de terror sobre la economía, las finanzas y la elaboración de políticas, no podría haber conjurado una serie de circunstancias más aterradoras que las que afronta actualmente Europa.
Los tres últimos años han traído un desastre tras otro. En primer lugar, la pandemia mundial y los confinamientos, que han dañado los cimientos de las economías, haciendo tambalearse las cadenas mundiales de fabricación y suministro. Luego, los estímulos monetarios y fiscales, bombeados al sistema con una velocidad y ferocidad inéditas fuera de los grandes esfuerzos bélicos. Los políticos apenas tuvieron tiempo de disfrutar de los elogios antes de que se les tachara de despistados e irresponsables por haber creado una crisis planetaria que afecta al coste de vida, cuyos efectos totales aún no hemos visto, pero que casi con toda seguridad serán devastadores para grandes sectores de la población mundial.
Además de toda esta volatilidad e incertidumbre económica, también estalló este año una guerra en la Europa
continental por primera vez en 80 años. Para avivar el fuego, los dos protagonistas de este enfrentamiento son exportadores mundiales de productos básicos clave: Ucrania es un granero global, mientras que Rusia es el mayor exportador de trigo del mundo, además de ser la gasolinera y el principal proveedor de gas para Europa. El conjunto de situaciones ha provocado un fuerte aumento de los precios de los alimentos y la energía que asociamos a los países en desarrollo.
La situación es más grave en Europa continental. Siendo la principal promotora de la transición desde los combustibles fósiles –una política buena a largo plazo, pero que no ha hecho que el suministro de energía se sostenga de manera crítica a corto plazo–, Europa es muy dependiente de la energía importada, en particular de gas natural ruso. Esto ha creado un lastre económico y político. Rusia no dudará en utilizar el suministro de gas como arma política, sobre todo en los meses de invierno. Es muy probable que Europa, especialmente Alemania, que ha estado cerrando centrales nucleares y de carbón, tenga que racionar el gas, lo que conllevará el doble efecto de aumentar la inflación y obstaculizar la producción y la actividad económica.
En los últimos años, el Banco Central Europeo (BCE) ha actuado como único salvador. La institución aseguró el suministro de liquidez durante los duros confinamientos y su agresiva compra de bonos ha impedido que las fuerzas del mercado reconozcan la divergencia en la trayectoria económica, que caracteriza a los países de la unión monetaria. Aunque el BCE ha subido recientemente los tipos de interés por primera vez en 11 años, ha creado nuevos planes de compra de bonos para frenar una diferencia demasiado grande de los costes de endeudamiento entre naciones. El banco puede activar ahora un “Instrumento para la Protección de la Transmisión” para compensar el riesgo de fuertes subidas de los tipos de interés en países muy endeudados como Italia, Por